A pocos días de que arranque el Congreso del PCE, su
secretario general cuenta en esta entrevista los retos que se plantea el
partido sobre cómo afrontar la salida de la crisis que pasa, entre otras cosas,
por abordar un nuevo proceso constituyente que recoja por ley los derechos
sociales y plantee un referéndum sobre el modelo de Estado: Monarquía o
República. José Luis Centella, portavoz de IU en el Parlamento aboga por una
“revolución en letras mayúsculas” respaldada por una mayoría social en España.
nuevatribuna.es
Lo que vamos a
tratar en este Congreso es que salgan propuestas concretas sobre cómo afrontar
la salida de la crisis
El día 15 de
noviembre comienza en Madrid el 19° Congreso del Partido Comunista de España.
El PCE se fundó en 1921 y es un partido histórico con una larga trayectoria que
ha recorrido la historia de España en paralelo con la sociedad durante casi
todo el siglo XX y parte del siglo XXI. ¿Cómo enfocáis este nuevo Congreso en
la crisis política y social que vive España y el mundo hoy?
José Luis Centella: Efectivamente, es un partido con
historia y lo más importante con presencia, porque el futuro vendrá dado por el
presente. Nosotros enfocamos este Congreso desde la consolidación del proyecto.
A nadie se le escapa que hemos sufrido una crisis larga, incluso de nuestro
proyecto político que es Izquierda Unida.
En el anterior Congreso, hicimos una renovación y hemos consolidado
al PCE en su fase de reconstrucción. Por
eso, presentamos este Congreso con la idea de consolidar al partido y dar forma
a un discurso que confronte con lo que hoy entendemos que necesita la salida de
la crisis. Por eso, el lema -que viene siendo nuestro lema de los últimos
tiempos-,“una salida social, anticapitalista y democrática de la crisis”. Lo
que vamos a tratar es que salgan propuestas concretas sobre cómo afrontar la
salida de la crisis, que no solamente es de gestión, pues es una crisis del
sistema.
¿Dónde quedan en ese
proyecto las viejas raíces de la lucha por el socialismo, de las
transformaciones radicales de la sociedad capitalista? ¿En qué se conservan en
un proyecto de transformación en el siglo XXI?
En este momento más claramente que nunca, estamos haciendo
un discurso donde planteamos que el problema no es de gestión del sistema, sino
del sistema. Esto quiere decir que cada vez es más evidente que dentro del
capitalismo, no tienen solución los problemas de la humanidad y por tanto hay
que plantear una alternativa al capitalismo. Allí es donde nosotros planteamos
la alternativa socialista y también en un horizonte -al que no renunciamos- de
la sociedad comunista, entendida como la superación de las clases. En esta
vieja Europa empieza a hacerse evidente que el capitalismo no resuelve los
problemas. No se trata de gestionar mejor el capitalismo, como en un momento
determinado la socialdemocracia pudo creer, que era posible la gestión buena
del capitalismo que hiciera innecesaria la transformación social. Se ha
demostrado que al capitalismo no se le puede domesticar, no se le puede
humanizar porque finalmente la cabra tira al monte y el capitalismo tira a la
barbarie. Desde ese ámbito, estamos convencidos de que hay que plantear una
alternativa que vaya más allá de la simple gestión. Frente al capitalismo, que
cada vez plantea una democracia más limitada, planteamos la democracia más
avanzada, que además no suelen ser democracias políticas, sino también sociales
y económicas.
La globalización capitalista ha cambiado muchas cosas, pero
no la naturaleza depredadora del capitalismo, del sistema mismo. En las viejas
ideas de la tradición comunista, socialista, marxista, el sujeto de la lucha
contra la sociedad capitalista era la clase obrera. Hoy el trabajo en el nuevo
capitalismo financiero ha perdido valor, el capital obtiene grandes beneficios destruyendo el
tejido productivo y los empleos. ¿Cúales son los nuevos sujetos sociales de
cambio en la sociedad capitalista de ahora?
