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martes, 18 de marzo de 2008

MANUEL MONEREO RAZONA LA ESPERANZA EN IZQUIERDA UNIDA


Razones para una esperanza colectiva
Manuel Monereo Pérez
Rebelión
1.- Creo que era Ulrich Beck, cito de memoria, quien decía que existían ideas-zombi que se repetían continuamente aunque apenas reflejasen ya alguna realidad social o simbólica, convirtiéndose muchas veces en un obstáculo insuperable para avanzar en un debate de ideas en serio. Esto tiene que ver con las cosas que ha venido diciendo el actual grupo dirigente de IU a la hora de analizar y valorar los resultados de las elecciones generales del 9 de marzo. Son las ideas-zombi, machaconamente repetidas, al menos, desde el 2.004, que hacen referencia a situaciones excepcionales, a la apoteosis bipartidista y a un sistema electoral sustancialmente injusto.

El asunto está empezando ya a ser preocupante y estamos pasando de ideas-zombi a zombis sin ideas que dejan a la militancia perpleja y pueden conducir, si no se remedia pronto, a que a la decepción le suceda la desmoralización y, mas allá, el abandono de un proyecto que, en sus contenidos sustanciales, sigue siendo viable y necesario, no para los aparatos o las direcciones, sino para miles de hombres y mujeres que confían en que otro mundo sea posible y en que hay que organizarse y luchar para conseguirlo.

Lo primero que habría que señalar es que bipartidismo y sistema electoral fomentador del bipartidismo ha existido desde el comienzo de la ya no tan joven democracia española; es más, pocos recuerdan ahora que lo sustancial de la vigente Ley Electoral estaba ya en el espíritu y la letra de la ley de la Reforma Política aprobada por las cortes franquistas. Produce sonrojo que, con lo que ha llovido, Santiago Carrillo siga defendiendo bobaliconamente una transición que en su frontispicio estratégico tenía como objetivo reducir a la mínima expresión la indudable fuerza del Partido Comunista de España. Antes y ahora lo fundamental del bipartidismo es organizar un sistema político que no cuestione los poderes realmente existentes.

Por lo tanto, bipartidismo hubo con el PCE, con IU, con cuatro diputados, con veintiuno, con tres o con dos. El problema, antes y ahora, es el mismo: como combatirlo y para qué. Llamazares, en 2.004, emprendió una determinada estrategia que significó una ruptura nítida con la etapa anterior. Ahora hay que evaluar sus consecuencias organizativas, políticas y electorales. La posición mayoritaria de IU fue asociarse a la victoria electoral del Partido Socialista y, desde ella, condicionarla hacia su izquierda, esperando que una parte del electorado común premiase a IU, consolidándola como la izquierda reconocida y reconocible del PSOE.

El gobierno de Zapatero ha tenido algunos fracasos notables en esta legislatura, no ha hecho una política de izquierdas y no ha tenido, ni en la calle ni en el Parlamento, una oposición desde la izquierda. Las alianzas políticas nunca han sido solo una cuestión de ideas o de programas, sino de fuerzas organizadas. Pensar que con tres diputados se podría condicionar por la izquierda al gobierno Zapatero, era una ilusión y, lo que fue más grave, reducir la política de IU a pactos parlamentarios y a la presencia, más o menos permanente en los medios de comunicación. Esta estrategia terminó siendo suicida, ya que la única posibilidad real de influir era reactivar la base organizativa y electoral y promover el conflicto social. Institucionalizarse y burocratizarse con tan menguada fuerza parlamentaria, por mucho respaldo mediático que se haya tenido, terminó por dividir a la propia organización y por generar una pérdida de identidad con apreciables consecuencias en la militancia de IU.

Constatar la división interna de IU y la pérdida de referentes morales e ideales de su base social no requiere una gran sagacidad. Eso sí, se puede agravar haciendo anticomunismo y obteniendo el premio de unos medios de comunicación, siempre dispuestos a privilegiar renovaciones que se aparten del “fundamentalismo” del “programa, programa, programa”, lucha contra el neoliberalismo y demás “excentricidades” como situar en el centro de una política realmente de izquierdas la diferencia entre alternancia y alternativa. Se dijo y se dice que lo importante era hacer política. Por eso se apostó por apoyar a Zapatero, contraponer en abstracto derecha e izquierda y señalar al enemigo interno como el problema real. Esta concepción de la política es la que ha dado estos resultados.

2. La campaña no ha hecho otra cosa que señalar hasta la exageración las consecuencias de estos cuatro años de alianza estratégica con el gobierno del PSOE. No ayudó mucho que la precampaña fuese iniciada con la depuración, más simbólica que real, de conocidos opositores a la política del coordinador general. El “puñetazo en la mesa” de Llamazares tenía un doble objetivo: dar una señal de que estaba dispuesto a eliminar los obstáculos que impedían realizar el cambio de naturaleza de IU y, que en la nueva etapa se iba a exigir una fuerte disciplina y un grupo parlamentario claramente alineado con el coordinador general ya que se pensaba en una alianza de gobierno con Zapatero.

Era coherente pues, que desde el actual grupo dirigente de IU, la batalla contra la Federación Valenciana cobrase especial virulencia ya que el diputado valenciano era casi seguro y habría que conseguir, costase lo que costase, que fuese próximo al coordinador general. El resultado es conocido: ruptura de la Federación y la presentación de una candidatura alternativa a IU encabezada por la persona que representaba la política del coordinador general. Que en estas condiciones se perdiese el diputado era previsible.

