Sergio Mellado/El País
En la Facultad de Medicina de Málaga el futuro y el pasado se han cruzado esta semana. Estudiantes nerviosos ante su porvenir apuraban los minutos previos a los exámenes de la selectividad, ajenos a que a pocos metros de ellos 16 familiares de fusilados de la Guerra Civil, enterrados en las fosas comunes del cementerio de San Rafael, trataban de cerrar dolorosas heridas del pasado, depositando sus esperanzas en técnicas médicas del futuro.
Miembros de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido y por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga les acompañaron al departamento de Medicina Legal, donde comenzaron las tomas de muestras de sangre y saliva. Con ellas se creará una base de datos de ADN como primer paso para la identificación de los cuerpos recuperados en esta necrópolis, la mayor fosa común de la Guerra Civil y el franquismo descubierta hasta el momento en España.
Según el arqueólogo y profesor de la universidad malagueña Sebastián Fernández, quien coordina los trabajos de exhumación de los restos, en este cementerio, cerrado desde principios de los años ochenta, pueden encontrarse los restos de unos 4.500 fusilados entre 1937 y 1954. Hasta el momento, después de tres años de trabajo sobre el terreno, se han exhumado cadáveres de 2.834 personas, trabajos de desenterramiento que Fernández espera que finalicen a principios de 2011.
Alfonso Alba Ruiz, acompañado de su hijo y de su esposa, cumple con el último trámite a su alcance para poder identificar los restos de tres de sus familiares que fueron asesinados en el pueblo de Alfarnatejo en los primeros meses de la sublevación franquista. "Mi padre tiene ya 75 años y lleva toda la vida buscando que se haga justicia", explica su hijo, Miguel Alba, coordinador de la Asociación contra el Silencio y el Olvido en la comarca de la Axarquía malagueña. "Mataron a su abuelo, que fue juez municipal antes y durante la República; mataron a su padre, que era el alcalde de Alfarnatejo en 1936, y también a su tío, que era carabinero en el pueblo de Colmenar. A todos los mataron en San Rafael y, más que por sus ideas políticas, el motivo fueron las típicas rencillas que se dan entre vecinos, ya que tanto mi bisabuelo como mi abuelo se enfrentaron entonces a los caciques de la zona. Fue un ajuste de cuentas propio de eso que llamamos la España negra", dice Miguel Alba nada más someterse su padre a la extracción de las muestras de sangre y saliva.
"A mi padre lo mataron en San Rafael. Me lo dijo mi madre. A él fueron a buscarle a la casa. Se lo llevaron detenido a la Aduana el 2 de marzo de 1937. Mi padre era carpintero y alegaron que era un elemento marxista. Yo nací después de su muerte. Cuando lo fusilaron, mi madre estaba embarazada de mí", recuerda Francisco Espinosa, que a sus 72 años ha sido uno de los impulsores de los trabajos de recuperación e identificación de los cadáveres como presidente honorífico de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido.
"Mi madre iba a verlo a la cárcel. Se enteró de que le habían hecho el juicio y de que le habían condenado a muerte. La mañana del 10 de marzo le dijeron a mi madre que ya no estaba en la cárcel. La gente sabía que si daban esa contestación tenían que ir al cementerio de San Rafael. Mi madre fue con mi abuela. Estuvieron limpiando las caras de algunos hasta que reconoció a mi padre", añade Espinosa, quien confía en que con sus muestras de ADN puedan identificar el cuerpo de su padre.
Una tarea bastante compleja, según explica el profesor Ignacio Santos Amaya, del departamento de Medicina Legal de la Universidad de Málaga. "Se ha informado a los 300 familiares que quieren someterse a las pruebas de los problemas reales que hoy por hoy presentan estas pruebas de ADN para realizar una identificación de estas características. Con la técnica actual es prácticamente imposible lograr un número significativo de identificaciones, tanto por el elevado número de personas fusiladas, como por los restos recuperados y su estado de conservación".
Por el momento, las muestras se conservarán en el departamento de Medicina Legal, a la espera de que, como señala el profesor Santos la técnica del ADN avance. "La prueba del ADN ha mejorado mucho en los últimos años y es de esperar que esa mejora continúe y lo que ahora es impensable sea perfectamente posible en un futuro no muy lejano", señala. Mientras, los restos recuperados de las fosas de San Rafael descansarán en un gran sarcófago de hormigón dentro del futuro parque que se levantará en el propio cementerio malagueño.
Sobre él se levantará un monumento con el nombre de todas las personas que se saben fueron asesinadas allí -unas 4.500; un 20% mujeres y hasta medio centenar de niños- y que se han podido documentar gracias al trabajo archivístico realizado por la asociación.
"Ya sabemos que habrá que esperar quizá años para una posible identificación, pero es que si no recogemos ahora la muestra a los familiares más cercanos de los fusilados la cosa sería aún más complicada, porque son personas ya muy mayores y algunas han fallecido durante los años que llevamos trabajando en las fosas de San Rafael", indica José Dorado, presidente de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido, quien pretende implicar a otras universidades españolas para que faciliten hacerse las pruebas de ADN a familiares de asesinados en San Rafael que viven fuera de Málaga.
"Yo llevo 72 años esperando y que esto no va ser inmediato lo sabemos todos. Pero tal y como avanza el mundo, lo mismo en un par de años dan con una técnica que permita acelerar el proceso de identificación de nuestros familiares. Yo así lo creo", vaticina Francisco Espinosa.
