Resolución de la Conferencia Federal Política del PCE
Asistimos a un momento de crisis estructural cuyo resultado
no está escrito. Se trata de un momento de gran fluidez y alto riesgo debido a
la manera caótica de desenvolverse la crisis:
- La economía mundial está estancada, no sólo eurozona sino
también USA y ahora China …
- Existen cada vez más guerras y conflictos por el control
de recursos estratégicos como forma desesperada del imperialismo de hacer
frente a los problemas de la crisis
- Las instituciones internacionales se han convertido en
vehículos de propagación de esas políticas imperialistas en lo económico, con
el FMI y la OMC ,
y en lo político con el papel de la
ONU
- La UE
está acosada por las contradicciones de su propio modelo (que venimos
denunciando desde 1992 e incluso antes) y, lejos de desempeñar un papel de
equilibrio internacional se ha convertido en un exportador de problemas al
resto del mundo a través de la globalización financiera
- En España, la crisis se lleva por delante avances y
conquistas sociales y los fundamentos del modelo de acumulación capitalista del
régimen de la transición
Esta inestabilidad crea la posibilidad de una intensa
transformación de las relaciones sociales por el agotamiento del modo en que el
capitalismo se reorganizó tras la llamada revolución neoliberal.
Socialismo o neofeudalismo y barbarie. La única salida
aceptable pasa por un avance en la socialización y democratización de las
relaciones de producción a nivel mundial. El ejemplo latinoamericano, con todas
sus contradicciones, señala en la dirección adecuada: una reorientación de la
economía al servicio de las necesidades humanas, la cooperación e integración
regional como alternativa al imperialismo y una democratización de las
estructuras políticas que aumente la influencia de las grandes mayorías
oprimidas y explotadas.
En nuestro caso tenemos que tener presente:
- El agotamiento del régimen socio-económico heredado de la
transición. Los poderes económicos españoles pudieron sortear las dificultades
y acomodarse con éxito temporal a la evolución de la crisis capitalista de los
70 con el señuelo de la integración en “Europa”. Fueron capaces de generar
consensos sociales en torno a la distribución de los “beneficios” derivados de
la incorporación a la UE ,
primero la masiva inversión tanto directa como a través de los fondos europeos,
luego con el impacto de los préstamos baratos que financiaron la burbuja
inmobiliaria. Todo ello ocultó la destrucción del tejido productivo y, más aún,
de la sociedad del trabajo preexistente, con el paro estructural y la
precariedad sistemática como herramientas de disciplina para la clase
trabajadora. Agotada esta fase, la crisis se revela en toda su magnitud con el
paro y la veloz destrucción de las conquistas sociales, asociadas en el
imaginario popular al “modelo social europeo”. Pero, lo que es igualmente
relevante, se manifiesta la inviabilidad a futuro de la base económica en la
que asienta su poder la burguesía española: el sector financiero, la
construcción y obras públicas, los grandes servicios, y, en general, aquellas
actividades que se apoyan en el Estado como garante y regulador de sus
negocios.
- El “impasse” en el que se encuentra el modelo neoliberal
de construcción europea, con el euro como remate de la misma. Por un lado
existe como objetivo común de las burguesías de los países europeos desde el
mismo inicio del proceso de la UEM
la pretensión de acabar con todas las conquistas fruto de más de 150 años de
luchas, mal llamadas “estado del bienestar”, en la región del mundo donde esas
conquistas habían llegado más lejos fruto de las circunstancias históricas; ese
es el núcleo de las políticas de austeridad. Por otro lado se dan fuertes
contradicciones entre esas burguesías, que pretenden resolver hasta ahora
manteniendo sus áreas de influencia a través de los respectivos Estados
Nacionales. Estas contradicciones se manifiestan en los balances comerciales
entre unos países y otros y, sobre todo, en las endiabladas relaciones
financieras en las que unos deben a otros y la caída del eslabón más débil
puede arrastrar al conjunto. Esta dualidad se refleja en la deficiente arquitectura
europea como demuestra la que la ausencia de políticas fiscales comunes o el
limitado grado de integración política. Este “impasse” no puede ser indefinido.
Las dificultades de la zona euro demuestran que se está llegando al límite.
Tarde o temprano se producirán, o un avance en la integración política o la
desintegración completa de la UE.
En último extremo la salida a la crisis estructural sólo
puede tomar el aspecto de una transformación estructural. En el caso español
implica entrar a fondo a discutir en tres terrenos que, por la propia
naturaleza de la crisis, están íntimamente mezclados: el de la democracia, el
de la distribución y el de la producción. O, dicho de otro modo, la cuestión
del poder económico. Desvanecidas las ilusiones de tiempos pasados, aparece con
toda crudeza la vinculación entre la especialización ecológicamente nefasta del
aparato productivo, la cúpula empresarial (banca, ingeniería y construcción,
distribución y servicios privatizados), su relación con la monarquía postfranquista
y unas relaciones de producción y distribución especialmente regresivas.
