Carlos Martínez García / Juan Torres López
Es normal que tanta gente se haya escandalizado y esté
sorprendida de la magnitud del recorte que acaba de hacer del gobierno andaluz.
Dos mil quinientos millones menos de gasto son muchos y cuando se anuncia que
van a producir, entre otras cosas, una disminución media de 3.000 euros anuales
en el sueldo de los funcionarios, resulta lógico que una gran parte de la
población se indigne y crea que haber formado un gobierno de coalición que
decía enfrentarse precisamente a este tipo de recortes, no ha servido para nada
(aunque también se podría decir que quizá no se habría tenido que llegar a tomar
estas medidas si muchas más personas, y sobre todo funcionarios, se hubieran
indignado con anterioridad, desde que se empezaron a recortar sus derechos).
Vaya por delante que estamos radicalmente en contra de que
se lleven a cabo este tipo de medidas. Las rebajas salariales, la paralización
de obra pública, y la disminución de los recursos destinados a financiar los
programas de guarderías, libros de texto gratuitos o fomento de empleo tendrán
un inevitable efecto negativo sobre la demanda y contraerán aún más la economía
andaluza, ya de por sí con un pulso muy bajo y en crisis profunda. Harán que se
pierdan más empleos en las pequeñas y medianas empresas y que se aleje la
expectativa de la recuperación económica. Además de muy injustas, son contraproducentes
e ineficaces para salir de la crisis. Y otras de las medidas, como las de
copago, seguramente no permitan ningún ahorro a medio y largo plazo, tal y como
se desprende las investigaciones científicas que se han hecho para conocer su
incidencia efectiva.
También creemos que de ninguna manera se puede decir que se
trate de medidas “inevitables” porque se podrían haber evitado si los poderes
públicos no vinieran haciendo una política tan esclava de los grandes poderes
financieros desde que empezó la crisis. Como se ha demostrado en libros y
escritor de todo tipo, hay alternativas a estas políticas que, en lugar de
llevarnos de nuevo a la recesión o a la depresión a donde vamos, nos hubieran
permitido salir de la crisis. Es importante no renunciar nunca a la pedagogía,
explicando claramente a la población lo que de verdad está ocurriendo.
Dicho esto, creemos, sin embargo, que se debe ser
inteligente y no caer en una crítica descontextualizada de lo que hace este
gobierno que solo favorecería al PP y a los poderes económicos. Desgraciada, o
mejor inevitablemente, para transformar la realidad y sobre todo sociedades tan
complejas como las nuestras en estos momentos históricos, no basta con hacer
discursos retóricos o emitir condenas moralizadoras, sino que hay que hacer
política, en el sentido de incidir en los factores concretos de los que
dependen que ocurran o no las cosas que están ocurriendo. Precisamente por eso
apoyamos la creación de un gobierno de coalición de izquierdas como el actual.
Y, desde ese punto de vista, creemos que para valorar
adecuadamente las medidas que ha tomado el gobierno andaluz hay que tener en
cuenta algo más que su propia inconveniencia, que acabamos de subrayar.
En primer lugar, no podemos olvidar que Andalucía no es un
Estado sino una comunidad autónoma y que las políticas de ingreso y gasto que
como tal lleva a cabo son una especie de resultado en cascada de las que toma
el gobierno central, y mucho más en las actuales circunstancias, cuando éste
último ha adoptado una posición muy beligerante contra las autotomías y cuando
impone como de obligado cumplimiento medidas tan restrictivas como las que
ahora condicionan las decisiones del gobierno andaluz.
En segundo lugar, y en relación con lo anterior, hay que
tener en cuenta que estas medidas del gobierno andaluz no se realizan por
voluntad propia sino como resultado de la obligación de no superar un déficit
público superior al 1,5% contemplado en los Presupuestos Generales del Estado
aprobados e impuestos por la mayoría absoluta del PP. Una obligación que si no
fuese cumplida llevaría consigo la intervención de la Junta de Andalucía y
consecuencias mucho peores y que es necesario evitar en todo caso.
Por eso resulta verdaderamente desvergonzada la posición
política del Partido Popular andaluz cuando critica el recorte del gobierno
andaluz obviando que ha sido ese partido el que realmente lo ha impuesto a
través de su gobierno de Madrid.
En tercer lugar, hay que valorar positivamente el esfuerzo
que hace el gobierno andaluz (y que esperamos que sea acertado en su aplicación
efectiva y no solo sobre el programa) para que el recorte se aplique sin
pérdidas directas e inmediatas de empleo (indirectas las va a haber, como queda
dicho), con efecto más suavizado sobre los empleados con niveles más bajos de
renta y afectando lo menos posible a servicios públicos esenciales que se
hubieran deteriorado en mayor medida de haber aplicado directamente las
propuestas del gobierno central.
En cualquier caso, y aún cuando podamos entender que se
trata de una medida obligada, tal y como hemos señalado, no podemos dejar de
manifestar que es lamentable la falta de comunicación y la escasa complicidad
de los partidos que forman el gobierno con la población y en especial con la
que ha apoyado su constitución.
Nos parece un error fundamental -y mucho más en las
circunstancias en las que estamos- que este gobierno actúe simplemente como una
oficina de gestión. Lleva muy poco tiempo en ejercicio pero ya se ha podido
comprobar que no es lo suficientemente transparente ni participativo como se
debe ser para conseguir que la población comprenda lo que hace y le arrope
cuando adopta decisiones tan difíciles como las de ahora o como la que
seguramente va a tener que tomar más adelante. O este gobierno es más valiente
y cercano a la hora de hablarle a la ciudadanía, y más movilizador, o fracasará
con rapidez. Y para serlo debe buscar con más acierto y apertura las
complicidades y alianzas así como señalar mucho más claramente, en la práctica
y no en el papel, la frontera que lo separa de la derecha y de los poderes
financieros que realmente son las responsables de estos recortes.
Andalucía, debe ser un referente y no precisamente de sol,
ferias y playa, sino de coherencia y defensa de los intereses sociales y
democráticos. Si en Francia hay movimientos; si en Grecia se consolida la
izquierda tras las próximas elecciones; si en Europa hay otras regiones
rebeldes frente a la estafa neoliberal; si hay movimientos sociales y populares
dispuestos a enfrentarse a esta debacle generalizada, no podemos permitirnos
que fracase nuestro gobierno andaluz. Claro que para ello es imprescindible que
los partidos que lo forman sean los primeros en hacer bien las cosas y que se
apoyen en mayor medida en su base social y electoral.
Carlos Martínez García, politólogo, y Juan Torres López,
catedrático de Economía de la
Universidad de Sevilla. Ambos son miembros de ATTAC y
promotores de las Mesas para la
Convergencia y la Acción Social
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