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miércoles, 1 de abril de 2009

En el 70 aniversario de la derrota republicana frente a los criminales y genocídas franquistas


Han pasado setenta años de "fin" de la guerra, que iniciaron los militares, oligarcas y jerarquías católicas contra la democracia y las libertades que representaban la II República. Fue la “victoria” de la injusticia, del horror, de la venganza, del crimen, de la explotación generalizada de todo un pueblo y que mandó a las cavernas a la totalidad de las mujeres. Las cárceles estaban repletas, al igual que los campos de concentración y de exterminio, eran el hambre y el frio, los fusilamientos, ahorcamientos y el garrote vil las fórmulas para doblegar al pueblo español, para arrinconar y exterminar de la faz de España la palabra libertad, república y comunismo.
No es posible olvidar tanta ignominia sin que se reparen minimamente a las víctimas, a sus familias y a la democracia de ello. No es posible "pasar página" sin la nulidad de los juicios franquistas, sin que se conozca toda la verdad de sus vejaciones, torturas y asesinatos contra el pueblo español, sin que se señale y condene a tantos criminales y genocidas. No es posible tolerar el silencio mientras halla un solo republicano “desaparecido” enterrado en una fosa o en una cuneta.
Por ello la llamada “Ley de Memoria Histórica” aprobada en la pasada legislatura por las Cortes es tan insuficiente, siendo el colmo del cinismo y la hipocresía el escaso desarrollo de la Ley realizado trascurrido un año de su aprobación y la reciente votación en el senado del Gobierno, junto a la derecha, para evitar que la búsqueda y exhumación de las miles fosas que pululan por nuestra patria sea de oficio por las administraciones del Estado.
En Málaga sabemos de estas políticas de exterminio franquistas, la fosa del cementerio S. Rafael expone hoy a la luz pública la envergadura del crimen, la de más de cuatro mil víctimas malagueñas en enterradas, cubiertas de cal viva, en fosas sin un nombre y que la Asociación Contra el Silencio y el Olvido de Málaga a conseguido ir exhumando, sorteando un sin fin de dificultades. La de numerosas calles que aún mantienen los nombres de los asesinos y sus colaboradores, ... Los comunistas de Málaga no pueden olvidar a sus camaradas asesinados, como el que fuera su Secretario político, Rodrigo Lara Vallejo; o su primer diputado, Cayetano Bolívar Escribano; o su sindicalista y fundador, Pepe Gallardo, y un sin fin de dirigentes y militantes comunistas que pasaron por los pelotones de ejecución franquistas y que su memoria revolucionaria está aún viva en nuestro partido, su PCE.

Eduardo J. del Rosal
Secretaría de Memoria Histórica del PCA de Málaga

A continuación publicamos un artículo a propósito de este luctuoso aniversario realizado por el historiador Julián Casanova, uno de los maás reputados especialistas en la represión franquista y en el siniestro papel jugado por la jerarquía de la Iglesia católica de nuestro país en la misma:

Setenta años de la victoria de Franco
La victoria de Franco fue también una victoria de Hitler y de Mussolini. Y la derrota de la República fue asimismo una derrota para las democracias
Julián Casanova (El País, 29-03-2009)
Se cumplen ahora 70 años del final de la Guerra Civil, de aquel parte oficial emitido desde el cuartel general de Franco el 1 de abril de 1939 y difundido con la voz del locutor y actor Fernando Fernández de Córdoba.
Atrás había quedado una guerra de casi 1.000 días que dejó cicatrices duraderas en la sociedad española. El total de víctimas mortales se aproximó a 600.000, de las cuales 100.000 corresponden a la represión desencadenada por los militares sublevados y 55.000 a la violencia en la zona republicana. Medio millón de personas se amontonaban en las prisiones y campos de concentración. El éxodo que emprendió la población vencida dejó también huella. "La retirada", como se conoció a ese gran exilio de 1939, llevó a Francia a unos 450.000 refugiados en el primer trimestre de ese año, de los cuales 170.000 eran mujeres, niños y ancianos. Unos 200.000 volvieron en los meses siguientes, para continuar su calvario en las cárceles de la dictadura franquista.
Franco logró lo que se proponía: una guerra de exterminio y de terror en la que se asesinaba a miles en la retaguardia para que no pudieran levantar cabeza en décadas. Forjado en el africanismo, la contrarrevolución y el anticomunismo, nunca concedió el más mínimo respiro a los vencidos o a sus oponentes. De palabra y de obra. "No sacrificaron nuestros muertos sus preciosas vidas para que nosotros podamos descansar", declaraba en la inauguración del Valle de los Caídos en abril de 1959. Recordar la guerra, siempre en guardia contra el enemigo, no cambiar nada, confiar siempre en esas fuerzas armadas que tan bien habían servido a la nación española, utilizar la religión católica como refugio de su tiranía y crueldad. Ésa era la receta.
Ni Hitler ni Mussolini llegaron al poder por medio de una guerra civil. Ésa fue una gran ventaja que, desde el punto de vista de la política interior, sólo Franco pudo gozar. La guerra actuó como punto de unión entre todos los que prestaron su apoyo al Estado franquista. El Ejército, la Falange, la Iglesia católica, representaban a esos vencedores, y de ellos salieron durante años el alto personal dirigente, las autoridades locales y los fieles siervos de la Administración.
España comenzó los años treinta con una República y acabó la década sumida en una dictadura derechista y autoritaria. Bastaron tres años de guerra para que la sociedad española padeciera una oleada de violencia y de desprecio por la vida del otro sin precedentes. Por mucho que se hable de la violencia que precedió a la Guerra Civil, para tratar de justificar su estallido, está claro que en la historia del siglo XX español hubo un antes y un después del golpe de Estado de julio de 1936. Además, tras el final de la Guerra Civil, en 1939, durante al menos dos décadas no hubo ninguna reconstrucción positiva, tal y como ocurrió en los países de Europa occidental después de 1945.
Cuando empezó la Guerra Civil española, los poderes democráticos estaban intentando a toda costa "apaciguar" a los fascismos, sobre todo a la Alemania nazi, en vez de oponerse a quien realmente amenazaba el equilibrio de poder. La República se encontró, por lo tanto, con la tremenda adversidad de tener que hacer la guerra a unos militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esa situación internacional tan favorable a sus intereses. Las dictaduras dominadas por Gobiernos autoritarios de un solo hombre y de un único partido estaban sustituyendo entonces a las democracias en muchos países europeos, y si se exceptúa el caso ruso, todas esas dictaduras salían de las ideas del orden y de la autoridad de la extrema derecha. Seis de las democracias más sólidas del continente fueron invadidas por los nazis al año siguiente de acabar la Guerra Civil. España no era, en consecuencia, una excepción ni el único país donde el discurso del orden y del nacionalismo extremo se imponía al de la democracia y de la revolución.
Las dictaduras que emergieron en Europa en esos años tuvieron que enfrentarse a movimientos de oposición de masas, y para controlarlos necesitaron poner en marcha nuevos instrumentos de terror. Ya no bastaba con la prohibición de partidos políticos, la censura o la negación de los derechos individuales. Un grupo de criminales se hizo con el poder. Y la brutal realidad que salió de sus decisiones fueron los asesinatos, la tortura y los campos de concentración. La victoria de Franco fue también una victoria de Hitler y de Mussolini. Y la derrota de la República fue asimismo una derrota para las democracias.
El descubrimiento de esa historia de vencedores y vencidos, de víctimas y verdugos, ha suscitado un agrio debate en la sociedad española en los últimos años. Pese a las miles de páginas escritas por historiadores, que no dejan duda alguna sobre la existencia y definición de esos crímenes políticos, algunos de los mitos fundacionales de la dictadura tienen todavía común aceptación en las opiniones y recuerdos de un amplio sector de la población. En ese conflicto entre diferentes memorias, el proyecto de cambio político y social de la República quedó sepultado en la gran tumba que el franquismo cavó desde abril de 1939. Y ahí sigue arrinconado, 70 años después.

Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Setenta/anos/victoria/Franco/elpepiopi/

20090329elpepiopi_5/Tes/

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