El denominador común a la situación española y europea en el
terreno político es la desaparición de la democracia incluso formal. El
neoliberalismo ha sido una fase de retroceso de la democracia representativa en
general (el renacer latinoamericano aparece precisamente como un proceso de
ampliación de la democracia con la democracia participativa). En estos momentos
en Europa la aplicación de las políticas de austeridad y la reorganización del
capital a escala europea requiere una vuelta de tuerca más como atestiguan
todos los desarrollos recientes: el pacto del euro, la reforma de la Constitución , la
supervisión centralizada de los presupuestos y el caso más agudizado, la implantación
de gobiernos tecnócratas y los “memorandos” de la troika. Todo ello sobre una
matriz esencialmente antidemocrática en cuya cúpula está el Banco Central
Europeo cuya “autonomía” está diseñada esencialmente para proteger por encima
de todo los intereses del capital financiero aislándolo de la influencia de la
lucha de clases.
Surge así la necesidad de recuperar, en primer lugar, la
democracia. Democracia entendida como la capacidad de los trabajadores y todos
los sectores sociales subalternos de influir en el poder formalmente
instituido. Esa intrusión debe comenzar por revertir la prioridad que ahora se
le ha dado a los mercados y romper con la trampa de la deuda, obligando – como
en Islandia – al sector financiero español a cargar con sus propios errores. El
modelo democrático-representativo heredado de la transición se ha revelado
insuficiente para esa intrusión y se requieren luchas y reformas que sitúen al
Estado bajo el control directo de la ciudadanía y permitan iniciativas de
democracia directa y participativa que rescaten lo público de los “mercados”.
Aquí la reivindicación republicana y los proyectos constituyentes conectan
tanto con la resistencia a los recortes como con las demandas de “democracia
real ya”.
El problema de la construcción europea, con un Estado
democrático, adquiere una nueva dimensión. Aparece la posibilidad de
intervenir, a partir de la capacidad de actuar unilateralmente que tiene un
Estado y con las consecuencias que podría tener para el conjunto de las élites
económicas europeas una decisión soberana de impago español. Salvo que se
produzca una catástrofe, que no es descartable, de una forma o de otra acabarán
por implantarse mecanismos de compensación de los desequilibrios intra-europeos
y deberán desarrollarse las instituciones que los gestionen. A eso apuntan las
pretensiones actuales de Ángela Merkel cuando pide mayor integración fiscal
como condición para seguir aportando fondos.
Frente a esa integración antidemocrática y neoliberal hay
que oponer un proyecto de integración democrática y cooperativa. Desde la
capacidad de maniobra de los Estados y a partir de los núcleos de resistencia
que se van construyendo en la oposición a la austeridad y a la salida
neoliberal a la crisis se puede plantear, al estilo que se trabaja en América
Latina, una integración cooperativa, con intercambios planificados y un sistema
monetario y financiero controlado democráticamente.
Construir un bloque democrático para una salida social a la
crisis, en España y en Europa. Para el PCE, la máxima prioridad debe ser
construir la alianza social capaz de imponer una salida democrática a la
crisis, salida que se puede expresar como “rescatar a las personas y a los
servicios públicos, no a los bancos”. Esta alianza deberá enfrentarse con la
previsible intervención de nuestro país por los poderes económicos europeos,
bien con el disfraz de un “gobierno de salvación nacional” o con una dictadura
tecnocrática descarada. Deberá cuestionar los bloqueos legales, institucionales
y jurídicos que posibilitan las políticas de austeridad empezando por la
estabilidad presupuestaria y siguiendo por las reglas del juego de la UE : libre circulación de
capitales, prohibición de financiación a través del Banco Central, etc.
El PCE propone estas siete medidas para rescatar a las
personas y a los servicios públicos, no a los bancos como punto de partida para
la construcción de ese bloque extendiéndolo por todos los sectores y
territorios:
1. Auditoría de la deuda y rechazo de la que no se
corresponda con el déficit generado por los servicios públicos y la protección
social.
2. Reforma de la Constitución que fije la prioridad absoluta del
gasto público en pensiones, desempleo y servicios público esenciales sobre
cualquier otro compromiso. Derogación de la Reforma Laboral y
de la Reforma
de las pensiones.
3. Reforma fiscal progresiva e intensificación de la lucha
contra el fraude.
4. Programa de empleo público para las personas desempleadas
sin subsidio.
5. Garantizar el derecho a la vivienda y llevar a cabo
medidas favorables a las familias hipotecadas por medio de la dación en pago
con efectos retroactivos, la moratoria inmediata de los desahucios y la
reconversión de las hipotecas en alquiler social.
6. Creación de un sistema de banca pública que realice
funciones de banca al por menor (Cajas de Ahorros), banca de desarrollo
(reconversión del modelo productivo) y banca del Estado (deuda pública).
7. Control ciudadano y popular sobre el gasto y la gestión
pública.
El PCE trabajará a escala europea para ampliar esta
convergencia, con todos los medios a su alcance, especialmente entre los
partidos, organizaciones y movimientos de los países llamados periféricos.
Madrid a 23 de junio de 2012
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