Han pasado 30 años, de aquel 29 de junio de 1979, de la muerte en Madrid del poeta comunista Blas de Otero, uno de nuestros más queridos líricos y quizás también de los más olvidados.
Ha sido la desmemoria, el olvido y el silencio el arma necesaria utilizada por poder dominante para hacer desaparecer de la faz de España, la memoria republicana asesinada, la cultura obrera y campesina de la resistencia, de la solidaridad y la igualdad, en definitiva de la revolución misma como imaginario colectivo de las clases subalternas para constituirse en proyecto de futuro. Esa memoria colectiva anestesiada ha sido sustituida por un consumismo y un nihilismo atroz o una vuelta a las supercherías o a pantomimas de religiosidad, o quizás todo a la vez.
En ese contexto, la erradicación del mismo corazón del pueblo de la voz de sus poetas ha sido una necesidad histórica de las elites neoliberales del capital, para poder llevar hasta sus últimas consecuencias su subyugación ideológica y moral. Son esos poetas que cantaban, Otero desde su identidad vasca, al menos a dos vertientes de su España: de un lado el ser, el destino y el drama de España y de otro, la vida, el paisaje y el amor a sus gentes, de la patria de todos los pueblos que la componen. Son estos poetas del pueblo como Machado, Lorca, Miguel Hernández, Alberti, Cernuda, Garfias, Celaya,…, etc. Y que son parte indisociable de la voz y la palabra de nuestro Blas de Otero. Como a ellos a Blas le duele España, unas veces madre y otras madrastra, que devora a sus mejores hijos en un drama de injusta crueldad, mientras la belleza de sus tierras y mares nos acoge al nacer.
De esa España que provocó la guerra el 18 de julio y que aún hoy vive sobre los huesos de sus víctimas intentó huir Blas de Otero y se autoexilió a París, donde frecuentó los círculos comunistas de la resistencia antifranquista y que le hacen comprometerse hasta mancharse en nuestro PCE en el 1952. Celaya en unos versos dedicados a su amigo y camarada describe justifica este compromiso en: Todo el dolor del mundo le atraía a nosotros… Allí en ese París de exiliados se construyó buena parte de sus versos, considerados herramientas de lucha para la transformación, canta para el hombre, para la inmensa mayoría y pide la paz y la palabra. Clama por una España justa y socialista.
Para nosotros los Comunistas de Málaga sus versos tienen una especial motivación, nos describe, nos canta y denuncia el dolor de nuestro pueblo. Así en su “Canción nueve” dice:
AZUL de madrugada
en el puerto de Málaga.
El aire ríe, el aire
igual que una muchacha;
junto al Perchel, sonrisas
y miseria y desgracia.
En el puerto de Málaga.
O en los versos de “El mar” donde señala: …amarga mar de Málaga,
borrad
los años fraticidas,
unid
en una sola ola
las soledades de los españoles.
Para recordar en “Españahogándose” como:
…una
guitarra en el Perchel de noche
la plaza rayada de fusiles
frente a Torrijos y sus compañeros.
Esa Málaga a la vez hermosa y amarga que pende al cielo la camisa de los Fusilamientos, es la málaga de Prados y Altolaguirre que durante la República se conmovieron con los sufrimientos del pueblo, el hambre, la represión de octubre de 1934 y la vileza de los criminales fascistas. Esa Málaga es la que cantamos al recordar a querido poeta.
¿DÓNDE está Blas Otero? Está invisible en la bahía de Málaga, con los ojos abiertos recordándonos que la poesía, como diría su amigo Gabriel Celaya, es un arma cargada de futuro.
Finalizamos este recuerdo al camarada Blas de Otero con uno de sus versos más significativos:
EN EL PRINCIPIO
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
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