En la Facultad de Medicina de Málaga el futuro y el pasado se han cruzado esta semana. Estudiantes nerviosos ante su porvenir apuraban los minutos previos a los exámenes de la selectividad, ajenos a que a pocos metros de ellos 16 familiares de fusilados de la Guerra Civil, enterrados en las fosas comunes del cementerio de San Rafael, trataban de cerrar dolorosas heridas del pasado, depositando sus esperanzas en técnicas médicas del futuro.
Miembros de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido y por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga les acompañaron al departamento de Medicina Legal, donde comenzaron las tomas de muestras de sangre y saliva. Con ellas se creará una base de datos de ADN como primer paso para la identificación de los cuerpos recuperados en esta necrópolis, la mayor fosa común de la Guerra Civil y el franquismo descubierta hasta el momento en España.
Según el arqueólogo y profesor de la universidad malagueña Sebastián Fernández, quien coordina los trabajos de exhumación de los restos, en este cementerio, cerrado desde principios de los años ochenta, pueden encontrarse los restos de unos 4.500 fusilados entre 1937 y 1954. Hasta el momento, después de tres años de trabajo sobre el terreno, se han exhumado cadáveres de 2.834 personas, trabajos de desenterramiento que Fernández espera que finalicen a principios de 2011.
Alfonso Alba Ruiz, acompañado de su hijo y de su esposa, cumple con el último trámite a su alcance para poder identificar los restos de tres de sus familiares que fueron asesinados en el pueblo de Alfarnatejo en los primeros meses de la sublevación franquista. "Mi padre tiene ya 75 años y lleva toda la vida buscando que se haga justicia", explica su hijo, Miguel Alba, coordinador de la Asociación contra el Silencio y el Olvido en la comarca de la Axarquía malagueña. "Mataron a su abuelo, que fue juez municipal antes y durante la República; mataron a su padre, que era el alcalde de Alfarnatejo en 1936, y también a su tío, que era carabinero en el pueblo de Colmenar. A todos los mataron en San Rafael y, más que por sus ideas políticas, el motivo fueron las típicas rencillas que se dan entre vecinos, ya que tanto mi bisabuelo como mi abuelo se enfrentaron entonces a los caciques de la zona. Fue un ajuste de cuentas propio de eso que llamamos la España negra", dice Miguel Alba nada más someterse su padre a la extracción de las muestras de sangre y saliva.
"A mi padre lo mataron en San Rafael. Me lo dijo mi madre. A él fueron a buscarle a la casa. Se lo llevaron detenido a la Aduana el 2 de marzo de 1937. Mi padre era carpintero y alegaron que era un elemento marxista. Yo nací después de su muerte. Cuando lo fusilaron, mi madre estaba embarazada de mí", recuerda Francisco Espinosa, que a sus 72 años ha sido uno de los impulsores de los trabajos de recuperación e identificación de los cadáveres como presidente honorífico de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido.
"Mi madre iba a verlo a la cárcel. Se enteró de que le habían hecho el juicio y de que le habían condenado a muerte. La mañana del 10 de marzo le dijeron a mi madre que ya no estaba en la cárcel. La gente sabía que si daban esa contestación tenían que ir al cementerio de San Rafael. Mi madre fue con mi abuela. Estuvieron limpiando las caras de algunos hasta que reconoció a mi padre", añade Espinosa, quien confía en que con sus muestras de ADN puedan identificar el cuerpo de su padre.
Una tarea bastante compleja, según explica el profesor Ignacio Santos Amaya, del departamento de Medicina Legal de la Universidad de Málaga. "Se ha informado a los 300 familiares que quieren someterse a las pruebas de los problemas reales que hoy por hoy presentan estas pruebas de ADN para realizar una identificación de estas características. Con la técnica actual es prácticamente imposible lograr un número significativo de identificaciones, tanto por el elevado número de personas fusiladas, como por los restos recuperados y su estado de conservación".
Por el momento, las muestras se conservarán en el departamento de Medicina Legal, a la espera de que, como señala el profesor Santos la técnica del ADN avance. "La prueba del ADN ha mejorado mucho en los últimos años y es de esperar que esa mejora continúe y lo que ahora es impensable sea perfectamente posible en un futuro no muy lejano", señala. Mientras, los restos recuperados de las fosas de San Rafael descansarán en un gran sarcófago de hormigón dentro del futuro parque que se levantará en el propio cementerio malagueño.
Sobre él se levantará un monumento con el nombre de todas las personas que se saben fueron asesinadas allí -unas 4.500; un 20% mujeres y hasta medio centenar de niños- y que se han podido documentar gracias al trabajo archivístico realizado por la asociación.
"Ya sabemos que habrá que esperar quizá años para una posible identificación, pero es que si no recogemos ahora la muestra a los familiares más cercanos de los fusilados la cosa sería aún más complicada, porque son personas ya muy mayores y algunas han fallecido durante los años que llevamos trabajando en las fosas de San Rafael", indica José Dorado, presidente de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido, quien pretende implicar a otras universidades españolas para que faciliten hacerse las pruebas de ADN a familiares de asesinados en San Rafael que viven fuera de Málaga.
"Yo llevo 72 años esperando y que esto no va ser inmediato lo sabemos todos. Pero tal y como avanza el mundo, lo mismo en un par de años dan con una técnica que permita acelerar el proceso de identificación de nuestros familiares. Yo así lo creo", vaticina Francisco Espinosa.
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