Grimau fue detenido, torturado, sometido a una farsa
judicial y finalmente asesinado a manos del franquismo.
Mundo Obrero/ Seila Sánchez
El 20 de abril se conmemoró el asesinato de Julián Grimau
con varios actos de homenaje en la ciudad de Madrid. Comenzando en el cementerio
civil con una ofrenda floral, le siguió un acto homenaje en el Ateneo
Republicano y concluyó por la tarde en Sol, poniendo una placa en la calle
donde está situado el edificio desde donde se arrojó a Grimau por la ventana
para emular un intento de suicidio que tratase de esconder las grandes secuelas
producidas por la paliza que sufrió durante su interrogatorio.
Se cumplen 50 años desde que Julián fuera detenido,
torturado, sometido a una farsa judicial y finalmente asesinado a manos del
franquismo. Durante el régimen de Franco, luchar contra éste y por la
democracia era penado con cárcel e incluso muerte, como fue el caso del
camarada Grimau.
En el acto público de homenaje por el 50 aniversario de
Julián Grimau, Gloria Aguilar, secretaria de Memoria Histórica del PCE, recordó
cómo Julián volvió del exilio para luchar contra el franquismo siendo
plenamente consciente de lo que le sucedería si era detenido. Esto ocurrió el 7
de noviembre de 1962 mientras viajaba en un autobús ocupado por dos personas más
que resultaron ser agentes de la Brigada Político-Social
franquista. Grimau fue la última persona apresada y condenada por su actividad
en la República ,
y un aviso a todos aquellos comunistas que luchaban por la democracia. Gloria
contó cómo más de 800 telegramas llegaron a Madrid desde la comunidad
internacional solicitando la paralización de la pena de Julián.
Víctor Díaz-Cardiel leyó una carta escrita por Marcos Ana,
que por motivos de salud no pudo asistir al acto. Díaz-Cardiel recuerda cómo
él, Julián Grimau, Valentín Andrés Álvarez y Alberto Yébenes Simón, tuvieron
una reunión en casa de este último la mañana en que detuvieron a Grimau, siendo
las últimas personas en verlo antes de su detención. “Nos despedimos; ya no
volvimos a vernos. Y las cosas han transcurrido así”. Terminó su intervención
animando “a seguir luchando por la verdad y la justicia”.
Daniel Morcillo, secretario general del PCM, quiso hacer un
reconocimiento de la lucha del PCE por la libertad y la democracia recordando a
los camaradas que han dado su vida en la batalla. También afirmó que
actualmente “las fuerzas de represión coartan la libertad de expresión cercando
con vallas las puertas del Congreso” y que “con la dictadura de los mercados
perdemos soberanía”. Aseguró que “el mejor homenaje que podemos hacer a Julián
Grimau es pelear y seguir luchando por la restitución y la democracia”. Recordó
que si bien no hay una calle institucional para Grimau, sí la habrá para su
mano ejecutora: Manuel Fraga. Morcillo insistió en seguir peleando por la
unidad de la clase trabajadora, concluyendo su intervención con un “Verdad,
justicia y reparación”.
María Luisa Suárez, primera mujer abogada laboralista de
España, quiso enviar un abrazo a todos los asistentes al acto -ella tampoco
pudo asistir por motivos de salud, pero grabó un vídeo- y en especial a
aquellos que vivieron junto a ella esos días previos y posteriores a la
detención y ejecución de Julián. Dice de Grimau que “era un dirigente
excepcional del PCE que vino a España a sabiendas de que la situación le era
totalmente hostil”. Sobre el consejo de guerra a Julián, recuerda que “él
contestó todas aquellas preguntas mentirosas que le hacían”. Del capitán (y
defensor de Julián) Alejandro Rebollo afirma que “era buena persona: muy joven,
ingenua, espontánea, que pensaba que la gente era buena. Y aquello (la
intervención de la defensa) fue una intervención bellísima y salió muy
contento, pero en la sala hubo un ambiente muy tenso. Cuando salimos del juicio
nos quisimos acercar a saludar a Julián, pero no nos dejaron. Nos tuvimos que
resignar”. María Luisa se acercó para hablar con el abogado y le dijo
“Alejandro, tengo que felicitarte por la intervención, pero tengo que decirte
que tenemos una impresión muy mala”.
Juanjo del Águila dijo refiriéndose al procesamiento y
ejecución de Grimau que “lo que hubo aquí fue un crimen de Estado” y advirtió
de que se enteró de la existencia de este acto gracias al último número de
Mundo Obrero. Cuando así lo supo, quiso participar interviniendo en el acto
debido a sus conocimientos del caso de Grimau.
Se leyó el “Poema por Julián Grimau” de Carlos Álvarez, la
cantautora Elisa Serna cantó “Canción para Grimau”, de Sánchez Ferlosio y, para
no dejarnos con un sabor amargo, tal como ella indicó, cantó “A galopar”, de
Paco Ibáñez.
La última intervención corrió a cargo del secretario general
del PCE, José Luis Centella, que comenzó afirmando que “ellos saben que pueden
ser poderosos en su poder represivo, pero son débiles frente a un partido que
lucha por sus ideales”. Recordó que el PCE “es un partido que tiene una
historia, y es la historia de la clase obrera de este país” y que “seguimos
insistiendo para que el Valle de los Caídos deje de serlo y se convierta en un
monumento de la lucha por la democracia, empezando por que Franco salga de
ahí”. Recordó las palabras de Marcos Ana acerca de no querer venganza y no
haberla querido nunca, pero que “sí queremos justicia y exigimos que se
declaren inhábiles todos los juicios que se hicieron fruto del franquismo. No
puede haber justicia democrática si no hay justicia histórica”.
Centella tuvo también tiempo de hacer crítica hacia el
actual gobierno asegurando que “tenemos que denunciar declaraciones como la de
Cospedal de hace poco (por el tema de los escraches), tachando a las víctimas
de verdugos. Los verdugos son los nazis de los 30, los franquistas de los 50,
60 y 70,... y hoy los que provocan sufrimiento a la gente echándola de sus
casas”. Advierte de que “estamos en un momento donde la OTAN es el arma número 1 de
muerte que utiliza el terrorismo” y pide que se siga reivindicando la III República en un
momento “en que quieren que pactemos la II Transición. Y el
Partido les dice que no vamos a pactar con verdugos”.
José Luis concluyó su intervención incidiendo en “sabernos
herederos de gente que luchó y dio su vida por nuestros valores para poder
seguir ondeando la bandera roja. El PCE vive, el PCE lucha y estoy convencido
de que algún día ganaremos”.
Para cerrar el acto, Juan Pinilla, que tal y como él se
define es comunista antes que cantaor, cantó “En el pozo María Luisa” y la
canción de Luis Marín “Soy viento de libertad”. Por último, se hizo entrega de
carnés del Partido a militantes ilustres y a otros con peso y actividad en los
movimientos sociales.
Por la tarde ya, un nutrido grupo de camaradas fue a las
espaldas de la hoy Casa de Correos (Dirección General de Seguridad durante el
régimen franquista) y se depositó un centro de flores que conformaba la bandera
republicana. José Luis Centella fue el encargado de colocar una placa que dice
“Calle Julián Grimau” bajo la ventana desde donde defenestraron a Julián. Una
vez cantada la
Internacional , un poco de Grimau se fue con cada uno de los
asistentes.
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