El trabajo no ha perdido valor, el problema es que el
concepto de trabajo del siglo XXI no es el mismo del siglo XIX. Pero la
contradicción capital-trabajo sigue siendo la contradicción fundamental. Hoy no
hay grandes fábricas, pero el trabajo sigue siendo el elemento que genera
riqueza. ¿Cuál es el problema? El capitalismo está intentando que lo que genere
riqueza sea la especulación, frente a lo que verdaderamente genera riqueza
social que es el trabajo. Quien genera riqueza realmente es el trabajador, que
puede ser un trabajador esclavizado en condiciones tercermundistas o puede ser
un trabajador de etiqueta, o puede ser un trabajador en una oficina, o puede
ser un trabajador en su casa; pero no deja de generar una plusvalía. Para
nosotros el motor sigue siendo la clase trabajadora que hoy no lleva mono, pero
sigue siendo la que fundamenta al resto de la sociedad. Esa mayoría social
trabajadora sigue siendo el motor de la historia. ¿Qué ocurre? La conciencia de
clase es mucho más difícil crearla en condiciones en las que la clase obrera
esté muy diseminada, incluso estratificada, que cuando hay una gran concentración
de trabajadores en una fábrica de diez mil personas.
Uno de los objetivos de este congreso es analizar –hay
estudios hechos, estamos trabajando en ello-, cómo caracterizamos a la clase
obrera en este momento histórico. Porque es verdad, que a veces hacemos un
discurso para la clase obrera del siglo XIX y principios del XX. Pero eso no
quiere decir que no haya clase obrera, porque lo más antiguo del mundo es la
explotación.
Hay explotación porque hay apropiación de la riqueza. Hay
quien dice que el marxismo está anticuado, en el fondo lo que está anticuado es
la explotación y el marxismo trata de responder y analizar la realidad para
transformarla.
Las deslocalizaciones
y la competencia generan fracturas y conflictos de interés entre los
trabajadores de distintos países, aunque pertenezcan a la misma empresa.
También algunos sectores económicos que emplean millones de trabajadores forman
parte de la cadena de depredación del medio ambiente y del expolio de los
recursos del planeta y en un futuro tendrán que experimentar una gran
transformación.
Sí, el problema es quién dirige el proceso. Efectivamente,
el problema es que actualmente, con las bases técnico-científicas disponibles
para la humanidad, para que todo el mundo pudiese vivir modestamente acomodado
-como dicen los chinos-, no haría falta la sobreexplotación del planeta. Se
sobreexplota el planeta porque hace falta mantener un nivel de beneficios
económicos. Nosotros también planteamos de manera concreta que la industria
militar tendría ya que desaparecer y sustituirse por la industria civil, en un
mundo donde, por ejemplo, faltan hospitales, podemos transformar esas
industrias. Hace falta una dirección política que ponga la economía al servicio
de las personas. Pero, efectivamente, existen contradicciones. El problema es
de desequilibrio. Estoy convencido que actualmente, con los avances
técnicos-científicos en un mundo planificado –la palabra maldita del capital-,
habría suficiente para un reparto equitativo de la riqueza y el desarrollo,
pero tiene que disminuir el desequilibrio. Y, con eso, la segunda palabra
maldita: solidaridad -no uniformidad- en todo el planeta que equiparase la
realidad de los seres humanos.
Respecto a las contradicciones internacionales de la clase
obrera no es algo nuevo: la
Internacional nace precisamente para unir a los obreros del
planeta. Si uno lee el acta de la Primera Internacional
no tiene nada que ver la realidad española con la realidad alemana. Desde ese
principio, en estos momentos hay un choque de intereses, si se mira desde la
órbita capitalista, entre trabajadores chinos y trabajadores del resto del
mundo. Eso solo se puede resolver cambiando el sistema, porque el sistema
capitalista no lo va a resolver ya este mundo está diseñado para que un tercio
de la humanidad, que es el primer mundo, viva a costa de los otros dos tercios.
En el momento en que esos dos tercios empiezan a emerger, empiezan a desarrollarse,
como China, Brasil o India, este planeta no tiene sentido tal y como está
configurado. El nivel de desarrollo alcanzado en el primer mundo solamente se
puede mantener a costa de que los otros dos tercios no consuman. No soy
ecosocialista, pero pienso que ese pensamiento debe ser una parte más de lo que
debe ser el socialismo o el comunismo como meta.
