Eran los años de la dulce inopia europeísta y por aquel entonces sólo IU (y el PCE en ella) alertaba de lo que iba a suponer el Tratado de Maastricht y supusieron después los tratados de Amsterdam, Niza, etcétera. Desde el FMI hasta el BCE pasando por el Gobernador del Banco de España,
Pero esos poderes llamados mercados que parecen no tener entidad concreta y son nombrados con unción mística, tienen nombres y apellidos. Bancos, fondos de inversión, centros bursátiles, especuladores grandes y pequeños, paraísos fiscales, agencias de calificación y agiotistas en general no son otra cosa que los detentadores de la plaga de nuestros días: el capitalismo financiero. Este poder fáctico, erigido en religión que exige sacrificios constantes para saciar su inextinguible apetito, no hace otra cosa que seguir los mandatos de una ley inexorable y esencial a su naturaleza: la ganancia permanente, la depredación continuada, la concentración de recursos hasta el paroxismo. Nada nuevo desde Marx. Pero este poder no sería nada si no tuviera acólitos, servidores y propagadores de sus excelencias; políticos, medios de comunicación, intelectuales, profesores, trabajadores engatusados y pequeños rentistas que juegan a ser grandes; toda una cohorte de iniciados en sus ritos y ceremonias de las que extraen su parte alícuota del botín; aunque ésta sea pequeña. En torno a esto abro cuatro puntos de reflexión.
1) Si los mercados son los que marcan la política,
2) Quien siga negando la existencia de la lucha de clases teniendo ante sí este ataque y los que vendrán a los intereses de los trabajadores y pensionistas es que le ciega la luz de la evidencia. Otra cosa es que alguno de los luchadores en presencia no quiera, no sepa o no se atreva a sacar las consecuencias prácticas de esta evidencia. Warren Buffet, multimillonario norteamericano ya dijo en el 2005: de acuerdo, la lucha de clases existe, pero la están ganado los míos.
3) Cuando la crisis de 1929 los capitalistas aceptaron las políticas keynesianas que supusieron para ellos fuertes incrementos en sus impuestos (hasta el 90% en algunos casos), prevaleció la idea de que para salvar al sistema debían hacer concesiones. Las razones de fondo estribaban en la existencia de
4) Los hombres y mujeres que, organizados o no, seguimos combatiendo y estamos dispuestos a intensificar nuestros esfuerzos contra esta barbarie, demandamos, exigimos una convocatoria unitaria capaz de galvanizar colectivamente voluntades, esfuerzos, dedicaciones y proyectos de transformación. Toda dilación en esta tarea, todo ensimismamiento en arabescos inútiles o toda actitud enfeudada en la inercia, es incorporarse objetivamente a la legión de sacerdotes de este Baal insaciable.
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