Antonio Tellado
Secretario de Cultura del PCA de Málaga
El rey de
Marruecos es mucho más que el jefe del Estado de un país vecino para el rey de
España, según ha dicho en numerosas ocasiones, como un hermano. Mediando una
relación tan fraternal es lógico y natural que se presente de visita en
cualquier momento y ocasión, sin importarle para nada que los musulmanes se
hallen en pleno ayuno del Ramadán, Juan Carlos es tan campechano con todos y
tan familiar con el rey marroquí, que allá va, cualquier día y a cualquier
hora. Hay confianza para ello. Cabría pensar que viaja buscando a un amigo con
el que desahogarse, porque la
Monarquía está en España en sus horas más bajas. “Ay, Mohamed, hermano, cada vez tengo más
gente en contra. A mi familia y a mí nos abuchean en todas partes: en el
fútbol, en la calle, en las universidades, en los teatros…en todas partes…” Pero no, para eso no se necesita un séquito
como el que se ha desplazado a Marruecos, nada más y nada menos que cinco
ministros, nueve ex ministros de Asuntos Exteriores –hasta uno que lo fue con la UCD- y 27 importantes
empresarios.
La visita ha
sido calificada oficialmente como muy
importante porque según se dice a bombo y platillo ya hemos desplazado a
Francia como el país con mayores inversiones en Marruecos con 20.000 empresas
establecidas. No cabe duda de la importancia del viaje, pero… ¿para España o
para Marruecos? Porque esas 20.000 empresas hace algunos años estaban a pleno
rendimiento en nuestro país y decidieron deslocalizarse estableciéndose en Marruecos,
donde los trabajadores –incluidos niños de escasa edad- tienen que soportar
salarios muy bajos y la falta casi absoluta de derechos laborales. El resultado
de nuestras estrechas relaciones con Marruecos y otros países donde se explota
a la población al límite, ha sido el desmantelamiento casi total de nuestra
industria y la ruina de nuestra agricultura. Ahora la más alta magistratura del
Estado pretende abrir el camino a nuevos empresarios a fin de que aumenten sus
beneficios estableciéndose en el país vecino, no importa que sea a costa de la
miseria galopante de la sociedad española. ¡Fantástico! A estas alturas ya
deberíamos saber que sus más preciados ideales sólo se identifican con el aumento
de sus beneficios.
A ese
lamentable concepto de cómo defender los intereses de España hay que añadir un
asunto más: el contencioso pendiente sobre el Sahara, donde España dejó
abandonados a los habitantes de un territorio que administraba y del que huyó
de forma vergonzosa, entregándolo a Marruecos. Por aquellas fechas, el 2 de
noviembre de 1975, el flamante rey de España, Juan Carlos I, ante jefes y
oficiales del ejército español dijo que se comprometía a proteger. “los legítimos derechos de la población
saharaui ya que nuestra misión en el mundo y nuestra historia nos lo exigen”. En
qué poco ha valorado desde entonces la misión de España en el mundo y en qué
poco nuestra historia. Claro que el valor de su palabra para el resto de los
mortales tampoco puede exceder el de un céntimo de euro, por no decir de
peseta, que aunque valdría menos, ya no está en circulación.
Crece la indignación entre los saharauis, que
sufren el asesinato y el encarcelamiento por parte de Marruecos y también entre
los españoles, que se ven arrastrados a la ruina y a la miseria por un sistema
tramposo de Monarquía parlamentaria, instaurada bajo la etiqueta de democracia
sin serlo y en el que miles de corruptos y corruptores han robado a mansalva. Mientras
tanto, todo está preparado para que las noticias de televisión nos informen del
gran éxito de la visita. Ambos monarcas se besan cariñosamente y todos pensamos
que son tal para cual.
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