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domingo, 9 de noviembre de 2008

La obra del escultor Pablo Gargallo en Málaga


En el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga, del 17 de octubre al 23 de noviembre, se exponen un conjunto de 61 esculturas, 35 dibujos y 6 cartones del artista procedentes del Museo Pablo Gargallo de Zaragoza.
La exposición nos acerca a una selección del conjunto de la obra del escultor con los aspectos más destacados y significativos de la misma: sus inicios en el taller del escultor Eusebio Arnau, las relaciones con los “modernistas” del café Els Quatre Gats de Barcelona, su viaje a París en 1903 con el descubrimiento de Rodin, la gran amistad que le une al malagueño Pablo Picasso y su trayectoria internacional, con la recuperación de las raíces clásicas combinándolas con las propuestas más innovadoras de las vanguardias, conciliando técnicas artesanales con una visión del mundo de la “modernidad”, que culmina con la llamada época del hierro, los encargos para la Exposición Internacional de 1929 y las obras más íntimas, como Maternidad o Baño de sol, que utilizan como modelos a Magali, su esposa, y a su hija Pierrette.
La exposición reúne algunas de sus obras más emblemáticas que abrieron nuevas perspectivas para la escultura del siglo XX, como Kiki de Montparnasse (1928) y el Gran profeta (1933) y está dividida en siete apartados: Independencia profesional y descubrimientos decisivos cuando en 1904 regresa de París asumiendo las influencias modernistas catalanas, el expresionismo rodiniano y el simbolismo; Primera época del cobre, cuando fabrica máscaras y cabezas de chapa de cobre y de hierro, con estructuras siempre convexas y donde utiliza el lenguaje de vanguardia combinándola con cierto clasicismo; Intermedio del plomo, entre 1920 y 1923 cuando incorpora la chapa de plomo en esculturas no fundidas e introduce el modelado negativo que invierte y suprime parte de los volúmenes y utiliza el hueco y la luz para recrear nuevos espacios visuales; El nuevo clasicismo, de 1923 a 1925 que partiendo de una representación clasicista y a la vez moderna de la figura humana consolida un nuevo lenguaje propio e inconfundible; Segunda época del cobre, donde predomina este elemento como materia y usa plantillas de cartón para hacer versiones sobre una misma obra, apareciendo figuras completas que pasan a ser cóncavas y utiliza un lenguaje constructivista a las máscaras modeladas y fundidas en bronce; Los monumentos públicos, a partir de 1924, que realiza para la ornamentación de la Plaza de Cataluña de Barcelona o el estadio Olímpico de Montjuïc y por último la Época del hierro a partir de 1929 donde a partir de este material realiza esculturas más grandes en las que usa habitualmente la forja .
El aragonés Pablo Gargallo (Maella , 1881 - Reus, 1934) que dividía su residencia entre Barcelona y París, se relacionó con importantes creadores de la época como Max Jacob, Julio González, Juan Gris y Pablo Picasso, entre otros, de quienes aprende y se ve influenciado. Así, por ejemplo, las obras que se han seleccionado para esta exposición ofrecen buenas muestras de la inserción del cubismo en la obra del artista. El uso de planchas alargadas de metal ayudan a Gargallo a crear juegos con el vacío y a exaltar la naturaleza de los volúmenes, estimulando lo abstracto sin llegar a renunciar a lo figurativo.
Su hija Pierrette recuerda: «La de mi padre es la historia de un trabajador una persona que, como era pobre, tuvo que abandonar su pueblo natal en Aragón y desplazarse a Barcelona a aprender un oficio. Lo hizo bien, sobre todo de la mano de Eusebi Aranau, que era un escultor, digamos, oficial. Pero luego viajó a París, se juntó con Matisse, Braque o Picasso, a quien ya conocía de Barcelona, así como con otros muchos artistas, y se dio cuenta de que conocer bien el oficio no era suficiente y era preciso inventar». También en una entrevista que repasaba la vida de su padre recordó como durante la Segunda Guerra Mundial, sus obras fueron trasladadas por todo el Estado francés de un escondite a otro para que no se las llevasen los nazis alemanes y que el modelo de la escultura «El aragonés» era su amigo Picasso, «que se paseaba desnudo por el estudio».
Desde Los Comunistas de Málaga se recomienda no perderse esta importante exposición de la obra de este genial escultor español, que nos ilustra todo un periodo del arte contemporáneo y su vinculación con los cambios políticos y sociales de su época, nada estaba sustraído a la idea de búsqueda de una realidad nueva, de ruptura con el pasado y a la vez buscando en sus esencias el origen revolucionario del provenir. Ese mundo más humano y decente que esbozaban los primeros socialistas.

La obra de este artista que si bien no se le conoce compromiso partidario, a la subida al poder de Primo de Rivera, se vio obligado a dimitir como profesor de la Escuela, en 1924, por haberse solidarizado con un compañero despedido e irse nuevamente a Francia, representa y da testimonio de la realidad de su tiempo, no tan alejada como pareciera a la nuestra, sin humillarse ante ella. Se propusiera o no fines revolucionarios su obra incita a la reflexión autónoma, alejada de ese mundo terminado y ordenado que siempre el “poder” hegemónico quiere transmitir, y esta es esencialmente la función pedagógica del arte.

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