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Desde el día 1 a 3 de mayo se ha llevado a cabo, en Viena, el VIII Encuentro Europeo de Comunidades Cristianas de Base. De sus debates y reflexiones han hecho público un manifiesto donde reafirman su compromiso por otra Europa, basada en la solidaridad, la justicia y la ciudadanía, denunciando las políticas segregadoras de la UE contra los inmigrantes, las políticas privatizadoras y de desmantelamiento de los servicios públicos, así como critican las posturas “oficiales” de la jerarquía eclesiástica y exigen la aplicación del Concilio Vaticano II.
Las Comunidades Cristianas Populares (CCP) surgen en España a comienzos de la década de los 70. En su origen influyen grupos procedentes de diversos movimientos apostólicos y se desarrollan en medios obreros, parroquias de suburbios, núcleos universitarios, sectores rurales, etc. En las CCP se intentaba vivir la fe desde la lucha por la liberación del pueblo, llegando a elaborar una nueva visión de la teología, los sacramentos y la iglesia, ayudados por la Teología de la Liberación y coincidiendo con el nacimiento de Cristianos por el Socialismo.
Han estado presentes en las luchas populares por las libertades y los Derechos Humanos, viviendo su fe de forma coherente con su opción de clase, colaborando en la trasformación democrática y más laica de la sociedad española, siempre desde una visión de Iglesia no ligada al poder y presente en multitud de temas cotidianos, desde la lucha por la paz y contra la OTAN, contra la globalización y el neoliberalismo, en solidaridad con los pueblos y por la liberación de las mujeres.
Manifiesto
Nosotros, representantes de las Comunidades Cristianas de Base de distintos países de Europa, reunidos en Viena (Austria) del 1 al 3 de mayo de 2009, bajo el lema “Vivir la Fe hoy” en la Europa que queremos proclamamos:
1. Nos reconocemos como hombres y mujeres que creen en Jesús de Nazaret, que parten del Evangelio como prioridad, que quieren vivir su fe y su compromiso en la vida en el seno de pequeñas comunidades humanas y que apuestan por la solidaridad, la justicia y la ciudadanía también en lo que concierne a la construcción europea.
2. Denunciamos la política neoliberal de los estados y de la Unión Europea que desde una “Europa fortaleza” sobreprotege a nuestros países mas ricos e impide a los mas pobres el acceso a la ciudadanía y al estado de bienestar, según unos criterios que solo nosotros decidimos. Nos comprometemos con una Europa acogedora y justa que necesitará a todas las culturas presentes es su historia y rechazamos como cristianos cualquier monopolio o privilegio sea de tipo cultural o religioso.
3. Rechazamos profundamente las políticas segregadoras de la Unión, sobre todo en lo que concierne a los derechos de las personas y de los pueblos, especialmente en lo concerniente a la ciudadanía de residencia, la inmigración y el asilo y sobre todo a los “sin papeles” e irregulares, así como el desmantelamiento progresivo que se está haciendo de los “servicios públicos” y sus medidas privatizadoras que por otra parte han sido durante décadas unas garantías de la solidaridad con los mas débiles.
4. Rechazamos igualmente las discriminaciones y falta de respeto a los derechos humanos mas fundamentales que la Iglesia Católica ejerce hacia los laicos y especialmente hacia las mujeres. Estamos convencidos que ellas sufren una enorme injusticia unida a un abuso de poder en lo que constituye una causa mas del empobrecimiento y falta de dinamismo y credibilidad de nuestra propia Iglesia.
5. Denunciamos también la hipocresía de nuestras Jerarquías Católicas que por una parte proclaman el Evangelio y reclaman los Derechos Humanos, y por otra los conminan en su interior, olvidando alegremente una aplicación que se manifiesta principalmente en las desigualdades hombre-mujer, casados y separados o divorciados, clérigos y laicos y en el no reconocimiento de los derechos de los homosexuales.
