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Julio Anguita era el Secretario General del PCE el 9 de noviembre de 1989. Con la perspectiva que da el tiempo y la experiencia de lo vivido, Anguita analiza en esta entrevista el contexto histórico y las consecuencias de un hecho del que se han cumplido veinte años. Para el ex líder del PCE e IU, la caída del Muro de Berlín no fue ninguna sorpresa: fue la consecuencia directa de un régimen anquilosado y de una población que buscaba en el capitalismo una mejora de su nivel de vida.
¿Cómo vivió aquella noche del 9 de noviembre de 1989?
-Como otra cualquiera. Lo del Muro se veía venir. Yo lo sabía, lo sabíamos todos. En 1988 estuve en la URSS y ya discutimos con el Comité Central sobre los informes que nos decían que la situación era difícil. O sea, que una sorpresa no fue. El régimen estaba anquilosado, había aparatos de corrupción instalados en los aparatos del Estado y del partido, como después se ha sabido. Es decir, los que íbamos siguiendo aquello más de cerca por nuestras relaciones especiales con la URSS, porque éramos y seguimos siendo comunistas, bueno, más o menos, veíamos un decaer, una degradación de aquel orden.
¿Sabía entonces que el alto dirigente de la extinta RDA Günter Schabowski iba a anunciar la apertura de fronteras?
-Es que nosotros teníamos relaciones con la URSS y con los demás países del Este y estábamos informados de la situación. Sabíamos por algunos compañeros que la OTAN tenía gente infiltrada, tanto en Alemania como en la URSS. Así que reitero que el anuncio no fue una sorpresa, ni tan tremendista como se calificó desde Occidente. Nosotros sabíamos la agitación que vivía el sistema, sabíamos que el régimen estaba anquilosado. Era mucha la gente que creía que en el capitalismo iba a encontrar una serie de venturas y promesas para mejorar su nivel de vida. Luego se dieron con una piedra en los dientes. Al cabo de los años ya hemos visto lo que pasó, se privatizaron las empresas públicas, la gente se quedó sin calefacción en sus casas...
¿Fue Gorbachov un personaje clave en este proceso?
-Hay que tener en cuenta que mientras la prensa occidental alababa a Gorbachov, dentro de la URSS Gorbachov no tenía el mismo seguimiento. La «glasnost» y la «perestroika» eran unas políticas que se valoraban más en Occidente que allí dentro; allí realmente no tenían ningún impacto. Gorbachov jugó un papel equívoco, no supo dónde estaba. De hecho, el discurso de Gorbachov fue cambiando con el tiempo. Sus primeros discursos, cuando plantea la «perestroika» y la «glasnost», llamaban a una revisión del comunismo y del socialismo. Después fue derivando hasta su discurso actual, que está muy por debajo de lo que yo diría que es cualquier planteamiento revolucionario.
¿Qué significó entonces, a su juicio, la caída del Muro para los alemanes, que vivían separados?
-Eso habría que preguntárselo a ellos. Vean ustedes cómo lo que esperaban que fuese una especie de paraíso dejó entrever rápidamente lo que realmente escondía. Véase cómo los antiguos dirigentes del Partido Comunista se metieron a «brokers», cómo se privatizaron las empresas del Estado, cómo la gente pasó frío porque no tenía el gas gratuito, porque no tenía determinadas cosas. Que se lo pregunten, que se lo pregunten a ellos.
Hay encuestas que muestran que los antiguos ciudadanos de la Alemania Oriental echan de menos ciertos aspectos del desaparecido Estado socialista.
-Yo nunca elevé a los altares al Estado socialista, pero tampoco soy de los que echan maldiciones sobre aquello. Hay mucha hipocresía en Occidente sobre ese tema. Los soviéticos, y yo lo he visto, tenían lo que tenían. Si haces un repaso, el régimen era muy rígido, pero contaba con una serie de conquistas que en Occidente la gente normal nunca tuvo, culturales, de educación, etcétera. Aquello se vino abajo porque la gente quería algo más. La gente tenía el escaparate de lo que suponía el capitalismo de Occidente, y ya lo aprendió, y lo aprendió en sus propias carnes. Pero, bueno, muchas veces se aprende así.
Se suele decir que el mundo entero quedó unido tras la apertura del Muro.
-¿Que quedó unido? No, mire usted, lo que pasó es que al equilibrio del terror que había antes le sustituyó un desequilibrio terrorífico, que fue que Estados Unidos impuso sus normas. Recuerden ustedes los trágicos decretos de George Bush padre, imponiendo un nuevo orden internacional basado en la violencia y en los armamentos. Es decir, lo que se abrió fue un nuevo desorden internacional basado en la política de coacción de Estados Unidos y en su dominación absoluta del mundo.
¿Cuáles fueron las consecuencias económicas para los ciudadanos occidentales?
