“Me llamo Julián Grimau, soy miembro del Comité Central
del PCE y me encuentro en España cumpliendo una misión de mi partido”.
Con estas palabras el camarada Julián responde
una y otra vez a las terribles torturas que estaba padeciendo. Mientras un
policía- médico, llamado Vicente, con un puño de hierro golpea fuerte y le
hunde una parte de su frente. Cuando piensan que lo han matado lo tiran por una
ventana de la
Dirección General de Seguridad en Madrid. Lo recogen y lo
llevan para que lo atiendan los médicos. En el hospital de la prisión de
Yeserías ingresa, precisamente donde el tal Vicente, es decir el doctor Sentis,
era el jefe de Traumatología. Hay
intentos de asfixiarlo pero Julián está alerta día y noche. En febrero de 1963
es trasladado a la cárcel de Carabanchel donde se le aísla en la enfermería.
Son las últimas semanas de
Julián, aquel joven, nacido el 11 de febrero de 1911, en Madrid en el seno de
una familia numerosa –son 14 hermanos- oriunda de Segovia de carácter ilustrada
y liberal, de la que Julián era el mayor de los varones y que ejercía de padre
con sus hermanos, y que tuvo que abandonar los estudios pues la familia no se
podía mantener solo con el sueldo del padre por lo que a los 14 años entró a
trabajar en la
Compañía Iberamericana de Publicaciones, junto a su padre que
era gerente y dos hermanas mayores. Esta Compañía envió posteriormente a Julián
a La Coruña
como subgerente de una librería. Allí aprende gallego e ingresa en la organización
republicana y gallegista de Casares Quiroga,
ORGA. En 1934 regresa a Madrid e ingresa en el partido Republicano
Federal al que estaba afiliado su padre, hombre de confianza de Martínez
Barrios, el que fuera en varias ocasiones presidente de las Cortes republicanas
y presidente del Gobierno.
Al estallar la guerra por el
levantamiento de fascista de Franco, tanto padre como hijo asumen
responsabilidades en defensa de la legalidad republicana. El padre fue
presidente de uno de los Tribunales Populares que había en Madrid y Julián
Grimau fue propuesto por el Partido Republicano Federal para ingresar en los Servicios de Seguridad
del Estado.
Es precisamente en el Madrid
heroico de la guerra civil, en octubre de 1936, decide ingresar en las filas
del Partido Comunista y sirve en los organismos de la Seguridad de la República primero en
Madrid, después en Valencia y finalmente destinado a Barcelona, a la Brigada de Investigación
Criminal.
Con la caída de Cataluña a
comienzos de 1939 Julián tuvo que partir al exilio, dejando a la mujer e hijos
en Barcelona, y fue a parar al campo de concentración de Argelés-sur-Mer de
donde sale en noviembre, ya iniciada la II Guerra Mundial, para embarcar, en el puerto de
Burdeos, en el buque Lasalle, hacia Santo
Domingo. Después fue La
Habana , septiembre de 1940, donde pasó siete años,
colaborando con Vicente Uribe y pedro Checa, y Julián trabajaba con marinos de
barcos españoles para montar enlaces con el interior de España.
En 1947 regresó Julián Grimau a
Francia, que tras pasar un breve tiempo en Toulouse se traslada a París con la
dirección del partido y donde se le hace el responsable del Servicio de Pasos y documentación,
aparato del partido para introducir activistas, prensa y materiales necesarios
para la acción clandestina, trabajando con Domingo Malagón.
En el V Congreso del PCE,
celebrado en Praga en 1954, fue elegido miembro del Comité Central. Tres años
después comienza Julián a pasar clandestinamente a España, primero a Barcelona,
después a Sevilla hasta que acabó asentándose en Madrid junto Francisco Romero
Marín y Semprún, y tras la retirada de este último toma la dirección del
partido en el interior, mientras Francisco Romero lo hace de Castilla y de los
contactos con profesionales e intelectuales. Allí tras la caída de Simón
Sánchez Montero se responsabiliza del aparato clandestino del Partido en
Madrid, era 1959, responsabilizándose de difundir y animar la nueva política de
Reconciliación Nacional.
En 1962 se producen numerosos
conflictos obreros, en Asturias, Cataluña, Madrid, Puertollano, etc. El
Gobierno de la dictadura trataba de parar por todos los medios estas acciones,
aumentando las detenciones, hubo 2438, y deportaciones tanto de trabajadores
como de intelectuales. Es precisamente en este ambiente de lucha antifascista
que, un triste 7 de noviembre, cuando tenía que entrevistarse con dos jóvenes
camarada en la plaza de Roma (Manuel Becerra) de Madrid, uno de ellos Víctor
Díaz Cardiel que se habían hecho con una multicopista y después tenía que
reunirse con quién le suministraba material para la multicopista, un vigilante
de un almacén de papel, que además tenía un negocio de alquiler de bicicletas
cerca del Retiro. Fue detenido en el autobús que iba desde la plaza Manuel
Becerra a la glorieta de Cuatro Caminos.
Julián Grimau es detenido y
conducido a la terrible DGS, al frente del cual estaba Carlos Arias Navarro
“Carnicerito de Málaga” donde le esperaban torturas terribles. El 18 de abril comenzaba la pantomima de
juicio que era el Consejo de Guerra Sumarísimo, la Sala estaba llena de
familiares de presos políticos y los abogados del partido. Grimau iba vestido
con traje y corbata azul con la camisa blanca, y le imputaban cargos
correspondientes a la guerra civil, el haber sido policía rojo y ser militante
del PCE.
Grimau con voz firme contesta a
las acusaciones del fiscal: “Desde los 14 años, no he hecho otra cosa que
trabajar sin descanso. Actué a las órdenes del Gobierno de la república, el
único para mí legítimo. Viví en España pobre y salí más pobre todavía… Nunca he
matado ni torturado a nadie”.
Cuando el fiscal pidió la pena de
muerte en su alegato, el presidente del tribunal le dijo a Grimau si tenía algo
que alegar. Grimau con voz suave y firme dijo: “Soy comunista y continuaré
siéndolo toda mi vida. Actuaré como comunista cada vez que tenga oportunidad de
hecerlo” y cuando intentaba hablar de lo que estaba haciendo en España, hablar
de la Reconciliación
Nacional ,.., lo mandaron callar.
Cuando a Julián Grimau la misma
tarde del 18 de abril escucha la sentencia de pena de muerte por rebelión
militar, permanece impasible. Mientras tanto por todo el mundo se suceden las
noticias de su condena a muerte y se celebran manifestaciones por toda Europa y
numerosos gobiernos interceden por la vida de Grimau, hasta el papa Juan XXIII.
El miserable de Manuel Fraga a la
salida del Consejo de Ministros que ratificaba la sentencia criminal contra el
camarada Grimau declara: “Dados los crímenes cometidos por Grimau, no hay que
esperar que el derecho de gracia se ejerza en su favor”, añadiendo que Grimau
era un personaje “clave” de la represión durante la guerra civil, era “un
torturador profesional”.
En capilla Grimau rechazó
cortésmente los servicios del capellán de la prisión y escribió su última carta
a su familia, a su compañera e hijas. Después una camioneta fuertemente
escoltada llevaba a Grimau al campo de tiro de Carabanchel, cerca de la cárcel,
y cuando llegaron tres camiones formaron un semicírculo con sus faros. Bajó
Grimau, esposado y le ataron las piernas con un cinturón. Alguien intentó
vendarle los ojos y él se negó. Enseguida sonaron las descargas.
Era la
madrugada del 20 de abril de 1963 y Julián Grimau caía fusilado.
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