José Luis Centella Gómez, Secretario General del PCE
Lo que no se gana en la calle no se puede obtener en una
mesa de negociación, era el titular de una entrevista de Armando Lopez Salina
publicada hace dos años, no era una frase hecha, era toda una tesis de cómo
entender la lucha, de cómo entender que la base del trabajo revolucionario debe
estar en la calle, en la movilización, en el conflicto social.
En estas breves líneas quiero trasladar un sentido pésame a
la familia de Armando, para que sientan el calor de todo el Partido, de toda la
militancia comunista, para que en estos momentos dolorosos, sepan que el tiempo
que Armando les robó para dedicárselo al Partido, se lo queremos devolver en
agradecimiento, cariño y reconocimiento, para que sientan que el Partido
Comunista de España nunca olvidará a quien fue uno de sus más queridos
militantes y nos permitan compartir el dolor por la pérdida de un valeroso
revolucionario.
En estos momentos en los que recordamos su entrega a una
militancia que llenó toda su vida, quiero resaltar el valor de la aportación de
Armando al Partido, a la defensa de los "humillados de la tierra"
como le gustaba decir, quiero poner en valor a una generación de militantes
comunistas que nunca asumió la derrota, que nunca entendió que la dureza de la
dictadura, las dificultades de la clandestinidad, eran motivos suficientes para
dar por perdida la lucha de clases, porque siempre supo que toda la fortaleza
del capitalismo muestra sus debilidades cuando se enfrenta a una clase obrera
unida y firme en la defensa de sus intereses.
Su trabajo para combatir el franquismo en el frente
cultural, desde La Pirinaica
o desde la dirección de Mundo Obrero, tenían siempre la firmeza no solo del
convencimiento, sino de la solidez de las ideas, de su solvencia intelectual y
si firmeza militante.
Armando fue dirigente comunista inquebrantable, maestro de
militantes, incansable organizador de nuestra clase trabajadora, intelectual
orgánico que brindó su inteligencia privilegiada al servicio de la Revolución y la
justicia, amigo solidario y entrañable.
El reconocimiento a su calidad literaria que significó ser
finalista del Premio Nadal en 1959, chocó con el muro de un sistema que no le
perdonaba su implicación en la construcción de una gran alianza entre las
fuerzas del trabajo y la cultura, que puso en evidencia que el franquismo
suponía la etapa más dañina para la cultura española en su historia. No podemos
dejar de recordar que fue Armando el promotor del manifiesto en apoyo a la
huelga minera de 1962 que suscribieron 102 intelectuales
Su defensa de la República no podía admitir el cinismo de quienes
se proclaman republicanos y juancarlistas, al mismo tiempo que preparan el
terreno para la sucesión monárquica. No soportaba el cinismo de quienes hablan
de república pero trabajan para que la monarquía tenga décadas de continuidad
asegurada.
Armando nos enseño que la lucha se pelea en las calles,
mediante la protesta social, en los círculos intelectuales mediante las ideas,
en las instituciones y en el Congreso mediante la política, para concluir que
“La cultura debe disputar en el terreno ideológico las razones del capitalismo
porque sino la derrota está cantada”.
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