6. Exigimos insistentemente la aplicación real del Concilio Vaticano II, sobre todo en lo que supone la prioridad del Pueblo de Dios sobre la propia Jerarquía, la libertad de conciencia y la búsqueda del ecumenismo. Pedimos también la convocatoria de un nuevo concilio “del pueblo de Dios” que ponga fin a las ambigüedades y contradicciones actuales de las autoridades vaticanas para caminar hacia las reformas que exige la fidelidad al evangelio, el inaplazable dialogo interreligioso y el reencuentro con el mundo actual.
7. Reconocemos que nuestras convicciones y prácticas comunitarias son tan importantes como las convicciones y prácticas sociales, y que ni nadie, ni ninguna institución, ostenta el monopolio de la verdad. Reafirmamos nuestro deseo de ver a las distintas Iglesias del movimiento de Jesús, hoy divididas, reconocer su complementariedad ecuménica y su verdadera unidad.
8. Confiamos firmemente en el funcionamiento de las pequeñas comunidades cristianas ya que son las que permiten a sus miembros, el expresarse libremente, el compartir su vida con sus gozos y sus sombras, el reconocimiento de la dignidad de cada quien, la ayuda mutua, la acogida y el discernimiento del espíritu de Jesús que habita en nosotros. En suma vivir la triple opción, comunitaria, eclesial y de opción por los pobres.
9. Nos comprometemos a promover la comunicación, la armonía, la colaboración y la coordinación entre nuestras propias comunidades, así como a desarrollar las redes correspondientes que constituyen una verdadera alternativa creíble a la excesiva centralización romana, por sus características de pluralismo de intercomunicación y de compromiso personal.
10. Nos comprometemos finalmente a sensibilizar a nuestra conciudadanía para participar en las próximas elecciones europeas, eligiendo a aquellos partidos o personas que, en consonancia con lo aquí expresado, defiendan esa ciudadanía, la laicidad, el respeto al pluralismo, la solidaridad y la paz y a pedir a los representantes de los diferentes partidos, la defensa y consecución de estos valores universales tan necesarios para la construcción de la nueva Europa que queremos.
Desde el día 1 a 3 de mayo se ha llevado a cabo, en Viena, el VIII Encuentro Europeo de Comunidades Cristianas de Base. De sus debates y reflexiones han hecho público un manifiesto donde reafirman su compromiso por otra Europa, basada en la solidaridad, la justicia y la ciudadanía, denunciando las políticas segregadoras de la UE contra los inmigrantes, las políticas privatizadoras y de desmantelamiento de los servicios públicos, así como critican las posturas “oficiales” de la jerarquía eclesiástica y exigen la aplicación del Concilio Vaticano II.
Las Comunidades Cristianas Populares (CCP) surgen en España a comienzos de la década de los 70. En su origen influyen grupos procedentes de diversos movimientos apostólicos y se desarrollan en medios obreros, parroquias de suburbios, núcleos universitarios, sectores rurales, etc. En las CCP se intentaba vivir la fe desde la lucha por la liberación del pueblo, llegando a elaborar una nueva visión de la teología, los sacramentos y la iglesia, ayudados por la Teología de la Liberación y coincidiendo con el nacimiento de Cristianos por el Socialismo.
Han estado presentes en las luchas populares por las libertades y los Derechos Humanos, viviendo su fe de forma coherente con su opción de clase, colaborando en la trasformación democrática y más laica de la sociedad española, siempre desde una visión de Iglesia no ligada al poder y presente en multitud de temas cotidianos, desde la lucha por la paz y contra la OTAN, contra la globalización y el neoliberalismo, en solidaridad con los pueblos y por la liberación de las mujeres.
Manifiesto
Nosotros, representantes de las Comunidades Cristianas de Base de distintos países de Europa, reunidos en Viena (Austria) del 1 al 3 de mayo de 2009, bajo el lema “Vivir la Fe hoy” en la Europa que queremos proclamamos:
1. Nos reconocemos como hombres y mujeres que creen en Jesús de Nazaret, que parten del Evangelio como prioridad, que quieren vivir su fe y su compromiso en la vida en el seno de pequeñas comunidades humanas y que apuestan por la solidaridad, la justicia y la ciudadanía también en lo que concierne a la construcción europea.