A finales de los años
setenta, con la explosión de la globalización ultraliberal, se abre una etapa
de desregularización capitalista, de predominio de las economías financieras,
de aumento de las desigualdades, que ha culminando con la gran recesión de hoy.
Pero lo cierto es que, paralelamente, en ese período de pujanza ultraliberal,
la alternativa revolucionaria que supuso el llamado socialismo real en la URSS y otros países europeos
concluyó en una liquidación desastrosa del modelo. Supongo que esa frustrada
experiencia histórica debe inducir al PCE a una reformulación del concepto de
revolución, entendida al estilo soviético, de la toma de poder del Palacio de
Invierno, o de la propia democracia como modelo político. ¿Cuál es la
herramienta para afrontar las transformaciones en el mundo de hoy?
Alguien dijo que las revoluciones nunca se pueden copiar y
quien las intenta copiar acaba en el esperpento. La revolución del '17 tuvo
unas condiciones, la
Revolución Cubana tuvo otras y la china otras, o la que se
está produciendo ahora mismo en parte de Latinoamérica tiene otras. Nunca
pueden ser copiadas. El PCE de hoy no tiene el mismo modelo del Partido
Comunista de Bullejos, que estaba en 1931 en una esquina de la Puerta del Sol diciendo:
¡Abajo la República ,
viva la Unión
Soviética ! ¿Por qué? Porque en ese momento no se podía
repetir la revolución soviética en España como ejemplo. Sin embargo, sí tenemos
una continuidad cuando Pepe Díaz decide salir a defender la república burguesa,
pero no para quedar a mitad de camino porque nuestro objetivo no era esa
república, sino porque también era nuestra república. A mi modo de ver –alguna
cosa he escrito sobre ello-, la revolución en el siglo XXI, tiene una
diferencia con las revoluciones del siglo XIX y XX. La revolución del siglo XX
tenía como objetivo la toma del poder y
hacer las transformaciones sociales desde el Estado. En la revolución del siglo
XXI que se están dando, el proceso revolucionario en sí, también forma parte de
la revolución, que es la acumulación de fuerzas y la participación de la gente.
Para la revolución del siglo XX hacía falta un grupo pequeño de gente que
sintonizase con las masas porque sino perdían, pero se trataba de tomar el
poder, como sucedió con Fidel en Cuba o en Rusia con Lenin… Los dos tenían el
apoyo de las masas porque si no hubiesen fracasado, como fracasó el Che en
Bolivia o Rosa Luxemburgo en Alemania, pero lo principal era tomar el poder.
Nosotros nos reivindicamos como herederos de la Revolución Soviética ,
en tanto que Partido Comunista, pero asumimos otros procesos revolucionarios
que se han dado. Hoy en día, la
Revolución con mayúscula, la que va a transformar la
economía, la sociedad, la vida, tiene que ser una revolución de mayorías, muy
participativa, donde la gente entienda que no basta solamente con coger y
llegar a La Habana ,
sino que tiene que implicarse en cómo hacer que la economía funcione, cómo
hacer que en un territorio como es América Latina -no precisamente del primer
mundo-, se resuelvan los problemas concretos de la gente, cómo darle a la gente
posibilidades para que participen y resuelvan sus propios problemas diarios, no
solamente el gran problema de la economía nacional
Pienso que el PCE fue
el motor y protagonista indiscutible de la lucha antifranquista, en la clandestinidad
y en la calle. Pero cuando se hicieron las primeras elecciones tras cuarenta
años de dictadura no obtuvo una representación acorde con su papel. Aún así, el
PCE fue un protagonista muy importante de lo que se ha venido a llamar el Pacto
de la Transición ,
en el acuerdo de la
Constitución del 78. De hecho, propuso a los ciudadanos
españoles que votasen a favor de la Constitución. Ahora
está en marcha la destrucción de los consensos políticos institucionales y
constitucionales de aquellos años. ¿El PCE da por terminado ese pacto y
proponéis una reforma constitucional o un nuevo proceso constituyente?
