No sé si será
inevitable un Gobierno de Rajoy. Todo parece apuntar a que sí. Pero, sin
embargo, nosotros no nos rendimos. Ni ante el parlamento, ni ante la calle.
Esto acaba de empezar
Finalmente
el motín oligárquico en el PSOE ha tenido éxito. Los partidarios de Susana Díaz
y Felipe González han buscado numerosas excusas en este tiempo, pero parece
evidente que el mayor pecado de Pedro Sánchez ha sido el de insinuar que
intentaría un Gobierno alternativo con Unidos Podemos. A los amotinados no les
importó el acuerdo con Ciudadanos, ni parece que tampoco la abstención ante la
investidura de Rajoy y del PP; lo que les molesta, y preocupa, es que la
izquierda pueda tener influencia en las decisiones políticas y económicas de
España. Definitivamente la España que le preocupa a Susana Díaz no es la de la
clase trabajadora, sino la de las grandes empresas y las grandes fortunas; la
misma España que ha hablado por boca de Felipe González.
No
obstante, el drama de la socialdemocracia europea no son estas peleas
fratricidas, sino la falta de un proyecto político coherente. Es sabido que los
partidos socialdemócratas abandonaron la causa socialista hace mucho tiempo,
pero es menos conocido que también abandonaron hace décadas la causa
socialdemócrata. El giro del laborismo británico, con su conversión al
socialiberalismo de la mano de Tony Blair, y la práctica política de gobiernos
como el de François Hollande o José Luís Rodríguez Zapatero son la
manifestación de que la retórica de los partidos socialdemócratas no casa con
los hechos reales. El proyecto político de la socialdemocracia, que contribuyó
a construir el Estado Social tras la II Guerra Mundial, ha entrado en aguda
contradicción con el modelo institucional de la Unión Europea y con un mundo
globalizado a la manera neoliberal.
La
inmensa cantidad de deserciones en el sector socialdemócrata, expresada
tendencialmente en los resultados electorales a lo largo de toda Europa, tiene
su causa en estas contradicciones de fondo. Un mundo neoliberal que está
empujando a la precariedad y a la miseria a sectores cada vez más amplios de la
sociedad; una situación ante la que la socialdemocracia no ha ofrecido una
alternativa creíble ni rigurosa. Al contrario, en la práctica sus Gobiernos se
han comportado de forma indistinguible a los gobiernos conservadores.
La
clase trabajadora no es ajena ni a estas transformaciones económicas de fondo
ni a los vaivenes políticos de las organizaciones que dicen representarla. La
crisis económica continúa en nuestro país, como con otra intensidad también lo
hace en el resto de Europa, y las condiciones materiales de vida de la mayoría
social se deterioran a ritmos dramáticos. La clase trabajadora necesita un
proyecto político que le proporcione seguridad y protección frente a la
agresión del neoliberalismo y de este mundo globalizado.
Un
proyecto que, a mi juicio, sólo puede avanzar si se reconocen las causas
profundas de esta crisis. Por eso la receta no es más socialdemocracia, como
tampoco lo es más populismo, sino una apuesta firme y rigurosa de izquierdas,
es decir, una izquierda capaz de conectar con las preocupaciones y problemas de
la clase trabajadora. Ni liturgia, ni lenguaje fosilizado e ininteligible, ni
debates escolásticos, ni postureo televisivo. Lo que necesitamos es una
izquierda volcada en proporcionar soluciones a la clase trabajadora, cuestión
que sólo podrá hacerse mediante el trabajo desde el conflicto social.
No
todo es malo. Las crisis son también oportunidades. Si algo ha dejado claro
esta situación en el PSOE es que nosotros teníamos razón: es una estructura orgánica
al servicio de la oligarquía y, sin embargo, sostenida por militantes y
votantes de la clase trabajadora que se identifican con la izquierda política.
La explosión de esta contradicción puede generar un cisma de suficiente
envergadura como para que la clase trabajadora de este país pueda reorganizarse
en un instrumento capaz de enfrentarse a la oligarquía con éxito, así como
construir un modelo de justicia social. Esa es la tarea que creo le corresponde
a Unidos Podemos, la de dedicarse en cuerpo y alma a aglutinar a la clase
trabajadora en un proyecto político de izquierdas, independientemente de cuál
haya sido su lealtad política y cuáles sus decisiones electorales pasadas.
No
sé si será inevitable un Gobierno de Rajoy. Todo parece apuntar a que sí. Pero,
sin embargo, nosotros no nos rendimos. Ni ante el parlamento, ni ante la calle.
Esto acaba de empezar, y el nuevo mundo que llevamos en los corazones exige
salir a la realidad material de nuestros barrios y ciudades.
Alberto Garzón Espinosa
- Coordinador Federal de IU y diputado por Unidos Podemos en el Congreso de los
Diputados
http://www.eldiario.es/tribunaabierta/momento-Unidos-Podemos_6_564903519.html
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