Desde que comenzó la crisis es común escuchar en los debates
una manida frase que asegura que los españoles hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades. De forma paralela se insta a que «esto lo arreglemos
entre todos», citando el lema de una campaña que las cámaras de comercio
lanzaron al comienzo de la debacle económica. Tanto se han repetido ambas ideas
que muchos, incluso entre los más críticos, las han asumido e interiorizado
como verdaderas. Sin embargo, no hay nada más alejado de la verdad.
Es cierto, por ejemplo, que la economía española como un
todo está profundamente endeudada con el exterior. Esto quiere decir que
nuestro país ha podido disfrutar de crecimiento económico y creación de empleo
gracias a que teníamos un modelo basado en las deudas, las cuales a su vez
sostenían la burbuja inmobiliaria. Así, cuando ha devenido la crisis nos hemos
quedado en el paro y con la cartera llena de deudas con otros países como
Alemania. Pero ahí no termina el relato.
Observando los datos comprobamos que, por ejemplo, el
endeudamiento público –el del Gobierno del país, de las comunidades autónomas y
de los ayuntamientos– ha sido realmente reducido. Reducido en comparación con
otros países y reducido en comparación con el endeudamiento de hogares y empresas.
Así, en el año 2007, al inicio de la crisis, las deudas del Gobierno eran del
50% del PIB mientras que las deudas de las familias rozaban el 100% y las de
las empresas alcanzaban el 200%. Dichos datos lanzan por tierra el populismo de
derechas que de todo responsabiliza a un gasto público que, efectivamente, ha
sido en todo caso muy poco eficiente.
Por otra parte, es importante señalar que ni todas las
familias se han endeudado con la misma intensidad ni todas las empresas han
tenido el mismo comportamiento «irresponsable». Así, según el Fondo Monetario
Internacional, el 10% más rico de los hogares tiene a día de hoy el 40% de las
deudas totales de los hogares, mientras que el 95% de las deudas empresariales
pertenecen a las grandes empresas –aquellas con más de 250 empleados–. Estos
datos señalan una obviedad: los más ricos se endeudan por cantidades muy
superiores y hacen crecer extraordinariamente la deuda total de la economía
española.
El Banco de España ha confirmado este hecho y asegura que
sólo un 16,5% de los hogares más pobres tiene alguna deuda pendiente, mientras
que ese porcentaje es del 64,7% entre los hogares más ricos. Además, las deudas
de los más pobres han solido tener como motivo la compra de una primera
vivienda, imposible de comprar sin recurrir a la hipoteca, mientras que en el
caso de los más ricos el objetivo era la compra de segundas y terceras
propiedades inmobiliarias.
Así pues, no todos hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades. Más bien podríamos afirmar que son los más ricos los que han
vivido por encima de nuestras posibilidades, puesto que su creciente
endeudamiento –con motivos de especulación inmobiliaria y financiera– ha sido
socializado por los distintos gobiernos nacionales y actualmente lo estamos
pagando la mayoría con altas tasas de paro y menores ingresos con los que hacer
frente a unas deudas muy inferiores. Los trabajadores y las pequeñas y medianas
empresas de este país estamos pagando la borrachera de unos pocos, muy
adinerados, que además se las están arreglando para salir de la crisis aún más
ricos.
Podemos llamarlo estafa, robo, extorsión o sencillamente
lucha de clases, pero es evidente que frente al populismo de derechas hay que
enfrentar la elegancia y rigurosidad de los datos económicos. En cada discusión,
debate o coloquio debemos evitar ser absorbidos por una ideología que bajo una
apariencia de ingenuidad esconde los mismos intereses de quienes nos están
aplastando en esta crisis.
Alberto Garzón Espinosa es diputado de Izquierda Unida por Málaga
en las Cortes Españolas
Publicado en La
Opinión de Málaga
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