Yo ya estaba en el Partido Comunista desde 1975, yo voté sí la Constitución y además
la defendí y no me arrepiento. Creo que el error –lo digo de forma autocrítica-
radicó en considerar a la
Constitución como un punto de llegada. La Constitución , como
todas las constituciones, es fruto de una correlación de fuerzas. El error de
la dirección del partido, y de todo el partido –porque también era militante-
era tratar la
Constitución como un punto de llegada y, una vez firmada,
pensar que eso era algo inamovible. La derecha –en este caso, más dialéctica y
más marxista que la propia izquierda-, entendió que la Constitución es
simplemente una foto fija en un momento determinado, que luego su desarrollo
dependería de la correlación de fuerzas. Desde el primer momento en que la Constitución se
firma, el Partido Comunista pasa a ser el defensor de la Constitución tal cual
y la derecha empieza a vaciarla de contenido. De modo que se plantea el
Estatuto de los Trabajadores, se plantea un desarrollo de la educación que
favorece más a la educación privada que a la pública. La derecha va vaciando de
contenido la Constitución ,
mientras que la izquierda, el Partido Comunista, no fue capaz de entender que
el pacto constitucional no era un pacto inamovible. El Partido Comunista no
tenía que haber situado a la
Constitución como un punto de llegada; tenía que haber mantenido,
al día siguiente de firmar la
Constitución , sus reivindicaciones republicanas en alto, su
reivindicación de transformación social en primer plano. Creo que ahí fue donde
se provocó una desmovilización y desmotivación de un partido que estaba para la
lucha y se situó en un elemento que en muchos momentos frenó la lucha. Otro
elemento erróneo fue no reivindicar en la Transición la memoria democrática, que provocó
que no se reivindicase el orgullo de nuestro pasado. No desenterrar los muertos
-que todavía hay en la cunetas- ni que nuestra gente pudiese mostrar el orgullo
de ese pasado, fue un error fáctico y estratégico del PCE en esa época. A
partir de ahí, ¿qué ha dicho y qué aprueba el PCE en este Congreso? Planteamos
que, en este momento, no nos sentimos obligados a ningún pacto constitucional.
No ha existido ese pacto constitucional. Yo no tengo constancia de que
existiese un pacto como tal, en el sentido de que era un pacto inamovible….
Bueno, según tú, el
pacto se agotó, no que no existió…
Sí, pero no nos sentimos obligados a un pacto inamovible
porque la derecha no se ha sentido obligada. A nosotros se nos queda corta la Constitución y a la
derecha le viene grande. La derecha está en un proceso constituyente o
deconstituyente, como cada uno quiera llamarlo, porque están desmontando la Constitución y en
algunos casos con la anuencia del PSOE, como sucedió con la reforma del
artículo 135 de la
Constitución. Ahora , nosotros queremos reformar la Constitución ,
queremos ir a un proceso constituyente a la claras y que la derecha ponga su
proyecto y si la socialdemocracia tiene otro, que lo ponga, y nosotros, desde
la izquierda alternativa, también lo pondremos. Es un proyecto donde se
reconstruya y se refunde una constitución
en la que los derechos sociales sean recogidos por la ley, en la que en el
modelo de Estado los pueblos del Estado tengan encaje y, evidentemente, de
opción republicana clara y nítida.
Lo que dices me evoca
los grandes debates que hubo tras la muerte de Franco, es decir, la ruptura pactada
o la ruptura democrática. Pero no es lo mismo una reforma constitucional que un
proceso constituyente…
Efectivamente, siguiendo esa terminología, nosotros en estos
momentos defendemos la ruptura democrática. Entendemos que esta Constitución se
podrá reformar, pero al final no nos podemos hacer trampa. El Partido Popular
no está reformando la
Constitución , sino que está acabando con la Constitución. La
constitución del '78 hace muy poco por el derecho a la vivienda, la educación,
que son derechos que no existen ni siquiera en el papel, pero es que el
artículo 135 acaba con todo lo que significa la planificación democrática de la
economía, que también viene en la Constitución. Por lo tanto, nosotros creemos que
habría que ir a un proceso
constituyente. Cuando se hicieron las primeras elecciones en 1977 no se
habían convocado como unas Cortes constituyentes, pero aún así se impusieron
así de hecho. Y efectivamente, al final hubo lo que se llamó la ruptura
pactada, fue producto de una correlación de fuerzas. Nosotros planteamos ahora
una ruptura democrática porque no aceptamos un pacto, no aceptamos el pacto de
la segunda restauración. Lo hemos dicho públicamente: no aceptamos el pacto por
el cual Juan Carlos abdique en su hijo Felipe. Nosotros reivindicamos la
república y reivindicamos el referéndum por la república porque en este país no
se ha podido votar sobre si se quiere una monarquía o una república. Lo que se
votaba en el 1978 –cuando algunos dicen que con la Constitución se votó
la monarquía- no era verdad. Si en el 78 se hubiese votado “No” a la Constitución la
monarquía hubiese continuado. Se votaba entre una monarquía democrática y una
monarquía franquista como mucho, pero lo único que no se ponía en cuestión en
la votación del '78 era la monarquía. Incluso los golpistas que salieron a la
calle el 23-F, salieron en nombre de la monarquía. Nadie puede decir que la
monarquía se haya podido poner a la decisión de las urnas con la Constitución del '78,
como mucho se puede aceptar que se votó una monarquía constitucional, pero no
la monarquía. Si hubiese perdido el referéndum la monarquía seguiría estando.
Por tanto, la monarquía hubiese seguido con las Leyes Fundamentales del
franquismo. Queremos que haya un referéndum sobre monarquía o república.
Estamos convencidos que si no lo ganamos, por lo menos vamos a quedar
empatados. En ese caso, queremos que haya congreso constituyente, que se haga
una nueva constitución, porque las constituciones, todas, tienen que adaptarse
a la realidad cambiante.
El PCE apostó en 1986
por la opción de impulsar Izquierda Unida con otras expresiones políticas de la
izquierda alternativa como un proyecto de acción política plural. Ahora estas
propuestas de proceso constituyente, de ruptura democrática, ¿ tienen el apoyo
y son asumidas por Izquierda Unida en su conjunto? Por otro lado, resulta obvio
que un nuevo proceso constituyente requiere mayorías sociales y electorales.
¿Con quién creéis que Izquierda Unida y, el PC dentro de IU, deben conformar
esas mayorías sociales y electorales?
Un proyecto político requiere primero la voluntad de hacer y
un discurso, y después un proceso de acumulación de fuerzas, porque nosotros no
queremos llegar al poder y en el poder hacer el proceso constituyente. Debe
haber previamente una acumulación de fuerzas y fundamentalmente que sea social.
Entendemos que hoy el proceso tiene que ser de acumulación de fuerzas sociales.
Nosotros hemos planteado el bloque social y político, que luego tiene que
hablar con la opción electoral para que la mayoría social se convierta en
mayoría política. Pero eso es secundario, quien antepone en estos momentos las
alianzas electorales a la acción del bloque social se equivoca; como mucho
conseguirá ser una coalición electoral que va a tener mejores o peores
resultados electorales según la coyuntura política, pero no podrá ir hacia la
transformación social. Evo Morales empieza con el 4% y luego la acumulación de
fuerzas le lleva a ganar las elecciones, pero esto es fundamentalmente
acumulación de fuerza social, que luego se acumula en fuerza política y acaba
formando una coalición. Nosotros
anteponemos –y en esto el PCE tiene más claridad que Izquierda Unida-,
la construcción del bloque social y político. Lo llamamos Bloque Social
Alternativo: es un bloque social, integrado de una forma autónoma, por la gente
que está luchando en las mareas, los sindicalistas críticos, toda la gente que
está luchando por una salida de la crisis que cuestione el sistema, no que
quiera mantener el sistema. Estamos convencidos de que estamos en un proceso de
acumulación de fuerzas. No estoy planteando que las próximas elecciones sean
las elecciones en las que vaya a ganar la alternativa constituyente, pero sí es
clave que ya sea un referente para mucha gente. Estamos metiendo el debate en
la agenda política, mientras que la derecha lo
hace por la puerta falsa.
La acumulación de
fuerzas a la que te refieres, ¿la entiendes exclusivamente en torno a Izquierda
Unida, a base también de la alianzas con otras fuerzas políticas?
No, no. Las alianzas sociales no pueden ser nunca en base a
Izquierda Unida, tienen que ser en función de la lucha social. Luego, ¿cómo se
plasmará eso electoralmente? Eso, en cada momento, estará determinado por la
coyuntura. Está claro que hoy en día, Izquierda Unida tiene un valor.
