El 20 de abril de 1963, Julián Grimau, dirigente del PCE,
fue ejecutado por el régimen de Franco bajo la acusación de “rebelión militar
continuada”. Manuel Fraga formó parte del Consejo de Ministros que lo condenó a
muerte.
Alejandro Torrús/diariopublico.es
Julián Grimau fue llevado al paredón la madrugada del 20 de
abril de 1963. Tenía 52 años. En un plan vertiginoso del régimen fue condenado
por un delito de “rebelión militar continuada” y fusilado en menos de 72 horas.
Jueves por la mañana, Consejo de Guerra; viernes, Consejo de Ministros y
no-conmutación; sábado en la madrugada, ejecución. “Fue ejecutado a las cinco
de la madrugada, ante los faros de unas camionetas. Los reclutas del pelotón de
fusilamiento estaban muy nerviosos. Dispararon 27 balas, pero el oficial al
mando tuvo que rematarle con tres tiros de gracia. Nunca lo olvidaré",
explicó el abogado defensor de Grimau Alejandro Rebollo.
Este año se conmemora el 50 aniversario de su ejecución e
Izquierda Unida ha registrado una proposición no de ley en el Congreso para que
el Gobierno rehabilite su figura. El Ejecutivo, de momento, no se ha
pronunciado al respecto. La cuestión está pendiente desde enero de 1990, cuando
su viuda pidió la revisión de la condena que le llevó al paredón, pero la Sala de lo Militar del
Tribunal Supremo se la denegó por “coherencia jurídica”.
Pero, ¿quién fue Grimau? ¿Por qué fue asesinado sin piedad
por el régimen de Franco? ¿Por qué la dictadura, en pleno proceso de apertura,
ignoró los más de 800.000 telegramas que llegaron a Madrid pidiendo clemencia,
entre ellos los del papa Juan XXIII, J.F. Kennedy, Willy Brandt, Harold Wilson,
Aldo Moro, Jean Paul Sartre o Nikita Jruschov?
Las acusaciones del régimen nunca fueron probadas. "Fue
una burla a la verdad", dijo su abogado defensorEl día de su ejecución, el
20 de abril de 1953, ABC publicó su supuesto expediente policial. Grimau, según
el régimen, había sido jefe de una checa situada en el número 1 de la Plaza de Berenguer el
Grande, de Barcelona, donde se había procedido a la detención y tortura de
diversas personas. “Fraga diseñó una campaña de propaganda bestial para
convencer a los españoles. De hecho, se entregaba un folleto explicativo sobre
las acusaciones de Grimau a todas las personas que entraban y salían de
España”, asegura Antonio Ortiz, historiador.
Las acusaciones del régimen nunca fueron probadas. Su
juicio, según las palabras de su abogado defensor Alejandro Rebollo, fue una
“burla a la verdad” que “vulneró hasta las propias leyes ilegales del
franquismo”. “Grimau fue asesinado porque era un alto dirigente del PCE y el
régimen quería dar un golpe sobre la mesa. Eran tiempos revueltos. Acaban de
producirse las huelgas mineras en Asturias y CCOO comenzaba a tener peso en las
fábricas de Madrid. El asesinato de Grimau era un aviso a la oposición al
régimen: No tenemos problema en volver a coger las armas”, asegura Victor
Díaz-Cardiel, dirigente del PCE y compañero y amigo de Grimau.
“Soy la última
persona que lo vio en libertad”
Díaz-Cardiel fue la última persona que vio a Grimau en
libertad. Fue el 7 de noviembre de 1962. Grimau, Díaz Cardiel y Valentín Andrés
Álvarez, escritor de la
Generación del 27 acudieron a una reunión junto a otro
“camarada”. Tras finalizar el encuentro, Grimau y Díaz-Cardiel caminaron juntos
hasta la calle Ibiza [en Madrid].
“Nos despedimos como cada día y él tiró hacia su casa,
primero, y me dijo que luego iba a reunirse con algún contacto que le iban a
facilitar papel y una máquina para hacer octavillas. En el autobús lo
detuvieron”, relata Díaz-Cardiel a Público. Grimau fue detenido en un autobús
de Madrid en el que sólo viajaban él y dos hombres más (dos agentes de la Brigada Político-Social ).
Después, se supo que le había delatado su contacto, Francisco Lara, quien poco
antes había estado en prisión. “Nunca más supimos de Lara”, afirma
Díaz-Cardiel.
La noticia de la detención tardó en llegar a la cúpula del
PCE varios días. Grimau había desaparecido, literalmente, de la faz de la
tierra. Durante los interrogatorios a los que fue sometido llegó a ser lanzado
por la ventana del primer piso de la Dirección General
de Seguridad en la Puerta
del Sol (hoy sede del Gobierno de Madrid) por sus torturadores.
