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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Nos están embargando

Antonio Tellado
Secretario Político de la Agrupación "Andrés Rodríguez" del PCA de Málaga
A mediados del pasado siglo, sobre los campesinos del minifundio andaluz –que también lo hay-, gente que con trabajo y más penas que gloria arrancaba a la tierra lo necesario para vivir, sobrevolaba una especie siniestra a la espera de caer sobre ellos en el momento oportuno. Esa fauna era la de los prestamistas usureros, que para su lucrativo negocio contaban con eficientes colaboradores que se dedicaban a rastrear los campos a la búsqueda de algún campesino que atravesara por circunstancias económicas adversas. Cuando los rastreadores del terreno encontraban a la víctima que andaban buscando, se acercaban a ella como hombres buenos dispuestos, no sólo a darle un buen consejo, sino a mucho más, a ayudarle a salir del atolladero, recomendándole a la persona que podía solucionar su problema, que, claro está, no era otra que el prestamista usurero. El dinero, ese caballero poderoso como un dios, sacaba momentáneamente al campesino del atasco financiero, pero el desdichado, angustiado por la inmediatez de sus necesidades no advertía que con aquel préstamo, que naturalmente era hipotecario, ponía en riesgo su casa y sus tierras y se ceñía la soga al cuello, porque el objetivo último del prestamista era, más allá de percibir los sustanciosos intereses, apoderarse cuando no pudiera pagar de lo poco que el campesino tenía. En nuestros días, los bancos han ocupado el lugar del prestamista usurero de antaño.
Pero, aunque sorprenda a mucha gente, la política financiera internacional funciona exactamente igual. John Perkins, ex Jefe de Economía de Chas. T. Main, Inc, explica en su libro Confessions of an Economic Hit Man. Ebury Press 2006. New York. (Confesiones de un sicario económico) como ejerció en distintos países del mundo su despreciable oficio. Cuenta que ponían el ojo en un país que contara con recursos, ofreciéndole préstamos del Banco Mundial –un instrumento de Estados Unidos, al igual que el Fondo Monetario Internacional- para realizar grandes obras de infraestructura que naturalmente se encargarían de construir corporaciones norteamericanas. Las obras que sólo beneficiaban a la minoría rica, endeudaba sin embargo, a la totalidad del país, que quedaba con una carga a la que difícilmente podía hacer frente, al suponer la amortización anual del capital recibido y el pago de los intereses, una parte cada vez mayor de su Producto Interior Bruto. Cuando eso ocurre es precisamente cuando entran en juego los sicarios económicos de los que en su día formaba parte John Perkins, que cuenta como presionaban a los gobiernos pidiéndoles que vendieran a las grandes corporaciones americanas petróleo u otras materias primas a precio muy barato, que permitieran la instalación de bases militares en el país, que enviaran tropas a distintas partes del mundo en apoyo del ejército americano en guerra o que votaran a su favor en la ONU cuando se discutieran conflictos en los que estuvieran en juego intereses americanos, que suele ser siempre. Y cuando ya no tenían con qué pagar, le exigían la privatización de compañías eléctricas, grandes industrias, etcétera; a cambio de ello el país en cuestión recibía refinanciación de la deuda, que es como regalar una botella de Whisky a un enfermo de cirrosis. De esa forma el país se endeudaba más al aumentar el importe de las cantidades a devolver y de los intereses, y las posibilidades de hacer frente a la deuda eran cada vez menores. Esto, que es tan elemental y que cualquiera lo puede entender fácilmente, los economistas del sistema lo embrollan y lo explican de tal manera que el común de la gente no lo percibe con claridad, induciéndole a asumir la ruina del país como una crisis caída del cielo por castigo divino. En su siguiente visita los sicarios económicos, contando con las bendiciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, exigen la privatización de servicios esenciales de la comunidad, como la sanidad, la enseñanza, los seguros o los servicios sociales.
Así explica Mr. John Perkins, ex sicario económico como funciona el sistema financiero internacional, exactamente igual que funcionan los préstamos a los campesinos del viejo buitre usurero de antaño o de los bancos de hoy. Ahora estamos en condiciones de comprender qué es lo que está pasando con España: que, diga lo que diga la palabrería oficial, lo cierto es que los que han ejercido el gobierno, con sus decisiones económicas, nos han endeudado y ahora nos están obligando a pagar de la forma habitual, en nuestro caso, como miembro de la Unión Europea, quienes hacen el pepelón del embargo son las instituciones de la Unión y el Banco Central Europeo, pero lo cierto es que nos está ocurriendo lo que hace algunos años a países como Argentina, Ecuador. México, etcétera, y de la misma forma que se les embargó a ellos, en estos momentos nos están embargando a los españoles. Si quedaba alguna duda de lo que representamos para el Imperio, ahí están las revelaciones de Wikileeks para dejarlo bien claro. Hemos pagado con bases, con tropas en distintas guerras, acallando las acciones de la Justicia contra los atropellos del ejército americano y sus aliados, privatizando (vendiéndoles) nuestras empresas públicas, los aeropuertos y finalmente ¡la Lotería! Nos han dejado en ropas menores. Algunos países de Latinoamérica, esos a los que los medios de comunicación y la célebre pluma al servicio del Imperio de Vargas Llosa, critican con tanta saña, han tenido que solucionar el problema de la deuda mandando al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional a hacer puñetas. De esa forma pudieron salir del círculo vicioso en el que se encontraban. A nosotros, de momento nos están embargando y sólo nos han dejado la ropa interior ¡Con la que está cayendo! ¿Con qué querrán mañana que les sigamos pagando?
ANTONIO TELLADO
Publicado en larepublica.es

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