.

.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Insistimos: Sus recortes son violencia

Antonia Morillas
Concejal del Ayto. de Málaga y diputada provincial
La primera vez que tuve conciencia de la existencia de la violencia machista y de que esta era ejercida contra las mujeres por el mero hecho de serlo, apenas tenía 7 años. Recuerdo a mis padres ayudando a una amiga a escapar, huyendo con sus hijos, sin decir adónde, ni siquiera a su familia, por miedo a que su marido pudiera enterarse y fuera a por ella. Recuerdo que tiempo después, fuimos a visitarla y la recuerdo oteando permanentemente a su alrededor, con miedo de pisar la calle y que él pudiera aparecer en cualquier momento.
Cuando les pregunté a mis padres que por qué había escapado, me explicaron las humillaciones y agresiones físicas a las que aquel hombre la sometía. Al preguntar por qué, ellos me respondieron que porque ella era mujer, y él pensaba que era suya y podía hacer con ella lo que quisiera. En ese momento tomé conciencia de que yo, también era mujer, y por tanto expuesta a la violencia machista por el hecho de serlo.
Cuando ayer, día de la conmemoración de la lucha contra la violencia machista, salieron algunos informes de los que suelen proliferar en estos días, un titular llamó mi atención: “El 80% de los jóvenes cree que en la relación, ella debe complacerle a él”.
Entre los resultados destacaban que el 80 por ciento de las personas entrevistadas cree que la chica debe complacer a su novio, el 40 por ciento piensa que el chico tiene la obligación de protegerla a ella y el 60 por ciento está de acuerdo en que los celos son normales en una relación.
Del estudio también se derivaba que la percepción de los jóvenes es que las mujeres son más adecuadas para profesiones "feminizadas", como la educación infantil, la enfermería o la peluquería, mientras que ellos son más mejores para la conducción o la arquitectura. Ven negativo que una mujer aspire a ser camionera o que un hombre se dedique a la peluquería. Algo está fallando, cuando las consignas socialmente aceptadas entre los más jóvenes, establecen funciones y cualidades diferenciadas a razón del sexo y relaciones desiguales y de dominación entre los hombres y las mujeres.
El actual retroceso en la socialización de valores igualitarios entre hombres y mujeres no puede ser explicado haciendo balance cuantitativo del número de campañas institucionales realizadas, o del número de llamadas atendidas para prestar “asesoramiento”, ni del número de talleres de yoga para mujeres. Sin denostar tales acciones, ni menospreciar la función que desempeñan en el marco de las políticas para la igualdad que se impulsan desde los poderes públicos, me parecen insuficientes para ofrecer luz sobre los retrocesos que en materia de igualdad se están produciendo, y pueden despistar e impedir que conozcamos las razones últimas de la desigualdad a razón del género, de la opresión que el sistema y sus cómplices ejercen sobre las mujeres.
El actual retroceso tiene mucho que ver con la reformulación del modelo económico y político y de sus Estados, bajo las premisas neoliberales y patriarcales, dispuestas a eliminar cualquier tímido avance en materia de bienestar común, de derechos y equidad. Y también, tiene que ver mucho con la consolidación de formas de vida y relación desiguales y atomizadas, con el debilitamiento de los instrumentos colectivos para el ejercicio universal de los derechos de ciudadanía.
La creación de servicios públicos permitieron avanzar en la socialización del trabajo de cuidados y en la asunción por parte de los poderes públicos de una parte de las tareas que las mujeres veníamos teniendo atribuidas socialmente a razón del género. Aún así, desde las voces y movimientos feministas, continuábamos insistiendo en la necesidad de garantizar su carácter público y su universalidad, de mejorar su calidad, de crear nuevas prestaciones y nuevas redes de servicios públicos que fueran instrumentos para el ejercicio efectivo de derechos por parte de todxs, y también de las mujeres.
Ahora, esos servicios públicos están en jaque. Los recortes que los partidos neoliberales han perpetrado a raíz de la crisis, haciendo caso omiso a los dictados de la Comisión Europea, el Banco Mundial y el FMI en todo lo relativo a las políticas de ajuste presupuestario, reformas del mercado de trabajo recortando derechos y precarizando las condiciones de acceso y permanencia en el empleo y las privatizaciones de sectores estratégicos, no hacen sino aumentar y diversificar las formas de explotación y opresión, la de clase, la de género, de étnia, etc. , multiplicar las desigualdades y hacer aún más lejana su superación.
Las mujeres llevamos en crisis mucho tiempo, desde mucho antes de que esta fuera decretada por poderes políticos y económicos. Desde mucho antes las mujeres ya veníamos haciendo equilibrismos para organizar la economía doméstica para llegar a fin de mes. Mucho antes las mujeres veníamos asumiendo las más altas tasas de temporalidad y precariedad en el empleo, con mucho mayor riesgo de estar desempleadas. Pero este apretón de tuercas a las de siempre, a los de siempre, viene a ser un redoble de campanas: reducción de gasto social, pauperización de la educación pública, recortes en sanidad, servicios sociales y ley de dependencia, expulsión del sistema de millones de familias que están en el desempleo y no perciben ningún ingreso o el que perciben ni siquiera alcanza para pagar la hipoteca, reducción de los recursos destinados a promover la igualdad, etc. Estos recortes no son ni más ni menos que “violencia de estado” contra todxs, y en primer lugar, contra las mujeres.
La desigualdad es el caldo de cultivo de la violencia machista, en tanto aquella exista, seguirá existiendo la violencia machista, mutando sus formas de expresión quizá, pero manteniendo sus efectos sobre las mujeres, en permanente situación vital de riesgo. Por tanto, la inversión en igualdad tiene necesariamente que ser la prioridad política de los poderes públicos, si estos aspiran a proveer de bienestar a sus miembros. Invertir en igualdad no puede quedar en el mantenimiento o no de una partida presupuestaria, que también, invertir en igualdad, tiene que implicar otro sistema económico, político y social, en el que se inviertan las prioridades y los sujetos, se transformen sus formas de organización y de legitimación social.
Insistimos: sus recortes, son violencia
http://tonimorillas.blogspot.com/

No hay comentarios: