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martes, 27 de enero de 2015

Los tiempos se aceleran, todo va más deprisa

Toni Valero Morales
Responsable de organziación de IULV-CA
Los tiempos se aceleran, todo va más deprisa. Los tiempos políticos no terminan de agotarse cuando ya está empezando uno nuevo que no se sabe si llegará a su fecha de caducidad. Nada nuevo en tiempos de crisis sistémica pero, no por consabido, menos extraordinario. Quizá por eso, antes de volver a esprintar, es necesario hacer algo de memoria, aunque sea reciente (si bien la memoria reciente nos retrotrae a contextos sociopolíticos que hoy parecen remotos) desde la cual elucubrar hipótesis de futuro.
Hace menos de tres años, en marzo de 2012, se celebraron las últimas elecciones autonómicas en Andalucía. Pocos meses atrás el Partido Popular había conseguido mayoría absoluta en el Congreso y, según las encuestas, Andalucía iba a correr el mismo destino que el resto del Estado: ofensiva neoliberal con la troika en el puente de mando. Grecia, Irlanda y Portugal ya habían sido “rescatadas” de un cautiverio de mínimos derechos sociales y las noticias del desastre social en esos países impactaban diariamente en nuestros telediarios. Así, la Gran Coalición entre conservadores y “socialdemócratas” europeos, utilizó el paro desbocado y la enorme deuda pública española (contraída tras el rescate al sector bancario) como aviso del inevitable destino compartido de España y Grecia. Al país enfermo había que hacerle una sangría para salvarlo. Precisamente se aplicó a rajatabla la doctrina del shock: crear miedo en la población ante un futuro apocalíptico para aplicar medidas que, de facto, nos llevaban a dicho apocalipsis. No obstante, el Partido Popular no supo medir bien los tiempos y aceleró demasiado la aplicación de recortes. El error lo pagaron perdiendo la mayoría absoluta que las encuestas le daban en Andalucía para el 25 de marzo de 2012. Un mes antes de dichas elecciones el presidente de la CEOE manifestó que a los trabajadores que rechazaran un trabajo habría que mandarlos a Laponia. Así de envalentonada estaba la derecha, y el resto temblando.
Pero esa hoja de ruta trazada desde Bruselas por la Gran Coalición y ejecutada gustosamente por el Partido Popular tuvo un revés: las elecciones andaluzas dieron la llave de gobierno a la izquierda. Izquierda Unida, que por aquel entonces hacía campaña contra el austericidio de Bruselas y que venía de ser parte protagonista de dos huelgas generales, subió electoralmente y complicó la agenda neoliberal.
IU entró en el gobierno por dos razones. Parar al Partido Popular y evitar que el PSOE gobernase en minoría pactando con el Partido Popular las políticas de la Gran Coalición europea. Se apostó por resistir a la troika. Con IU en el gobierno se abrían posibilidades de distintos escenarios de futuro. Con el bipartidismo en crisis, IU participaba de un gobierno desde el que ejemplificar políticas alternativas y la capacidad de tejer alianzas con los sectores de la sociedad andaluza que más sufrían la crisis. La flecha electoral de IU apuntaba hacia arriba en todo el Estado mientras PP y PSOE bajaban. En el 2012 y 2013 también se intensificó la movilización social. Hacía falta, tanto como hoy, un engarce entre la lucha en la calle y el poder institucional y eso empezó a cuajarlo Izquierda Unida. Mientras el movimiento antidesahucios crecía por doquier, en Andalucía IU sacó adelante, no sin trabas del “socio” de gobierno, una Ley por la función social de la vivienda. Esa ley (que sigue recurrida por el Partido Popular) encerraba una enorme potencia política. Primero porque cuestionaba la clave de bóveda del capitalismo: anteponiendo las necesidades sociales a la propiedad privada. Segundo porque demostraba que sí se podía ser una fuerza política que conectase la lucha social con la institucional desde el gobierno. Hubo muchas otras medidas que materializaron este objetivo de hacer trasladar reivindicaciones de la lucha social al BOJA, pero ésta fue la más sonada.
Con el bipartidismo en crisis, el régimen tenía que renovar al polo de la alternancia que se hallaba en la oposición.Se produjo el relevo de Griñán, un social liberal de la vieja guardia pero con criterio propio como para no dejarse arrastrar al hoyo que le quería hacer cavar la Gran Coalición, por Susana Díaz. No hace falta definir políticamente a Susana Díaz. Simplemente cabe señalar que desde su presidencia se dio un serio freno al desarrollo del acuerdo de gobierno. La tramitación de leyes pactadas se eternizó y se dieron crisis innecesarias provocadas por su histrionismo político. Desde un inicio no dejó de lanzar guiños a sus amigos del Ibex 35. No en vano, el anteproyecto para crear una Banca Pública vino precedido de su rotunda negativa (pública y publicitada) a solicitar ficha bancaria para el ente de crédito. Finalmente el anteproyecto sí incluyó la ficha bancaria porque era una de las condiciones que IU puso para aprobar los presupuestos de la JUNTA. Aprobados los presupuestos Izquierda Unida realizó una asamblea de balance en la que vino a ratificar el apoyo al Acuerdo de Gobierno emplazando a cumplir las medidas pendientes. Se puso el foco en aquellas atienden a la mejora de las condiciones materiales de existencia de la mayoría social: renta básica, garantizar suministros mínimos vitales, etc. Y también se exhortó a seguir investigando la corrupción en Andalucía, tanto la de gobiernos anteriores del PSOE como las ramificaciones de la Gürtel.
Sin duda, a la oligarquía andaluza y española no le hace ninguna gracia la presencia de IU en el gobierno. La ausencia de corrupción en el gobierno desde la llegada de IU impidió la renovación de anteriores prácticas clientelares, las multas a los bancos impuestas desde la consejería de Fomento señalaron a los culpables del déficit habitacional en nuestra comunidad o la pretensión de crear un banco de tierras, que hiciera realidad la secular demanda del campo andaluz de “la tierra para el que la trabaja”, son ejemplos de lo incómodo que es para el régimen la presencia de IU en el gobierno de una comunidad autónoma.
Mientras tanto, la renovación en PSOE federal se hace con tal debilidad que no es garantía ni para los que la orquestaron. Con apoyos envenenados a Pedro Sánchez, Susana Díaz dejaba desde un principio la brújula de su carrera orientada a Ferraz. Recorrer ese camino no se le antoja difícil con un PSOE en declive electoral y en seria descomposición ideológica.
En consecuencia, tras las navidades Susana busca la crisis que justifique su ruptura unilateral. Se prueba con el anuncio del viaje al Sáhara de Diego Valderas y se continúa con la hipotética convocatoria de un referéndum en IU sobre la permanencia en el gobierno. Ambos argumentos no necesitan mucha atención: el viaje no se ha hecho y el referéndum no se ha convocado. Pero da igual. La brújula apunta a Ferraz y el combustible lo pondrán aquellos damnificados por la presencia de IU en el gobierno: los amigos del Ibex 35.
Será por casualidad, pero en estos días acontecen más hechos que no son fortuitos. Por una parte la vieja dialéctica bipartidista asoma de nuevo la patita en Andalucía: PP y PSOE pactan los nombramientos en la Cámara de Cuentas y Moreno Bonilla vuelve a reiterar que Susana contaría con su apoyo para tener estabilidad. Por otra parte se filtra la reciente reunión entre Zapatero, Bono y quién sabe cuántos gerifaltes más, con Pablo Iglesias y Errejón. Me abstengo de chanzas y chascarrillos para no aburrir, pero no de ubicar este contubernio en la estrategia de recomposición del régimen.
Con todo esto, toca esbozar escenarios futuros o, al menos, un marco desde el que interpretar lo que puede acontecer. La crisis se va a agudizar. Tanto la crisis económica y, por ende, la crisis social, como la crisis política. Para la primera Draghi ya está anunciando que tiene botiquín. La previsible nueva recesión se “afrontará” con la compra de bonos por parte del BCE. Y, de paso, le pretendía servir a Samaras evitar perder por goleada ante Syriza. Esto nos lleva a la otra crisis que se agrava en la UE: la política. La fuerza de Syriza en Grecia pone en cuestión en dogma neoliberal y amenaza extenderse a España. El régimen precisa encauzar la entrada de agua que tiene en las grietas del bipartidismo para que el barco siga a flote. IU debe desaparecer, como siempre, de las instituciones aún a costa de crear escenarios de mayor incertidumbre para sus opciones partidarias; y, por otra parte, con Podemos tienen que contar en la estrategia de recomposición del régimen o de una nueva arquitectura. El pato lo pagarán el PSOE y las esperanzas del fenómeno Podemos. Si el contubernio de la casa de Bono continúa hacia delante puede que Podemos fagocite electoralmente al PSOE pero que el PSOE fagocite políticamente a Podemos. Una regeneración de la socialdemocracia fuera del PSOE con la conformación de una nueva élite política que incluya a los “experimentados” (así definió Pablo Iglesias a Zapatero y Bono, nada de tacharlos de casta), es decir, a la élite existente, junto a los renovadores. Gatopardismo. El proceso constituyente no se quiere dejar de la mano de dios, y menos aún de la mano de la gente.

Frente a esta hoja de ruta que está llena de encrucijadas solo cabe trazar la alternativa real y de izquierdas. IU debe seguir apostando por la unidad popular, la movilización social y por hacer pedagogía política: por concienciar. Llamar a las cosas por su nombre y hacerlas inteligibles a los que sufren la crisis capitalista. La crisis económica irá a más y las políticas de bambalinas, orquestadas al margen del protagonismo de la lucha social, no podrán frenar las ansias crecientes de la mayoría social por una salida de izquierdas a la crisis que cambie el régimen.

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