El 12 de febrero se cumplieron 25 años de la muerte del escritor argentino Julio Cortázar, quizás uno de los más brillantes del pasado siglo. Su legado literario es enorme, cuentos, novelas, poemas, escritos periodísticos, traducciones,...que en buena medida ha contaminado el universo de lo mejor de las letras actuales.
El venezolano Edgar Borges nos recuerda unas palabras de Cortázar que “todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá entre nosotros y dará su sombra en nuestra memoria”. El árbol de su obra nos sigue dando sombra veinticinco años después que nos abandonara a nuestra suerte. Pero nos dejó un “bien” imperecedero el de estar a contracorriente siempre de lo establecido, en primera línea de las nuevas narrativas, articulando un discurso propio que como en Rayuela se identifica con la cotidianeidad convirtiéndola en algo fantástico que se puede tener múltiples lecturas. También nos llamó la atención sobre la obra de Edgar Allan Poe realizando una de las traducciones más celebradas. Inventó los surrealistas, y a la vez tan humanos, Cronopios que junto a las Famas simbolizan ese mundo alternativo que sobrevuela la realidad.
Cortázar siempre fue un amante del vivir con mayúsculas, el jazz, el boxeo, las noches en blanco y que fueron motivo esencial de sus escritos Las armas secretas, El perseguidor, La vuelta al día en ochenta mundos, Todos los fuegos el fuego, 62 modelo para armar, Libro de Manuel, Último round, Bestiario, y muchos otros sueños que nos ofreció para confrontarlos con los nuestros.
También toda su obra traspira compromiso con esa vida que tanto amó, compromiso hasta mancharse defendiendo a Cuba frente al imperialismo norteamericano pero criticando desde la camaradería los aspectos en que veía inadecuados. También su Nicaragua tan violentamente dulce, quizás la revolución más deseada por sorprendente, ya que según decía, no tenía tras de sí dos mil años de guerra en la selva como Vietnam, por la que sentía infinita ternura y le hacía volver a ella constantemente mientras vivió.
Julio defendió siempre un ideario socialista, alejado de modelos “reales”que vislumbró como negadores elementos centrales del ideario de las izquierdas y señaló que ... “sólo creo en el socialismo como posibilidad humana; pero ese socialismo debe ser un fénix permanente, dejarse atrás a sí mismo en un proceso de renovación y de invención constantes; y eso sólo puede conseguirse a través de su propia crítica,...”.
Cortázar acogió las palabras de Rimbaud: Hay que cambiar la vida, para comprender con Marx que si la vida transcurría como durante todo el periodo que vivió del siglo XX y que había sido trazado por eso que denominan “Occidente”, el destino del hombre sería el orwelliano 1984. Así pues, el señaló al Socialismo como nacido para destruir ese Pantocrator en Rusia en la imagen del Zar, en Fidel para hacer lo propio con Batista y los sandinistas con Somoza. Hoy día diríamos que el Socialismo del siglo XXI nace para destruir las bases sobre las que se asienta el neoliberalismo actual. Es verdad que las fuerzas son desiguales, los millones de desheredados del mundo dispersos y sin un fin colectivo que unitario, pero la crisis económico-financiera abre las puertas a que hagamos de la necesidad virtud y se reconstruya las bases de una nueva Internacional para otro mundo posible.
Julio Cortázar utilizaba unas palabras, de comandante sandinista Tomás Borge, para resumir su manera de ser socialista “No se puede ser revolucionario sin ternura en los ojos y en las manos, sin amor a los pobres y a los niños”. Precisamente de eso se trata y que mejor que unos versos del propio Julio dedicados al Che Guevara para resaltar la singularidad revolucionaria en pos de ese ansiado “hombre nuevo”, de ese Mundo nuevo que debemos creer hacer posible.
Che
Yo tuve un hermano.
No nos vinos nunca
pero no importaba.
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.
No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
El venezolano Edgar Borges nos recuerda unas palabras de Cortázar que “todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá entre nosotros y dará su sombra en nuestra memoria”. El árbol de su obra nos sigue dando sombra veinticinco años después que nos abandonara a nuestra suerte. Pero nos dejó un “bien” imperecedero el de estar a contracorriente siempre de lo establecido, en primera línea de las nuevas narrativas, articulando un discurso propio que como en Rayuela se identifica con la cotidianeidad convirtiéndola en algo fantástico que se puede tener múltiples lecturas. También nos llamó la atención sobre la obra de Edgar Allan Poe realizando una de las traducciones más celebradas. Inventó los surrealistas, y a la vez tan humanos, Cronopios que junto a las Famas simbolizan ese mundo alternativo que sobrevuela la realidad.
Cortázar siempre fue un amante del vivir con mayúsculas, el jazz, el boxeo, las noches en blanco y que fueron motivo esencial de sus escritos Las armas secretas, El perseguidor, La vuelta al día en ochenta mundos, Todos los fuegos el fuego, 62 modelo para armar, Libro de Manuel, Último round, Bestiario, y muchos otros sueños que nos ofreció para confrontarlos con los nuestros.
También toda su obra traspira compromiso con esa vida que tanto amó, compromiso hasta mancharse defendiendo a Cuba frente al imperialismo norteamericano pero criticando desde la camaradería los aspectos en que veía inadecuados. También su Nicaragua tan violentamente dulce, quizás la revolución más deseada por sorprendente, ya que según decía, no tenía tras de sí dos mil años de guerra en la selva como Vietnam, por la que sentía infinita ternura y le hacía volver a ella constantemente mientras vivió.
Julio defendió siempre un ideario socialista, alejado de modelos “reales”que vislumbró como negadores elementos centrales del ideario de las izquierdas y señaló que ... “sólo creo en el socialismo como posibilidad humana; pero ese socialismo debe ser un fénix permanente, dejarse atrás a sí mismo en un proceso de renovación y de invención constantes; y eso sólo puede conseguirse a través de su propia crítica,...”.
Cortázar acogió las palabras de Rimbaud: Hay que cambiar la vida, para comprender con Marx que si la vida transcurría como durante todo el periodo que vivió del siglo XX y que había sido trazado por eso que denominan “Occidente”, el destino del hombre sería el orwelliano 1984. Así pues, el señaló al Socialismo como nacido para destruir ese Pantocrator en Rusia en la imagen del Zar, en Fidel para hacer lo propio con Batista y los sandinistas con Somoza. Hoy día diríamos que el Socialismo del siglo XXI nace para destruir las bases sobre las que se asienta el neoliberalismo actual. Es verdad que las fuerzas son desiguales, los millones de desheredados del mundo dispersos y sin un fin colectivo que unitario, pero la crisis económico-financiera abre las puertas a que hagamos de la necesidad virtud y se reconstruya las bases de una nueva Internacional para otro mundo posible.
Julio Cortázar utilizaba unas palabras, de comandante sandinista Tomás Borge, para resumir su manera de ser socialista “No se puede ser revolucionario sin ternura en los ojos y en las manos, sin amor a los pobres y a los niños”. Precisamente de eso se trata y que mejor que unos versos del propio Julio dedicados al Che Guevara para resaltar la singularidad revolucionaria en pos de ese ansiado “hombre nuevo”, de ese Mundo nuevo que debemos creer hacer posible.
Che
Yo tuve un hermano.
No nos vinos nunca
pero no importaba.
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.
No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
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