El viernes 6 de febrero se cumplía el 25 aniversario del fallecimiento del poeta vallisoletano Jorge Guillén, cuyos restos descansan en el cementerio Inglés de la capital malagueña. Esta efeméride ha pasado casi desapercibida en nuestro país, apenas una tertulia literaria en el Ateneo de Málaga y algún ocasional artículo en alguna esquina de un periódico.
El olvido de nuestros poetas es un síntoma más de la degradación intelectual y cultural de un país. El olvido de este significado poeta de la denominada Generación del 27 no deja de ser un ejemplo más de ello. Todo lo que no sean fastos grandilocuentes o esperpentos populacheros, para mayor gloria de alcaldes o presidentes, no tienen cabida en la política cultural del país, de la comunidad autónoma o de las ciudades. Para la cultura con mayúsculas queda el silencio y el olvido.
“La poesía de Jorge Guillén –nos dijo Alberti-, en aquel perfilado conjunto de su libro (Cántico), aparecía como una de las más personales de España”. Y García Lorca, sobre el universo poético de Guillén, escribe: “Cada vez se me adentra más tu poesía limpia, hermosa (eso es). Hermosa, llena de una emoción divina, completamente conocida por intacta”. Los versos que emocionaron a nuestros queridos Rafael y Federico no han merecido ningún reconocimiento, más allá de lo testimonial o la lectura de algunos de sus versos en la soledad de sus casas por los incondicionales.
Jorge Guillén nunca participó directamente en política, se definió alguna vez como un “demócrata liberal que deriva hacia un cierto socialismo”. Sin embargo, cuando estalló la Guerra Civil Española era catedrático en la Universidad de Sevilla; intentó huir a Francia, pero fue detenido en Pamplona y se le condenó a muerte, acusado de espionaje. Aunque recuperó la libertad, Jorge Guillén fue inhabilitado para el ejercicio de todo cargo público y en 1938 decidió abandonar España. Durante su exilio, dejó su huella en Francia, Estados Unidos, Puerto Rico y Méjico; no volvió a España hasta el año 1977, eligiendo la ciudad de Málaga para pasar el resto de su vida.
Buena parte de la obra de Guillén hasta 1940 está recogida en un volumen, titulado Cántico, que fue creciendo en sucesivas ediciones, 1928, 1936, 1945, la última y definitiva (1950) contiene 334 poemas. En esta obra exalta el goce de existir, la armonía del cosmos, la luminosidad, la plenitud del ser y la integración del poeta en un universo perfecto donde muchas veces se funden amada y paisaje. El optimismo y la serenidad presiden los diferentes poemas que componen el libro.
Clamor, su siguiente libro, se divide en tres partes. Guillén a causa de la experiencia de la Guerra Civil española toma conciencia de la temporalidad y da entrada a los elementos negativos de la historia: la miseria, la guerra, el dolor, la muerte... Si Cántico es el agradecimiento del poeta por la perfección de la creación, en Clamor se cuartea la creencia en la perfección del cosmos. Sin embargo, no es un libro angustioso o pesimista pues en él domina el deseo de vivir. En 1967, se publica su tercer libro, Homenaje. El carácter unitario que siempre advirtió Guillén en estas tres obras, Cántico, Clamor y Homenaje, lo llevó a agruparlas en un volumen, Aire nuestro (1968).
En el año 1976 su reconocimiento es unánime en todo el ámbito latinoamericano con la consecución del Premio Cervantes. Un año después, también se alzaría con el Premio Internacional Alfonso Reyes. Andalucía lo reconoció como Hijo Predilecto en 1983, un año antes de morir en Málaga.
A pesar de su exilio, durante el franquismo, la lectura de su obra no dejó de ganar adeptos, hasta el punto de que uno de los grupos poéticos más importantes del periodo,el constituido en Córdoba por Pablo García Baena, Ricardo Molina, Julio Aumente, Juan Bernier y Mario López, adoptó el nombre de Cántico.
La palabra seguía, y sigue siendo motor del mundo. La palabra de Guillén en algunas de sus composiciones, quizás las menos conocidas, son un grito de protesta ante las intensas realidades de nuestro tiempo: guerras, dictaduras, injusticias, negocios, tiranías, muerte, explotación,…, sin embargo son tan actuales.
