Fabián García Calero
El viernes pasado se celebró el homenaje de despedida a
Pedro Moreno Brenes como concejal. Una cena en el Colegio de Médicos en la que
estuvo su familia, amigos, compañeros de la organización, pero donde hubo una
gran representación de otras diversas organizaciones de la sociedad malagueña.
Esta ha sido la grandeza de Pedro.
Para los que llevamos algunos años tratándolo, Pedro ha sido
siempre un referente, un ejemplo. Es de los que no distinguen entre virtudes
públicas y privadas. A lo largo de su vida, ha convertido cada dificultad en un
reto propio de servicio a los demás. Cuando uno se encuentra gente así,
excepcional, la pregunta siempre es la misma: ¿de dónde sacan razones,
emociones -como él dijo-, fuerza, para, pese a todo, seguir en pie, confiando
en la gente y pidiéndole a la gente que confíe en él?
Pedro dió ayer algunas pistas claras: comunista, católico,
trinitario, y dos o tres cosas más. Y en ésto algunos de los que lo han
elogiado en los papeles viendo que se iba (no los amigos de ayer) deberían
tener cuidado para no equivocarse con Pedro. Quizá se están dejando llevar por
las apariencias.
Pedro Moreno Brenes es como es también porque es comunista y
porque ha tenido desde muy, muy joven, una pasión política. Nacida, ni más ni
menos, que en la Agrupación
del Partido Comunista de España del Barrio de la Trinidad de Málaga allá
por los primeros años 70, en la calle Churruca.
Quien se asome a la biografía de Pedro Moreno no puede dejar
de ver que en un momento temprano de su vida decidió que la forma de hacer algo
bueno, práctico, con la idea de la fraternidad era el compromiso político
comunista.
Pero igual que, según dicen algunos poetas jóvenes, hay
maneras de recogerse el pelo, también hay formas de ser comunista.
Para Pedro (ayer lo dijo él: “los comunistas no somos ni más
ni menos”) ser comunista no significa haber sido ungido, formar parte de los
elegidos, separado del resto, poseído de alguna verdad que permita decirles a
los demás lo que tienen que hacer, o no hacer. Ser comunista es, ni más ni
menos, ser pueblo; unir voluntariamente tu suerte a la del pueblo; tener el
mayor nivel de exigencia siempre con uno mismo; no contentarse con actuar, sino
tratar de comprender el mundo, y no conformarse con creer que se entiende, sino
intentar cambiarlo; darse cuenta de que los medios son los fines, de que el
camino es lo único en lo que vivimos; que no hay atajos ni negociaciones con la
verdad; tener presentes, siempre, en cada sitio, en cada lugar, a todos los que
sufren en cualquier otro sitio y lugar, en cualquier otra clase, raza, género o
país, pero también en cualquier otro tiempo y, por tanto, aprender, o lo que es
lo mismo, ser respetuosos, con los que han sufrido y luchado antes, y cuidar el
legado material y moral que hemos de pasar a las generaciones venideras. Este
es el auténtico sentido de la responsabilidad histórica. Este es también el
modo de ser de Pedro.
Y claro que también hay formas de hacer la política. Y la de
Pedro evidentemente no es la del beneficio propio, sino la del servicio, la del
interés general o la del bien común. No la del profesional que se gana la vida
en ello, porque su profesión es otra. Pero tampoco hay que equivocarse en esto.
A mi me parece que Pedro es como es porque ha tenido y tiene una gran pasión
política concreta: procurar que las gentes de las clases populares malagueñas
tuvieran cada vez más poder real, en una ciudad injusta, en la que mandaban quienes
habían vuelto a hacerse ricos con el trabajo de los campesinos andaluces
venidos del interior reconvertidos en la mano de obra del boom turístico al que
puso cara Fraga. En la
Transición se pusieron en marcha procesos importantes de
reforma, pero seguramente no se tocaron muchas cosas esenciales de las que
dependía el futuro de esas tímidos e iniciales cambios. En cierto modo como
parte de episodios que tuvieron que ver con esto, recuerdo, por ejemplo, los
esfuerzos de Pedro para intentar la reagrupación con otro concejal, Leopoldo
del Prado.
El compromiso de clase Pedro Moreno Brenes lo hizo primero
en los barrios, en la
Trinidad , que acumulaba la memoria histórica de la
explotación de varias generaciones contemporáneas recordables en cada casa;
luego en las luchas estudiantiles, en la Media , y por una Universidad democrática que
dejara en adelante bancas para los hijos de la nueva clase obrera de los
barrios de Málaga (ahora parece que lo poco logrado es precario, como
intuíamos, y revisable); y, en estos últimos años, está claro que es lo único
que ha querido hacer en la política institucional en el Ayuntamiento: arropar
la encarnación de los comunistas malagueños con su pueblo.
Quizá por eso, a pesar de su profesionalidad, su rigor, su
trajes correctos (como Lenin), nunca fue complaciente con los poderes reales de
la ciudad, ni quiso ni tuvo las simpatías de una cierta izquierda exquisita,
que en Málaga siempre ha nadado y guardado la ropa. Profundo sentido y
compromiso de clase, poder para las gentes del pueblo y de los barrios, para
sus hijos en los Institutos, en la Universidad y las empresas, ese es el fondo de la
práctica política de Pedro Moreno Brenes y lo que permite explicar algunas de
sus prometedoras paradojas.
En fin, con Pedro Moreno Brenes no hay que engañarse.
Oyéndolo hablar ayer parecía que, si tuviéramos en Málaga alguna más fuerza los
de abajo, podría hacer que la gente de Málaga se sintiera partícipe, y no
extraña ni amenazada, por los pasos actuales que hay que dar hacia el socialismo
de este siglo 21. Lo reconocerían como cosa propia. Al fin y al cabo, nada
humano nos es ajeno. Y las cosas de nuestra gente son nuestras cosas y van con
nosotros donde quiera que nosotros vayamos.
Nos esperan años interesantes. En Málaga alguien tendrá que
hacer el trabajo. Cuando llegue la hora, hora buena, de españoles felices y
benéficos, y de andaluces más luminosos aún que el resto de los españoles,
Pedro no tendrá más remedio que, como el primero en el peligro de la libertad,
ponerse a escribir borradores para la próxima Constitución y (lo que más va a
disfrutar, aunque posiblemente teniendo que volver a alargar mucho las tardes)
a debatirlos en las asambleas de los barrios de Málaga, con los jóvenes
estudiantes de su UMA, y con las mujeres de Málaga. Como hacían los griegos,
pondremos una vasija inerme que marcará implacable el reparto del tiempo para
la alocución de cada uno.
Entonces habrá que presentar a Pedro. Profesor de Derecho en
la Universidad
de Málaga. Concejal comunista.
Ojalá que sea así.
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