-Desde mi punto de vista, las consecuencias económicas fueron desastrosas para los ciudadanos occidentales. Berlín se llevó muchísimo dinero cuando Alemania estaba dividida, porque era el escaparate que se enseñaba a la otra parte. A mí ya me han dicho muchos berlineses del Berlín Occidental que añoraban esos momentos en que eran el escaparate ante sus hermanos de la otra parte por la cantidad de dinero y beneficios que recibían, porque se trataba simplemente de hacer propaganda con vistas a los otros y eso se acabó.
Haga balance, veinte años después.
-El mundo cambió. Acabó el orden que estaba basado en las dos superpotencias y aquello ocasionó un desequilibrio en la medida que sólo quedó una. Yo recuerdo aquellos discursos un poco ingenuos, incluso me atrevería a decir que un poco estúpidos, cuando decían que estábamos ante el fin de un sistema injusto, de la inquietud acerca de una tercera guerra mundial. Mentira. Para mí eran todo mentiras. Fíjese usted, ¿cuántas guerras se han declarado desde entonces, cuántas invasiones ilegales? La de Yugoslavia, las dos de Irak, Afganistán...
Entonces ¿no ha habido cambios positivos en estos 20 años?
-El mundo no ha cambiado, el mundo continúa en estos momentos en una degradación imparable. Porque una de las cosas que tenía aquella situación, aparte de lo que no era correcto y de lo que era malo, que también critico, es que mientras existió aquel bloque, aquí los trabajadores vivieron mejor porque había un miedo a lo que había allí. En cuanto se hundió aquella referencia, ya lo han notado después los trabajadores. Es el momento en que se rearma el capitalismo, comienza la sociedad de mercado. El mercado se eleva a la categoría de dios por encima de la propia política y comienza el calvario que están pasando los trabajadores. El capitalismo es así, tiene cada tanto tiempo unas crisis de sobreproducción. Es decir, llega un momento en que se produce demasiado y no se puede vender, y la gente no puede comprar, y entonces qué ocurre, que hay paro. Y cómo responden los capitalistas ante esto, pues echando gente, cerrando fábricas, lo que pasa en estos momentos.
¿Qué hecho podría marcar hoy lo que supuso en su día la caída del Muro?
Yo no lo considero hecho histórico hasta que pasen muchos años. Hechos históricos son la caída del Imperio romano, el Descubrimiento de América, la Guerra Mundial. Estamos en una época de titulares, todos los días hay dos o tres hechos históricos. Entonces yo, como aficionado a la historia, me guardo mucho de hablar de hechos históricos. Parecía que era un hecho histórico tremendo, extraordinario, la ampliación de la UE y fíjese usted el churro que está saliendo.
Julio Anguita era el Secretario General del PCE el 9 de noviembre de 1989. Con la perspectiva que da el tiempo y la experiencia de lo vivido, Anguita analiza en esta entrevista el contexto histórico y las consecuencias de un hecho del que se han cumplido veinte años. Para el ex líder del PCE e IU, la caída del Muro de Berlín no fue ninguna sorpresa: fue la consecuencia directa de un régimen anquilosado y de una población que buscaba en el capitalismo una mejora de su nivel de vida.
¿Cómo vivió aquella noche del 9 de noviembre de 1989?
-Como otra cualquiera. Lo del Muro se veía venir. Yo lo sabía, lo sabíamos todos. En 1988 estuve en la URSS y ya discutimos con el Comité Central sobre los informes que nos decían que la situación era difícil. O sea, que una sorpresa no fue. El régimen estaba anquilosado, había aparatos de corrupción instalados en los aparatos del Estado y del partido, como después se ha sabido. Es decir, los que íbamos siguiendo aquello más de cerca por nuestras relaciones especiales con la URSS, porque éramos y seguimos siendo comunistas, bueno, más o menos, veíamos un decaer, una degradación de aquel orden.
¿Sabía entonces que el alto dirigente de la extinta RDA Günter Schabowski iba a anunciar la apertura de fronteras?
-Es que nosotros teníamos relaciones con la URSS y con los demás países del Este y estábamos informados de la situación. Sabíamos por algunos compañeros que la OTAN tenía gente infiltrada, tanto en Alemania como en la URSS. Así que reitero que el anuncio no fue una sorpresa, ni tan tremendista como se calificó desde Occidente. Nosotros sabíamos la agitación que vivía el sistema, sabíamos que el régimen estaba anquilosado. Era mucha la gente que creía que en el capitalismo iba a encontrar una serie de venturas y promesas para mejorar su nivel de vida. Luego se dieron con una piedra en los dientes. Al cabo de los años ya hemos visto lo que pasó, se privatizaron las empresas públicas, la gente se quedó sin calefacción en sus casas...
¿Fue Gorbachov un personaje clave en este proceso?
-Hay que tener en cuenta que mientras la prensa occidental alababa a Gorbachov, dentro de la URSS Gorbachov no tenía el mismo seguimiento. La «glasnost» y la «perestroika» eran unas políticas que se valoraban más en Occidente que allí dentro; allí realmente no tenían ningún impacto. Gorbachov jugó un papel equívoco, no supo dónde estaba. De hecho, el discurso de Gorbachov fue cambiando con el tiempo. Sus primeros discursos, cuando plantea la «perestroika» y la «glasnost», llamaban a una revisión del comunismo y del socialismo. Después fue derivando hasta su discurso actual, que está muy por debajo de lo que yo diría que es cualquier planteamiento revolucionario.
¿Qué significó entonces, a su juicio, la caída del Muro para los alemanes, que vivían separados?
-Eso habría que preguntárselo a ellos. Vean ustedes cómo lo que esperaban que fuese una especie de paraíso dejó entrever rápidamente lo que realmente escondía. Véase cómo los antiguos dirigentes del Partido Comunista se metieron a «brokers», cómo se privatizaron las empresas del Estado, cómo la gente pasó frío porque no tenía el gas gratuito, porque no tenía determinadas cosas. Que se lo pregunten, que se lo pregunten a ellos.
Hay encuestas que muestran que los antiguos ciudadanos de la Alemania Oriental echan de menos ciertos aspectos del desaparecido Estado socialista.
-Yo nunca elevé a los altares al Estado socialista, pero tampoco soy de los que echan maldiciones sobre aquello. Hay mucha hipocresía en Occidente sobre ese tema. Los soviéticos, y yo lo he visto, tenían lo que tenían. Si haces un repaso, el régimen era muy rígido, pero contaba con una serie de conquistas que en Occidente la gente normal nunca tuvo, culturales, de educación, etcétera. Aquello se vino abajo porque la gente quería algo más. La gente tenía el escaparate de lo que suponía el capitalismo de Occidente, y ya lo aprendió, y lo aprendió en sus propias carnes. Pero, bueno, muchas veces se aprende así.
Se suele decir que el mundo entero quedó unido tras la apertura del Muro.
-¿Que quedó unido? No, mire usted, lo que pasó es que al equilibrio del terror que había antes le sustituyó un desequilibrio terrorífico, que fue que Estados Unidos impuso sus normas. Recuerden ustedes los trágicos decretos de George Bush padre, imponiendo un nuevo orden internacional basado en la violencia y en los armamentos. Es decir, lo que se abrió fue un nuevo desorden internacional basado en la política de coacción de Estados Unidos y en su dominación absoluta del mundo.
¿Cuáles fueron las consecuencias económicas para los ciudadanos occidentales?
-Desde mi punto de vista, las consecuencias económicas fueron desastrosas para los ciudadanos occidentales. Berlín se llevó muchísimo dinero cuando Alemania estaba dividida, porque era el escaparate que se enseñaba a la otra parte. A mí ya me han dicho muchos berlineses del Berlín Occidental que añoraban esos momentos en que eran el escaparate ante sus hermanos de la otra parte por la cantidad de dinero y beneficios que recibían, porque se trataba simplemente de hacer propaganda con vistas a los otros y eso se acabó.
Haga balance, veinte años después.
-El mundo cambió. Acabó el orden que estaba basado en las dos superpotencias y aquello ocasionó un desequilibrio en la medida que sólo quedó una. Yo recuerdo aquellos discursos un poco ingenuos, incluso me atrevería a decir que un poco estúpidos, cuando decían que estábamos ante el fin de un sistema injusto, de la inquietud acerca de una tercera guerra mundial. Mentira. Para mí eran todo mentiras. Fíjese usted, ¿cuántas guerras se han declarado desde entonces, cuántas invasiones ilegales? La de Yugoslavia, las dos de Irak, Afganistán...
Entonces ¿no ha habido cambios positivos en estos 20 años?
-El mundo no ha cambiado, el mundo continúa en estos momentos en una degradación imparable. Porque una de las cosas que tenía aquella situación, aparte de lo que no era correcto y de lo que era malo, que también critico, es que mientras existió aquel bloque, aquí los trabajadores vivieron mejor porque había un miedo a lo que había allí. En cuanto se hundió aquella referencia, ya lo han notado después los trabajadores. Es el momento en que se rearma el capitalismo, comienza la sociedad de mercado. El mercado se eleva a la categoría de dios por encima de la propia política y comienza el calvario que están pasando los trabajadores. El capitalismo es así, tiene cada tanto tiempo unas crisis de sobreproducción. Es decir, llega un momento en que se produce demasiado y no se puede vender, y la gente no puede comprar, y entonces qué ocurre, que hay paro. Y cómo responden los capitalistas ante esto, pues echando gente, cerrando fábricas, lo que pasa en estos momentos.
¿Qué hecho podría marcar hoy lo que supuso en su día la caída del Muro?
Yo no lo considero hecho histórico hasta que pasen muchos años. Hechos históricos son la caída del Imperio romano, el Descubrimiento de América, la Guerra Mundial. Estamos en una época de titulares, todos los días hay dos o tres hechos históricos. Entonces yo, como aficionado a la historia, me guardo mucho de hablar de hechos históricos. Parecía que era un hecho histórico tremendo, extraordinario, la ampliación de la UE y fíjese usted el churro que está saliendo.
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