Antonio Tellado
Secretario Político de la Agrupación “Andrés Rodríguez” del PCA de Málaga
A punto de cumplirse veinticinco años del trágico accidente de Chernóbyl vuelve a la actualidad el debate sobre el peligro de las centrales nucleares como fuente de energía. En aquella ocasión, la contaminación radioactiva generada por el accidente afectó a cientos de miles de personas y la nube radioactiva se extendió por 13 países europeos causando el aumento de la mortalidad por cáncer. Se calcula que ya han muerto a causa de aquel accidente más de doscientas mil personas y aunque por el tiempo transcurrido cueste creerlo, todavía podrían morir otras cien mil personas más. Sin embargo, no se quiso aprender de aquella lección, mejor dicho, no les interesa a los que promueven las centrales nucleares.
¿Por qué se siguieron construyendo centrales nucleares pese a haber quedado de manifiesto el enorme riesgo que suponen para la población? Desde luego el lobby nuclear no busca el beneficio de la mayoría de la población, sino obtener muchos beneficios, porque para ellos la energía nuclear es un gran negocio, un sustancioso negocio, en primer lugar para las grandes potencias que venden el uranio enriquecido y, naturalmente, para los que explotan las centrales. El negocio sería para ellos absolutamente deficitario si, como es lógico pensar, tuvieran que encargarse de su construcción y del almacenaje y tratamiento de los residuos tóxicos radioactivos, sin embargo el poderoso lobby cuenta con el Estado –o sea, nuestros bolsillos- para que asuma el pago de tan costosa carga, porque para eso ha estado siempre el Estado, para proporcionar y subvencionar los grandes negocios de los galácticos del IBEX. Todos los gastos a cargo del contribuyente, incluidos los derivados de los daños personales, materiales y al medio ambiente ocasionados por posibles accidentes o fugas, que serían considerados, como suele ser habitual en los que ven al resto de los humanos desde las grandes alturas, sólo daños colaterales. Así se las ponían a Fernando VII,
El reciente terremoto de Japón ha vuelto a poner de manifiesto la irresponsabilidad que supone seguir manteniendo la energía nuclear, nuevamente cientos de miles de personas tendrán que desplazarse abandonando sus casas y sus campos, y muchos de ellos morirán como consecuencia de las radiaciones. Los periodistas y tertulianos de televisión, siempre en defensa del sistema, recalcan que el desastre nuclear se ha debido a los terremotos que asolaron al país nipón y el posterior tsunami, sin embargo, eso no excluye, ni mucho menos, la responsabilidad de quienes las promovieron e instalaron, porque siempre existe y existirá la posibilidad de que se produzca un terremoto en cualquier lugar del planeta –en Japón precisamente son habituales-. El impacto ambiental de los residuos radioactivos puede durar mucho tiempo y la nube radioactiva generada por las explosiones será desplazada por el viento, pudiendo afectar a millones de personas. Mientras tanto, una muerte en el plazo de días o meses espera a las personas que permanecen en el recinto accidentado y a los bomberos a los que se les envía apelando al honor de Japón. Ya se sabe que los grandes capitalistas siempre han usado al ser humano como carne de cañón en defensa de sus intereses, luego, con la hipocresía que les caracteriza, creerán pagarles calificándolos de héroes u organizando homenajes póstumos en su recuerdo..
Las cifras de las víctimas mortales del accidente de la central de Fukushima no pararán de crecer hasta alcanzar cientos de miles de personas, algo que ocultarán los voceros de la prensa y la televisión del sistema, que mientras tanto, seguirán con sus mentiras para convencernos de la bondad de la energía nuclear y de que no hay ningún peligro. Y es que, como vemos, la capacidad del dinero para comprar conciencias es cada vez mayor y el número de los aspirantes a ser comprados no para de crecer. La mayor preocupación para los miembros del poderoso lobby en estos días, será, sin duda, la importante bajada de la cotización de sus acciones en bolsa.
Como la gente no es tonta, aunque se hagan denodados esfuerzos para que lo sea, si se explicara bien cuáles son los peligros y se convocara un referéndum para decidir, es seguro que la inmensa mayoría estaría en contra de la energía nuclear. Eso sí sería democrático, hacer un referéndum, pero ya sabemos que nuestra democracia es una democracia de baja calidad, muy mediatizada por los poderes económicos. A ver si por fin espabilamos.
ANTONIO TELLADO
larepublica.es
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