2. Denunciamos la política neoliberal de los estados y de la Unión Europea que desde una “Europa fortaleza” sobreprotege a nuestros países mas ricos e impide a los mas pobres el acceso a la ciudadanía y al estado de bienestar, según unos criterios que solo nosotros decidimos. Nos comprometemos con una Europa acogedora y justa que necesitará a todas las culturas presentes es su historia y rechazamos como cristianos cualquier monopolio o privilegio sea de tipo cultural o religioso.
3. Rechazamos profundamente las políticas segregadoras de la Unión, sobre todo en lo que concierne a los derechos de las personas y de los pueblos, especialmente en lo concerniente a la ciudadanía de residencia, la inmigración y el asilo y sobre todo a los “sin papeles” e irregulares, así como el desmantelamiento progresivo que se está haciendo de los “servicios públicos” y sus medidas privatizadoras que por otra parte han sido durante décadas unas garantías de la solidaridad con los mas débiles.
4. Rechazamos igualmente las discriminaciones y falta de respeto a los derechos humanos mas fundamentales que la Iglesia Católica ejerce hacia los laicos y especialmente hacia las mujeres. Estamos convencidos que ellas sufren una enorme injusticia unida a un abuso de poder en lo que constituye una causa mas del empobrecimiento y falta de dinamismo y credibilidad de nuestra propia Iglesia.
5. Denunciamos también la hipocresía de nuestras Jerarquías Católicas que por una parte proclaman el Evangelio y reclaman los Derechos Humanos, y por otra los conminan en su interior, olvidando alegremente una aplicación que se manifiesta principalmente en las desigualdades hombre-mujer, casados y separados o divorciados, clérigos y laicos y en el no reconocimiento de los derechos de los homosexuales.
6. Exigimos insistentemente la aplicación real del Concilio Vaticano II, sobre todo en lo que supone la prioridad del Pueblo de Dios sobre la propia Jerarquía, la libertad de conciencia y la búsqueda del ecumenismo. Pedimos también la convocatoria de un nuevo concilio “del pueblo de Dios” que ponga fin a las ambigüedades y contradicciones actuales de las autoridades vaticanas para caminar hacia las reformas que exige la fidelidad al evangelio, el inaplazable dialogo interreligioso y el reencuentro con el mundo actual.
7. Reconocemos que nuestras convicciones y prácticas comunitarias son tan importantes como las convicciones y prácticas sociales, y que ni nadie, ni ninguna institución, ostenta el monopolio de la verdad. Reafirmamos nuestro deseo de ver a las distintas Iglesias del movimiento de Jesús, hoy divididas, reconocer su complementariedad ecuménica y su verdadera unidad.
8. Confiamos firmemente en el funcionamiento de las pequeñas comunidades cristianas ya que son las que permiten a sus miembros, el expresarse libremente, el compartir su vida con sus gozos y sus sombras, el reconocimiento de la dignidad de cada quien, la ayuda mutua, la acogida y el discernimiento del espíritu de Jesús que habita en nosotros. En suma vivir la triple opción, comunitaria, eclesial y de opción por los pobres.
9. Nos comprometemos a promover la comunicación, la armonía, la colaboración y la coordinación entre nuestras propias comunidades, así como a desarrollar las redes correspondientes que constituyen una verdadera alternativa creíble a la excesiva centralización romana, por sus características de pluralismo de intercomunicación y de compromiso personal.
10. Nos comprometemos finalmente a sensibilizar a nuestra conciudadanía para participar en las próximas elecciones europeas, eligiendo a aquellos partidos o personas que, en consonancia con lo aquí expresado, defiendan esa ciudadanía, la laicidad, el respeto al pluralismo, la solidaridad y la paz y a pedir a los representantes de los diferentes partidos, la defensa y consecución de estos valores universales tan necesarios para la construcción de la nueva Europa que queremos.
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