Armando López Salinas formaba parte de la comité central del
PCE durante aquellos años, junto a otros históricos dirigentes como Javier
Pradera, Manolo López o Romero Marín, líder del partido en el interior. “Tres o
cuatro días antes de su detención estuvo en mi casa. Le conocí en aquel tiempo.
Complicado y difícil. Se acababa de producir la crisis de los misiles de Cuba.
Había habido huelgas en la construcción y en las cuencas mineras. Todo indicaba
que iban a por la dirección del PCE”, recuerda López Salinas.
Aunque si alguien conocía bien a Grimau, ese era
Díaz-Cardiel, quien asegura que su relación con Grimau era de “honestad” y
“complicidad”. “Me sacaba 15 años. Era una relación cercana a un padre y un
hijo”, asegura Díaz Cardiel, quien define al histórico dirigente del PCE
asesinado como una persona “bondadosa”, “detallista” y “atenta”.
“Hay una anécdota -explica Díaz-Cardiel- que define la
personalidad de Grimau. Una tarde, en plena crisis de los misiles de Cuba, yo
paseaba con Julián por la calle de Atocha de Madrid. Entonces, vimos una cola
enorme de gente en la entrada del cine Monumental. Julián me pregunto que de
qué hablaría la gente un día como hoy y se puso en la cola para escuchar las
conversaciones de los demás. Charlaba con mucha afabilidad con todo el mundo”.
Los verdugos
Tras cinco meses detenido, el 18 de abril de 1963 llegó la
hora del Consejo de Guerra. Los detalles, cuanto más profundos, más escabrosos
son. El vocal ponente de la acusación, Manuel Fernández Martín, ni siquierda
tenía la titulación en derecho. Como se demostró más adelante, había
falsificado su título universitario durante la guerra. “Sólo había aprobado
tres asignaturas”, asegura Antonio Ortiz. El Consejo lo condenó a muerte.
“Julián no tenía salvación. Durante los cinco meses que
estuvo detenido los miembros de la dirección del PCE nos reunimos casi todos
los días para mover nuestros contactos e intentar que fuera liberado. Lo
hacíamos en la Clínica
de Medicina Preventiva de Armando Calva, un amigo del Partido”, asegura Armando
López Salinas. “Romero Marín era el más pesimista de todos. Desde el primer día
que estuvo desaparecido sostuvo que Grimau sería asesinado. Nos tenían ganas y
a él es al que pillaron”, prosigue.
El día después del Consejo de Guerra, se celebró un Consejo
de Ministros extraordinario para atender las peticiones de indulto. Se
reunieron 19 ministros más Franco. Entre ellos, Manuel Fraga, un recién llegado
al Gobierno que se había encargado de vender a la sociedad española la verdad
del régimen sobre Grimau. Todos votaron en contra de conceder el indulto. Como
se pudo saber con el paso de los años, Fraga también.
Manuel Fraga no se opuso a la condena a muerte de Grimau “La
única oposición interior que tuvo el régimen fue la del ministro de Asuntos
Exteriores, Fernando María Castiella,
que ya estaba trabajando por la integración europea y, posiblemente, los
ministros del Opus encargados de los planes de desarrollo, que veían también
como este asesinato ponía piedras en el camino”, asegura Ortiz, que asevera que
Fraga no alzó la voz para evitar la condena. “Muy al contrario, trató de
mantenerse a favor para ganar puntos como un adepto al régimen”, agrega.
El busto y la
“seguridad jurídica”
No hubo nada que hacer. La sentencia de muerte de Grimau
estaba escrita antes de ser juzgado, torturado e incluso interrogado. "Me
enteré de su muerte por la radio y me sumí en un llanto enorme. Era un año
clave, la dictadura tenía miedo. El fusilamiento de Grimau quería
amedrentarnos, pero no lo consiguió", recuerda Díaz-Cardiel.
López Salinas se enteró del fusilamiento de la boca de José
Antonio Novais, corresponal de 'Le Monde' en Madrid, cuando paseaba por el
Paseo de la Castellana
junto a Romero Marín. “Planteamos a Grimau, semanas antes de su detención, que
debía abandonar el país por su seguridad. Él se negó en rotundo. Se veía a sí
mismo como el capitán que no debía abandonar el barco cuando este estaba en
peligro de hundimiento”, asegura López Salinas.
En los archivos de la justicia española Grimau sigue
apareciendo como un delincuente. Un asesino. Por contra, Manuel Fraga, uno de
sus verdugos, recibió este lunes un homenaje en el Senado, donde fue inaugurado
un busto que honra la memoria del ministro de Franco y posterior fundador de
Alianza Popular. “No puede ser considerado un demócrata alguien que no luchó
contra la dictadura de Franco”, sentencia Díaz-Cardiel.
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