No merece la pena hablar mucho de la campaña y de su estrategia. Sería un ejercicio inútil. Los fallos han sido tan evidentes, que creo que casi nadie la defenderá a estas alturas. Dos notas sí que merecen la pena tomarlas en cuenta. La primera, que el coordinador general se pasó casi toda la campaña criticando duramente al Partido Socialista y reclamando ministerios, para los que dio nombres, en un futuro gobierno de coalición con el PSOE. La segunda es que la campaña de IU, personalizada en su coordinador general, demostró el mismo error de percepción electoral y social de su estrategia política. Que votantes y simpatizantes del PSOE, así como los medios de comunicación próximos a él valoraran tan positivamente a Llamazares se justificaba porque lo sentían suyo, parte de su propia estrategia. De ahí a votar IU no había un paso sino un abismo. Lo peor de “súper Gaspi” no fue, obviamente lo de la quema de las fotos de la familia real, fue el pedir disculpas y retirarla.

3.- Seguimos donde estábamos en el 2.004, simplemente hemos perdido 4 años y muchas cosas en el camino. Lo más grave ha sido la pérdida de identidad y la disolución moral del proyecto. La derrota electoral del 2.004 indicaba atronadoramente que IU vivía una etapa de excepción. Las Casandras se vieron sometidas al destino que los dioses le asignaron: llevar razón y que nadie se lo reconociese, o muy pocos al menos. Se prefirió el atajo, la maniobra politicista y el buen sentido de los realistas de asociarse a los poderes realmente existentes. El estado de excepción se ha convertido en permanente y el proyecto de IU, en su actual formato, se ha agotado. Se podrá opinar si el vaso está medio lleno o medio vacío. Eso se pudo hacer con alguna credibilidad, en el 2.000 y en el 2.004; hoy es una estrategia zombi: no refleja realidad social, no refleja realidad organizativa y nos condena a una decadencia cada vez más acentuada.

Hacen falta ideas y propuestas. Anudar bien tradición y proyecto alternativo, señalar las continuidades y precisar mucho las discontinuidades. Como siempre, las salidas ya están en la realidad, se viven en la sociedad y en la propia militancia. Sabiendo que no hay atajos y que hay que reconstruir social, política y programáticamente el proyecto. El objetivo, parece claro: una fuerza política republicana, federalista y anticapitalista, con voluntad socialista. Por abajo, en medio y en lo alto, esta opinión es mayoritaria y lo será más si la dirección actual crea las condiciones para que haya realmente un debate democrático en el que todas y todos participen.

La peor tentación, y la que nos llevaría al fracaso seguro, sería un arreglo por arriba que maquille resultados y propuestas propiciando un reparto del poco poder que va existiendo en la organización. En nuestras actuales circunstancias, la lampedusiana propuesta de cambiar todo para que todo siga igual, no es otra cosa que decir “adelante y sin miedo” cuando estamos ante el precipicio. Sin la participación activa de todos y cada uno de los afiliados y afiliadas, sin recuperar el sentido y el orgullo de la pertenencia, la izquierda alternativa de este país no se recuperará y terminaremos frustrando unas esperanzas ya muy disminuidas.

Por lo tanto, a mi juicio es necesario:

1º) Ir a una Asamblea de Izquierda Unida con tiempo suficiente, no antes del mes de octubre próximo, que abra un proceso instituyente en el que los hombre y mujeres de IU estén dispuestos a participar activamente con otras personas y colectivos para construir una fuerza de la izquierda alternativa. Instituyente significa, al menos, que los hombres y mujeres de IU se autogobiernen, definan las reglas del juego, expliciten un programa, señalen los elementos básicos de una estrategia y digan como quieren trabajar en la sociedad y cuales serán sus relaciones con las instituciones.

2º) La comisión plural de la que se habla tiene que ser la dirección ejecutiva del proceso, dependiendo de la Presidencia y del Consejo. Lo fundamental es que en la próxima asamblea de IU se aprueben unas tesis políticas claras que fundamenten el proceso instituyente y que definan, tras una evaluación política y financiera rigurosa, el marco político organizativo del próximo periodo.

3º) Claridad en las reglas que definen mayoría y minorías y las legitimen democráticamente; sin esto será muy difícil recuperar los consensos básicos y la confianza a todos los niveles. Me refiero a que en IU prevalezcan la democracia y el Estado de Derecho. Eso requiere censos claros y verificables, elecciones con garantías y dotarnos de métodos de trabajo que propicien la unidad y la participación. A estas alturas todos sabemos como se puede y se debe de organizar nuestra vida política interna.

Julio Anguita nos enseñó algo precioso que hemos ido perdiendo en estos años: la dignidad. Somos una fuerza que tenemos un punto de vista “de parte”, nuestra referencia son los de abajo, las clases trabajadoras y nuestros enemigos son los poderosos, los que explotan, discriminan y dominan. Es lo que un viejo filósofo nos legó unos días antes de su suicidio para no caer en manos de la Gestapo: ver la historia desde los vencidos y luchar siempre contra este mundo duro y terrible sabiendo que la liberación es una tarea colectiva que exige un fuerte compromiso político-moral.

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