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lunes, 18 de febrero de 2013

Pedro Moreno, concejal comunista


Fabián García Calero
El viernes pasado se celebró el homenaje de despedida a Pedro Moreno Brenes como concejal. Una cena en el Colegio de Médicos en la que estuvo su familia, amigos, compañeros de la organización, pero donde hubo una gran representación de otras diversas organizaciones de la sociedad malagueña. Esta ha sido la grandeza de Pedro.
Para los que llevamos algunos años tratándolo, Pedro ha sido siempre un referente, un ejemplo. Es de los que no distinguen entre virtudes públicas y privadas. A lo largo de su vida, ha convertido cada dificultad en un reto propio de servicio a los demás. Cuando uno se encuentra gente así, excepcional, la pregunta siempre es la misma: ¿de dónde sacan razones, emociones -como él dijo-, fuerza, para, pese a todo, seguir en pie, confiando en la gente y pidiéndole a la gente que confíe en él?
Pedro dió ayer algunas pistas claras: comunista, católico, trinitario, y dos o tres cosas más. Y en ésto algunos de los que lo han elogiado en los papeles viendo que se iba (no los amigos de ayer) deberían tener cuidado para no equivocarse con Pedro. Quizá se están dejando llevar por las apariencias.
Pedro Moreno Brenes es como es también porque es comunista y porque ha tenido desde muy, muy joven, una pasión política. Nacida, ni más ni menos, que en la Agrupación del Partido Comunista de España del Barrio de la Trinidad de Málaga allá por los primeros años 70, en la calle Churruca.
Quien se asome a la biografía de Pedro Moreno no puede dejar de ver que en un momento temprano de su vida decidió que la forma de hacer algo bueno, práctico, con la idea de la fraternidad era el compromiso político comunista.
Pero igual que, según dicen algunos poetas jóvenes, hay maneras de recogerse el pelo, también hay formas de ser comunista.
Para Pedro (ayer lo dijo él: “los comunistas no somos ni más ni menos”) ser comunista no significa haber sido ungido, formar parte de los elegidos, separado del resto, poseído de alguna verdad que permita decirles a los demás lo que tienen que hacer, o no hacer. Ser comunista es, ni más ni menos, ser pueblo; unir voluntariamente tu suerte a la del pueblo; tener el mayor nivel de exigencia siempre con uno mismo; no contentarse con actuar, sino tratar de comprender el mundo, y no conformarse con creer que se entiende, sino intentar cambiarlo; darse cuenta de que los medios son los fines, de que el camino es lo único en lo que vivimos; que no hay atajos ni negociaciones con la verdad; tener presentes, siempre, en cada sitio, en cada lugar, a todos los que sufren en cualquier otro sitio y lugar, en cualquier otra clase, raza, género o país, pero también en cualquier otro tiempo y, por tanto, aprender, o lo que es lo mismo, ser respetuosos, con los que han sufrido y luchado antes, y cuidar el legado material y moral que hemos de pasar a las generaciones venideras. Este es el auténtico sentido de la responsabilidad histórica. Este es también el modo de ser de Pedro.
Y claro que también hay formas de hacer la política. Y la de Pedro evidentemente no es la del beneficio propio, sino la del servicio, la del interés general o la del bien común. No la del profesional que se gana la vida en ello, porque su profesión es otra. Pero tampoco hay que equivocarse en esto. A mi me parece que Pedro es como es porque ha tenido y tiene una gran pasión política concreta: procurar que las gentes de las clases populares malagueñas tuvieran cada vez más poder real, en una ciudad injusta, en la que mandaban quienes habían vuelto a hacerse ricos con el trabajo de los campesinos andaluces venidos del interior reconvertidos en la mano de obra del boom turístico al que puso cara Fraga. En la Transición se pusieron en marcha procesos importantes de reforma, pero seguramente no se tocaron muchas cosas esenciales de las que dependía el futuro de esas tímidos e iniciales cambios. En cierto modo como parte de episodios que tuvieron que ver con esto, recuerdo, por ejemplo, los esfuerzos de Pedro para intentar la reagrupación con otro concejal, Leopoldo del Prado.
El compromiso de clase Pedro Moreno Brenes lo hizo primero en los barrios, en la Trinidad, que acumulaba la memoria histórica de la explotación de varias generaciones contemporáneas recordables en cada casa; luego en las luchas estudiantiles, en la Media, y por una Universidad democrática que dejara en adelante bancas para los hijos de la nueva clase obrera de los barrios de Málaga (ahora parece que lo poco logrado es precario, como intuíamos, y revisable); y, en estos últimos años, está claro que es lo único que ha querido hacer en la política institucional en el Ayuntamiento: arropar la encarnación de los comunistas malagueños con su pueblo.
Quizá por eso, a pesar de su profesionalidad, su rigor, su trajes correctos (como Lenin), nunca fue complaciente con los poderes reales de la ciudad, ni quiso ni tuvo las simpatías de una cierta izquierda exquisita, que en Málaga siempre ha nadado y guardado la ropa. Profundo sentido y compromiso de clase, poder para las gentes del pueblo y de los barrios, para sus hijos en los Institutos, en la Universidad y las empresas, ese es el fondo de la práctica política de Pedro Moreno Brenes y lo que permite explicar algunas de sus prometedoras paradojas.
En fin, con Pedro Moreno Brenes no hay que engañarse. Oyéndolo hablar ayer parecía que, si tuviéramos en Málaga alguna más fuerza los de abajo, podría hacer que la gente de Málaga se sintiera partícipe, y no extraña ni amenazada, por los pasos actuales que hay que dar hacia el socialismo de este siglo 21. Lo reconocerían como cosa propia. Al fin y al cabo, nada humano nos es ajeno. Y las cosas de nuestra gente son nuestras cosas y van con nosotros donde quiera que nosotros vayamos.
Nos esperan años interesantes. En Málaga alguien tendrá que hacer el trabajo. Cuando llegue la hora, hora buena, de españoles felices y benéficos, y de andaluces más luminosos aún que el resto de los españoles, Pedro no tendrá más remedio que, como el primero en el peligro de la libertad, ponerse a escribir borradores para la próxima Constitución y (lo que más va a disfrutar, aunque posiblemente teniendo que volver a alargar mucho las tardes) a debatirlos en las asambleas de los barrios de Málaga, con los jóvenes estudiantes de su UMA, y con las mujeres de Málaga. Como hacían los griegos, pondremos una vasija inerme que marcará implacable el reparto del tiempo para la alocución de cada uno.
Entonces habrá que presentar a Pedro. Profesor de Derecho en la Universidad de Málaga. Concejal comunista.
Ojalá que sea así.

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