Hace unos años leí el libro de Alejandro Ruiz Huerta sobre los crímenes de Atocha de enero de 1977, “La memoria incómoda. Los abogados de Atocha”, editorial Dossoles, y junto a las inevitables reflexiones políticas y las, ya a estas alturas, de carácter histórico, me sentí inmerso en una profunda tristeza por lo irreversible de las muertes provocadas, en esa fría noche de enero de hace 35 años, por dos pistoleros fascistas arropados por la corruptela de los restos del aparato del sindicalismo vertical y sectores de las fuerzas policiales.
Pero lo que realmente provoca estas líneas es el deseo de resaltar el lado humano de los que perecieron en ese despacho el 24 de enero de 1977; nunca llegué a conocerles y mis vivencias personales de esa etapas son las propias de alguien muy joven ( no había cumplido 13 años), que traduce sus inquietudes sociales en un compromiso, que también cumple ahora 35 años, con las mismas ideas y partido de los que cayeron en esa terrorífica semana.
Creo que de la misma lectura del libro, así como de los testimonios directos o indirectos que a lo largo de los años uno puede recoger, se desprende que las personas asesinadas en Atocha 55, eran seres humanos de una sola pieza, que en sus cortas vidas asumieron su cuota de responsabilidad con los valores más bellos a los que pueden aspirar los ciudadanos: solidaridad con los más desfavorecidos, justicia social y respeto a la libertad y a la democracia.
Por eso es de agradecer que Alejandro Ruiz Huerta, precisamente uno de los lograron salir de aquel infierno de sangre y tiros, nos recordara lo que ocurrió y nos permita un acercamiento al perfil humano de las víctimas, que habitualmente las crónicas periodísticas no suelen abordar, pero que ayudan a reforzar nuestro desprecio por la violencia y los crímenes de cualquier tipo de terrorismo, incluido el de Estado. También me he preguntado si en algún momento a los asesinos de Atocha se les paso por la cabeza lo irreversible de su acción, el profundo dolor que causaron a familiares, amigos y ciudadanos de bien; es más que posible que emborrachados en su fanatismo fascista nunca lo hayan lamentado, pero esto no me ha impedido, en un alarde de voluntaria ficción, plantearme que esos cinco proyectos personales, truncados por las balas, hubieran madurado en su vertiente profesional, personal, familiar y política (al margen de la adscripción política que hoy pudieran tener) y hubieran añadido su pizca de bondad a este complicado siglo XXI.
Está el libro en cuestión en un lugar visible de mi biblioteca, con la esperanza de que mis dos hijas y mi hijo (estudiante de Derecho, como lo fueron estos héroes) logren encontrar en su lectura un aliciente más para formarse como buenos y honestos ciudadanos a través del testimonio de vida y muerte de estos ejemplares españoles que fueron Javier Benavides Orgaz, Serafín Holgado de Antonio, Angel Rodríguez Leal, Javier Sauquillo Pérez del Arco y Enrique Valdevira Ibañez.; su recuerdo y la muestra de dignidad y serenidad de miles de personas en su entierro, así como la responsabilidad y el patriotismo mostrado por el PCE en ese momento, me permite reforzar el legítimo orgullo de haber compartido con mis camaradas de Atocha 55 el proyecto de emancipación humana que significa el ideal comunista; estoy convencido que bastantes seguiremos en esa tarea.
Pedro Moreno Brenes
Portavoz del Grupo Municipal de IULV-CA de Málaga
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