Electoralmente es un referente, no con voluntad de exclusividad. En el
parlamento estamos demostrando que se puede funcionar en el mundo de la
izquierda plural perfectamente, se puede trabajar juntos desde la izquierda,
siempre que haya un empuje social. Vuelvo a repetir: con la comunión de fuerzas
con la gente que está luchando frente al desempleo, la gente joven que está
luchando frente a la reforma educativa, la gente que lucha por la sanidad
pública. Toda esta gente es la que va conformando esa mayoría social. ¿Que nos
gustaría que luego haya una opción electoral?, sí, pero eso será más fácil si
antes hay la voluntad de que esta lucha se convierta en lucha antisistema, en
el mejor sentido de la palabra, porque eso es otra batalla ideológica, que es
la batalla de las palabras. Porque el sistema intenta cambiarnos las palabras y
cuando alguien dice que “es antisistema”, ya se lo imagina como el cojo
Mantecas dando palos a las farolas y, en
realidad, antisistema es todo el que lucha por la sanidad pública, porque están
acabando con el sistema público.
Sí, pero también ha habido otras coyunturas de
crisis de enorme gravedad en España y en Europa. Podemos recordar las
entreguerras en Europa, o la defensa de la II República en la
que la respuesta al fascismo y la guerra de la izquierda fueron los Frentes
Populares. Es cierto que, quizás, no existe ese dramatismo, pero la democracia,
el modelo ultraliberal está socavando no sólo los derechos sociales, azuzando
la xenofobia, el chovinismo e incluso la propia democracia representativa. ¿No
es imprescindible una respuesta común de todos los sectores de la izquierda?
En este caso, con diferencia a otros momentos históricos,
nos planteamos combatir no solamente a la derecha, sino a las políticas de
derecha. Por eso confrontamos con el bipartidismo, que ha sido un sistema que
en este país ha perjudicado mucho a los trabajadores. Entiendo el bipartidismo
como un sistema en el que lo importante es la estabilidad y para ello da igual
que gobierne el PSOE o el PP. Tiene que haber estabilidad, aunque ambos
partidos no son lo mismo. No vamos a decir nunca que es lo mismo PP que PSOE,
pero sí es verdad que el bipartidismo ha hecho mucho daño a la consolidación de
una opción radical de cambio en este país. Nos confrontamos, pues, con el
bipartidismo, pero estamos dispuestos a alianzas sociales y políticas con todas
las fuerzas que estén en este proceso constituyente que proponemos, con el
objetivo de cambiar la política de derechas. Estamos contra la reforma laboral
de Rajoy, pero no para ir a la reforma laboral de Zapatero, sino para superar
la reforma laboral de Zapatero también. Ese es el objetivo de la lucha en la
que ahora estamos.
La recuperación de la
educación pública, la enseñanza pública, del sistema público de pensiones, es
algo que interesa a muchos sectores políticos y sociales, lógicamente. ¿Caben
dentro de Izquierda Unida otras opiniones distintas a la tuya o las del PCE?
No solo caben, sino que existen. Ahora existen y bastante
bien integradas. En este mismo grupo parlamentario se puede ver. A mi modo de
ver, ¿qué es lo que nos separa de la socialdemocracia e incluso de esa defensa
del Estado del Bienestar mitificado?