Un mundo parece desaparecer, pero no se atisba el nuevo mundo por nacer. Lo viejo y lo nuevo en la sempiterna pugna del tiempo son el hoy. La poesía como expresaba nuestro Gabriel Celaya sigue siendo un arma cargada de futuro, siempre nos queda la palabra.
Jorge Guillén para Comunistas de Málaga, independientemente de otros factores, nos da mimbres necesarios para la construcción del futuro, son parte del acerbo cultural, ético y de la memoria democrática de España, la silenciada, la imprescindible. Por ello nuestro modesto reconocimiento y homenaje en este cuarto de siglo sin su amable mirada.
El olvido de nuestros poetas es un síntoma más de la degradación intelectual y cultural de un país. El olvido de este significado poeta de la denominada Generación del 27 no deja de ser un ejemplo más de ello. Todo lo que no sean fastos grandilocuentes o esperpentos populacheros, para mayor gloria de alcaldes o presidentes, no tienen cabida en la política cultural del país, de la comunidad autónoma o de las ciudades. Para la cultura con mayúsculas queda el silencio y el olvido.
“La poesía de Jorge Guillén –nos dijo Alberti-, en aquel perfilado conjunto de su libro (Cántico), aparecía como una de las más personales de España”. Y García Lorca, sobre el universo poético de Guillén, escribe: “Cada vez se me adentra más tu poesía limpia, hermosa (eso es). Hermosa, llena de una emoción divina, completamente conocida por intacta”. Los versos que emocionaron a nuestros queridos Rafael y Federico no han merecido ningún reconocimiento, más allá de lo testimonial o la lectura de algunos de sus versos en la soledad de sus casas por los incondicionales.
Jorge Guillén nunca participó directamente en política, se definió alguna vez como un “demócrata liberal que deriva hacia un cierto socialismo”. Sin embargo, cuando estalló la Guerra Civil Española era catedrático en la Universidad de Sevilla; intentó huir a Francia, pero fue detenido en Pamplona y se le condenó a muerte, acusado de espionaje. Aunque recuperó la libertad, Jorge Guillén fue inhabilitado para el ejercicio de todo cargo público y en 1938 decidió abandonar España. Durante su exilio, dejó su huella en Francia, Estados Unidos, Puerto Rico y Méjico; no volvió a España hasta el año 1977, eligiendo la ciudad de Málaga para pasar el resto de su vida.
Buena parte de la obra de Guillén hasta 1940 está recogida en un volumen, titulado Cántico, que fue creciendo en sucesivas ediciones, 1928, 1936, 1945, la última y definitiva (1950) contiene 334 poemas. En esta obra exalta el goce de existir, la armonía del cosmos, la luminosidad, la plenitud del ser y la integración del poeta en un universo perfecto donde muchas veces se funden amada y paisaje. El optimismo y la serenidad presiden los diferentes poemas que componen el libro.
Clamor, su siguiente libro, se divide en tres partes. Guillén a causa de la experiencia de la Guerra Civil española toma conciencia de la temporalidad y da entrada a los elementos negativos de la historia: la miseria, la guerra, el dolor, la muerte... Si Cántico es el agradecimiento del poeta por la perfección de la creación, en Clamor se cuartea la creencia en la perfección del cosmos. Sin embargo, no es un libro angustioso o pesimista pues en él domina el deseo de vivir. En 1967, se publica su tercer libro, Homenaje. El carácter unitario que siempre advirtió Guillén en estas tres obras, Cántico, Clamor y Homenaje, lo llevó a agruparlas en un volumen, Aire nuestro (1968).
En el año 1976 su reconocimiento es unánime en todo el ámbito latinoamericano con la consecución del Premio Cervantes. Un año después, también se alzaría con el Premio Internacional Alfonso Reyes. Andalucía lo reconoció como Hijo Predilecto en 1983, un año antes de morir en Málaga.
A pesar de su exilio, durante el franquismo, la lectura de su obra no dejó de ganar adeptos, hasta el punto de que uno de los grupos poéticos más importantes del periodo,el constituido en Córdoba por Pablo García Baena, Ricardo Molina, Julio Aumente, Juan Bernier y Mario López, adoptó el nombre de Cántico.
