Julio Anguita González/Mundo Obrero
Las encuestas, una tras otra, vienen reiterando la anunciada derrota del PSOE a manos del PP. Los resultados de las elecciones catalanas corroboran la tendencia hacia ese posible escenario político. Y desde luego el panorama que se avizora en comunidades autónomas y ayuntamientos es también una confirmación de esa previsión.
Las encuestas, una tras otra, vienen reiterando la anunciada derrota del PSOE a manos del PP. Los resultados de las elecciones catalanas corroboran la tendencia hacia ese posible escenario político. Y desde luego el panorama que se avizora en comunidades autónomas y ayuntamientos es también una confirmación de esa previsión.
Para quienes militamos en la izquierda y con bastantes trienios a nuestras espaldas, no debe constituir sorpresa ese anunciado vuelco de una parte importante de la opinión pública. El PP avanza en la medida que los desmoralizados militantes y votantes del PSOE se aprestan a instalarse, física y mentalmente, fuera de los muchos sillones institucionales en los que llevan décadas. Hace años Felipe González manifestó dirigiéndose a nuestras filas que fuera del PSOE hace frío. En una parte importante de la afiliación y aparatos administrativos del actual partido gobernante comienzan a presentirse los rigores del invierno de los cesantes. Y aunque queda aún mucho tiempo para las elecciones generales, la inmediatez de los próximos comicios autonómicos y locales no da mucho margen maniobra.
Es cierto que el PSOE se ha visto en otras ocasiones ante situaciones difíciles (OTAN, reformas del mercado laboral, privatizaciones, terrorismo de Estado, corrupción generalizada y asentada en los ministerios y máximos órganos de otras administraciones, etc.) y que, a trancas y barrancas, ha podido salvar los muebles de manera airosa. Pero no es el caso de ahora: la paciencia ha empezado a perderse y hasta los heraldos del miedo que, otrora y por estas épocas preelectorales, tocaban a rebato en nombre del frente común frente a la derecha de siempre, no encuentran ni ámbitos de receptividad ni tampoco consignas catalizadoras del patriotismo emocional y simbólico. Las evidencias del cambio de naturaleza operado en el PSOE son ya abrumadoras.
Para la recta razón acostumbrada a analizar y a establecer relaciones entre conceptos, palabras, ideas, actos, lógicas, discursos, prácticas y discursos constituye una realidad descorazonadora el que sea precisamente el PP quien alcance la victoria electoral. Este es uno de los casos en los que la lógica de la pizarra (la de Suresnes y todas las demás) se estrella sin paliativo alguno. Claro está que la otra lógica, la del ciudadano medio, irritado, frustrado y escandalizado, no encuentra más satisfacción para los esquemas y pulsiones de su imaginario colectivo, instalado en la prioridad del castigo sobre otras consideraciones, que la del abandono o la venganza. Y así, sin quererlo, se encamina y encamina a los demás desde Guatemala sucedáneo, pero con vocación de primera marca, hasta Guatemala marca registrada. Y es que la memoria histórica nos enseña que una vez que los operarios de a pie han acabado las faenas insalubres, nocivas y contaminantes, vienen los titulares diplomados a administrar la nueva situación. En los últimos treinta años el PSOE ha iniciado siempre las políticas que después han coronado y continuado los otros.
Y en esta tesitura la posición de IU puede ser clarificadora, ejemplarizante y sobre todo previsora a plazo medio. Somos portadores de una historia y un discurso que se ha basado en supuestos diametralmente opuestos a los que sostienen y ejercitan PSOE y PP. Lo nuestro, a mi juicio, no está hoy por hoy, en reeditar el papel del séptimo de caballería. Los cuentos de la lechera suelen tener amargos despertares. Que nos vean distintos, serios, pegados a la realidad, didácticos con el ejemplo y la palabra, comprometidos y sobre todo diferentes a los insectos que terminan por quemarse en la bombilla que los seduce.
mundo-obrero@pce.es
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