Nosotros entendemos que hay recuperar la sanidad pública,
pero no para quedarse a mitad de camino. La socialdemocracia se plantea el
Estado de Bienestar como un punto de llegada y se equivoca porque el capital al
final la ha llevado al monte. La socialdemocracia, en un momento de la
historia, creyó que el Estado de Bienestar -tal como se concibió en el centro
de Europa y que se podía extender al
resto en un momento determinado- era un punto de llegada y , que por tanto, no
hacía falta la revolución o la transformación social porque con la sanidad
pública, la educación pública, las pensiones, etc., había un sistema de vida
bien aceptado. ¿Qué ocurre? Frente a eso, el capital reacciona cuando lo
considera necesario y lo tumba. Ahora nosotros queremos que para que el Estado de
Bienestar sea irreversible hay que dar el salto a otra sociedad, que es la
sociedad socialista. Esa es la diferencia: no batallamos solamente contra la
derecha, sino para hacer irreversibles los cambios sociales. En eso, en
Izquierda Unida hay muchas opiniones diferentes, hay incluso en la Izquierda Plural
más que en IU: hay quien pone el acento, en lugar de en la contradicción
capital-trabajo, en la contradicción medioambiental. Es un elemento importante
y enriquece a la izquierda. Hay quien puede poner la contradicción fundamental
en la radicalidad democrática; más que en la contradicción capital-trabajo, en
la contradicción entre democracia y falta de libertades, con eso podemos
convivir. El PCE no tiene ninguna voluntad de hegemonizar Izquierda Unida -en
el sentido totalitario de la palabra- pero sí queremos ser un componente que
aporte el grano de arena de una visión de clase o esa visión de contradicción
capital-trabajo, porque creemos que es una perspectiva que enriquece el
proyecto más allá de la coyuntura.
Izquierda Unida es un proyecto fundamentalmente que gira en
torno a un programa concreto y el Partido Comunista tiene una visión más allá
que Izquierda Unida que es la sociedad socialista que planteamos. Por tanto, me
parece compatible un proyecto que nos permita hacer frente a la coyuntura y a
la realidad en este momento y una visión de futuro.
Sectores muy amplios
de la sociedad catalana se cuestionan la continuidad de Cataluña dentro del
Estado español. ¿Qué opina el PCE? Dentro de este proceso constituyente que
proponéis, ¿qué salida propugnáis a esa situación?
Sería pretencioso si dijese que tenemos la fórmula mágica
para articular un Estado que lleva 500 años sin articularse. ¿Cómo se articula
España? Lleva 500 años –por poner una cifra y no ir más allá- sin articularse.
Aquí no ha habido una revolución burguesa que asentase un Estado burgués, no ha
habido una serie de procesos hacia un modelo de Estado. La realidad es que no
pienso que la ideología independentista en Cataluña sea mayoritaria, ni
siquiera muy amplia –hablo de ideología-. Es verdad que se pueden incrementar
esas posiciones según cómo le va a la gente y cómo se recibe eso en el resto
del Estado. Si alguna vez en Cataluña avanza y triunfa la opción
independentista será más por un fallo de los federalistas del resto del Estado
que por un debate interno catalán.
El PCE, ya en los años 50 -hay un trabajo de Dolores
Ibárruri, titulado “España multinacional y pluricultural”- siempre ha defendido
la identidad de España como plurinacional o multinacional, eso significa el
reconocimiento de un Estado federal no uniforme, un Estado federal con
peculiaridades en Cataluña, Euskadi, también en Andalucía y a eso hay que darle
salida porque si no la olla de presión acabará estallando. Si no hay una oferta
federal, si lo que se oye en Cataluña es a la FAES o a los bestias que asaltan el acto catalán
de la Diada en
Madrid, si eso es lo único que se ve de Cataluña, la gente sale corriendo. Si
lo que se propone es una España federal, que permite que Cataluña pueda
desarrollar su autogobierno y que además tenga una financiación adecuada a sus
necesidades, entonces la opción federal en Cataluña puede que sea mayoritaria.
Esto lo veo desde un concepto de que el poder constituyente no solamente es
económico o social, tiene que haber un proceso constituyente que nos permita también
redefinir el modelo de Estado, porque sino esta España no aguanta la presión,
porque España por mucho que se empeñe el Partido Popular no es uniforme.
España, en su historia, es una España muy plural. También es verdad que los
federalistas no hemos sido capaces de construir un modelo de Estado y eso es un
lastre del que tenemos que desprendernos.
Izquierda Unida sube
en los sondeos electorales y en pocos meses se abre un nuevo ciclo con las
elecciones europeas, que continuará con las municipales y las generales como un
rosario anual encadenado. ¿Vosotros buscáis un proceso de convergencia con
otras fuerzas políticas o creéis que Izquierda Unida debe ser el único pivote
sobre el que se organice una propuesta electoral de la izquierda alternativa?