La palabra seguía, y sigue siendo motor del mundo. La palabra de Guillén en algunas de sus composiciones, quizás las menos conocidas, son un grito de protesta ante las intensas realidades de nuestro tiempo: guerras, dictaduras, injusticias, negocios, tiranías, muerte, explotación,…, sin embargo son tan actuales.
Un mundo parece desaparecer, pero no se atisba el nuevo mundo por nacer. Lo viejo y lo nuevo en la sempiterna pugna del tiempo son el hoy. La poesía como expresaba nuestro Gabriel Celaya sigue siendo un arma cargada de futuro, siempre nos queda la palabra.
Jorge Guillén para Comunistas de Málaga, independientemente de otros factores, nos da mimbres necesarios para la construcción del futuro, son parte del acerbo cultural, ético y de la memoria democrática de España, la silenciada, la imprescindible. Por ello nuestro modesto reconocimiento y homenaje en este cuarto de siglo sin su amable mirada.
La sangre al río
Llegó la sangre al río.
Todos los ríos eran una sangre,
Y por las carreteras
De soleado polvo
¿O de luna olivácea?
Corría en río sangre ya fangosa
Y en las alcantarillas invisibles
El sangriento caudal era humillado
Por las heces de todos.
Entre las sangres todos siempre juntos,
Juntos formaban una red de miedo.
También demacra el miedo al que asesina,
Y el aterrado rostro palidece,
Frente a la cal de la pared postrera,
Como el semblante de quien es tan puro
Que mata.
Encrespándose en viento el crimen sopla.
Lo sienten las espigas de los trigos,
Lo barruntan los pájaros,
No deja respirar al transeúnte
Ni al todavía oculto,
No hay pecho que no ahogue:
Blanco posible de posible bala.
Innúmeros, los muertos,
Crujen triunfantes odios
De los aún, aún supervivientes.
A través de las llamas
Se ven fulgir quimeras,
Y hacia un mortal vacío
Clamando van dolores tras dolores.
Convencidos, solemnes si son jueces
Según terror con cara de justicia,
En baraúnda de misión y crimen
Se arrojan muchos a la gran hoguera
Que aviva con tal saña el mismo viento,
Y arde por fin el viento bajo un humo
Sin sentido quizá para las nubes.
¿Sin sentido? Jamás.
No es absurdo jamás horror tan grave.
Por entre los vaivenes de sucesos
¿Abnegados, sublimes, tenebrosos,
Feroces?
La crisis vocifera su palabra
De mentira o verdad,
Y su ruta va abriéndose la Historia,
Allí mayor, hacia el futuro ignoto,
Que aguardan la esperanza, la conciencia
De tantas, tantas vidas.
Llegó la sangre al río.
Todos los ríos eran una sangre,
Y por las carreteras
De soleado polvo
¿O de luna olivácea?
Corría en río sangre ya fangosa
Y en las alcantarillas invisibles
El sangriento caudal era humillado
Por las heces de todos.
Entre las sangres todos siempre juntos,
Juntos formaban una red de miedo.
También demacra el miedo al que asesina,
Y el aterrado rostro palidece,
Frente a la cal de la pared postrera,
Como el semblante de quien es tan puro
Que mata.
Encrespándose en viento el crimen sopla.
Lo sienten las espigas de los trigos,
Lo barruntan los pájaros,
No deja respirar al transeúnte
Ni al todavía oculto,
No hay pecho que no ahogue:
Blanco posible de posible bala.
Innúmeros, los muertos,
Crujen triunfantes odios
De los aún, aún supervivientes.
A través de las llamas
Se ven fulgir quimeras,
Y hacia un mortal vacío
Clamando van dolores tras dolores.
Convencidos, solemnes si son jueces
Según terror con cara de justicia,
En baraúnda de misión y crimen
Se arrojan muchos a la gran hoguera
Que aviva con tal saña el mismo viento,
Y arde por fin el viento bajo un humo
Sin sentido quizá para las nubes.
¿Sin sentido? Jamás.
No es absurdo jamás horror tan grave.
Por entre los vaivenes de sucesos
¿Abnegados, sublimes, tenebrosos,
Feroces?
La crisis vocifera su palabra
De mentira o verdad,
Y su ruta va abriéndose la Historia,
Allí mayor, hacia el futuro ignoto,
Que aguardan la esperanza, la conciencia
De tantas, tantas vidas.
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