No hay que buscar algo distinto al proceso en que ya estamos
porque ya estamos trabajando sobre dos patas: una pata social que es la
construcción de los bloques, que estamos trabajando con 40 0 50 colectivos; y
otra pata más política, que es el grupo de la Izquierda Plural
en el Congreso o la AGE
en Galicia que está funcionando de forma muy satisfactoria. Nosotros estamos
pues en un proceso de convergencia, en el que Izquierda Unida no pretende ser
la fuerza sobre la que pivoten todos, pero hay una realidad que es que IU es la
referencia mayoritaria de la izquierda alternativa en el Estado y eso es una
realidad objetiva. Por tanto, las propuestas electorales en las elecciones
europeas tienen que contar con la realidad objetiva de que IU es la fuerza que
hoy tiene esa mayoría, que es referencia mayoritaria de la izquierda. Pero
también tiene que contar, al mismo nivel, con la referencia social y con la de
AGE y de ICV u otros grupos que quieran venir con nosotros en plano de
igualdad. Otra cosa es hacer una lista electoral en que, si IU tiene el 45% de
los votos, deba tener el 45% de diputados o si los candidatos de AGE o la CHUNTA o ICV puede ir o no
ir en un puesto que no corresponda a su matemática electoral estricta. Debe ser
una opción electoral donde IU también se vea identificada. Pero no estamos por
diluirnos en otra cosa porque la actual dirección ha dado una batalla muy
fuerte en los últimos siete años para consolidar Izquierda Unida como proyecto
político. Esa posición no es incompatible con hacer alianzas. Pero si alguien
nos plantea que nos disolvamos en otra cosa, -que ahora no sabemos qué es-, mi
opinión, y la opinión del PCE, es que no hay que disolverse, sino que hay que
esforzarse en Izquierda Unida, lo cual no es incompatible sino al contrario, es
complementario con las alianzas más amplias, como hemos demostrado en Galicia
donde el nombre no ha sido y no ha habido ningún problema; o lo hemos
demostrado en Cataluña, donde Iniciativa es la parte más grande de la
coalición; o en el Congreso donde la Izquierda Plural
funciona bien y no medimos los tiempos de cada uno. Aquí, si uno ve las
intervenciones parlamentarias, estoy convencido de que los compañeros de
Iniciativa tienen más intervenciones que los de IU en el pleno, en función de
los temas que llevan, no de otra cosa. De eso se trata, de ser una izquierda
plural, pero en la cual Izquierda Unida no se va a disolver.
¿Pero excluís la
posibilidad de convocar primarias ciudadanas como, por ejemplo, se ha hecho en
Italia? Unas primarias abiertas en las que han participado posibles candidatos
de distintos partidos.
Nosotros no descartamos nada. Tenemos unos estatutos que
recogen las primarias. El proceso es diferente, en Italia se vive un proceso
político en el que los partidos desaparecen y se tienen que consolidar en base
a personalidades o procesos que los autolegitimen. Yo apoyo las primarias de
los partidos a nivel interno, pero soy de los que creen que los partidos
representan la ideología y defiendo a los partidos. Hay que ir a una ley que
haga a los partidos más transparentes, democráticos y abiertos, pero partidos.
No creo que haya que disolver los partidos en la nada. Por tanto, creo que las
primarias son perfectamente posibles, pero no creo que sea la única opción,
porque unas primarias tienen una ventaja, que dan una amplia participación, y
una desventaja, que es que el que sale elegido no responde nada más que ante la
masa. El que sale elegido en otro proceso tiene que responder ante quien lo ha
elegido. No hay ni que demonizar las primarias ni tampoco considerarlas como el
único elemento. En estos momentos, yo priorizo más que las primarias del modelo
italiano, la convergencia social y política: converger con colectivos,
converger con estructuras políticas en un bloque que nos permita ofrecer
probablemente lo que se va a jugar en las próximas elecciones europeas, que es
el sí o no al bipartidismo. Quien se la juega en las próximas elecciones
europeas no es Izquierda Unida, no es Izquierda Plural, se la juega el
bipartidismo. Lo que está en cuestión en este país es el bipartidismo. Por
tanto, si en este país se demuestra en las elecciones, no solamente en las
encuestas, que el bipartidismo no es la opción general del régimen, saldrán
muchas más perspectivas y a partir de ahí jugaremos todos. Repito: no las
descarto, pero tampoco creo que las primarias sean la única opción.
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