Han
pasado ya bastantes días desde que conocimos los resultados de las últimas
elecciones generales. Y ayer- 9 de enero-tuvimos la reunión del Consejo
Político Federal de Izquierda Unida, en donde aprovechamos para reflexionar
sobre el momento político y el futuro. Este texto que acompaño es mi informe
definitivo, aprobado con un 80% de los votos a favor. Entramos en una nueva
etapa.
Fortaleciendo el instrumento
político
El
pasado 20 de diciembre finalizó, por el momento, el largo ciclo electoral que
había comenzado en mayo de 2014 con las elecciones europeas. Durante ese
período se han dado dos procesos electorales anticipados (Cataluña y
Andalucía), las elecciones municipales y autonómicas y las recientes elecciones
generales. Para Izquierda Unida han sido muchos meses de enorme intensidad y
campañas electorales muy complejas.
El
balance final del proceso tiene sus claroscuros. Por un lado, Izquierda
Unida-Unidad Popular consiguió el 20D casi un millón de votos en unas
condiciones casi heroicas, con prácticamente todo en contra. No es este un
ejercicio de triunfalismo, pues los resultados son claramente malos, sino la
contextualización de los resultados dentro de las dificultades objetivas que
enfrentábamos. La exclusión en debates televisados que han sido fundamentales
en la toma de conciencia del voto, la hipervisibilidad de otras candidaturas,
el doble llamamiento al voto útil y el estrechamiento del espacio electoral en
la izquierda han sido rasgos notables de esta última campaña. Pero el trabajo
incansable de militantes y simpatizantes ha permitido que vivamos una hermosa
campaña, con una enorme movilización popular en los actos públicos y para la
difusión de nuestras propuestas. El esfuerzo de tanta gente comprometida con un
proyecto anticapitalista, rupturista, ecologista y feminista ha permitido que
los resultados no fueran peores. Sin embargo, esos mismos resultados han sido
filtrados por una injusta ley electoral que ha traducido el esfuerzo en
únicamente dos diputados por la circunscripción de Madrid. En ese sentido, los
resultados son claramente malos. Además, el casi millón de votos no ha sido
suficiente para alcanzar el 5% en todo el Estado con lo que el grupo
parlamentario está en juego en estos momentos. Ahora bien, en términos
generales los resultados para nuestra organización son malos y representan en
gran medida los errores del pasado, los deberes no hechos en los últimos años y
los incumplimientos sistemáticos de los acuerdos adoptados por los órganos
federales; entre ellos el de la llamada refundación.
En
todo caso, los resultados de las elecciones muestran el debilitamiento del
Partido Popular y del Partido Socialista, pero al mismo tiempo ponen de relieve
la oportunidad perdida de una candidatura unitaria de las fuerzas por la
ruptura democrática. Al fin y al cabo, el Partido Popular ha vuelto a ganar las
elecciones y el bipartidismo tiene mayoría absoluta en escaños. Tras cuatro
años de movilizaciones contra los recortes brutales del PP, los resultados
generales son claramente insatisfactorios y deberían llevar a una seria
reflexión en la izquierda.
La
apuesta de Izquierda Unida por la unidad popular ha sido y es incuestionable.
Mucho antes de afrontar el reciente proceso electoral Izquierda Unida dedicó
todas sus energías a intentar un acuerdo de colaboración entre todas las
fuerzas de ruptura. Durante varios meses mantuvimos encuentros con las
alcaldías llamadas del “cambio”, con los partidos susceptibles de participar en
un acuerdo de estas características y con los movimientos sociales que podrían
apoyarlo. El escollo decisivo se encontró, finalmente, en la estrategia del
actor con más expectativa de voto: Podemos. La decisión de la fuerza morada de
presentarse en solitario a las elecciones cambió tras el conocimiento de los
resultados de las elecciones municipales y autonómicas, el 24 de mayo. Sin
embargo, su dirección mantuvo la firme intención de excluir a Izquierda Unida
Federal de cualquier acuerdo; optaron, en cambio, por una serie de alianzas
tácticas en determinados territorios. Así, Podemos llegó a acuerdos con otras
fuerzas únicamente en Cataluña, Galicia y País Valencià; y en dos de esos
territorios participando nosotros también. En el resto, las conversaciones con
Podemos no llegaron a fructificar en un acuerdo de colaboración porque la
máxima aspiración de la fuerza morada era incluir a varios candidatos de
Izquierda Unida en sus listas electorales como independientes, desestimando al
resto de la organización y a su cultura política. En esas condiciones de no
reconocimiento de nuestra organización y cultura fue imposible llegar a un
acuerdo satisfactorio para la sociedad, algo que sí había sucedido, por
ejemplo, en Cataluña o Galicia.
Los
resultados han demostrado que teníamos razón. Una fórmula de colaboración como
las que se dio en Galicia o Cataluña es un mecanismo capaz de doblegar al
bipartidismo y romper la dinámica de las últimas décadas. Por eso, la apuesta
de Izquierda Unida por la colaboración electoral se mantendrá en el tiempo;
porque es la única vía para la transformación social efectiva.
Aún
sin un acuerdo global para una candidatura unitaria, el trabajo que se ha dado
en la candidatura de Unidad Popular debe valorarse muy positivamente. Esta
experiencia ha servido para seguir tejiendo complicidades entre las gentes que
optamos por un proyecto rupturista y que sin embargo no militamos en las mismas
organizaciones. El trabajo, codo con codo, con gentes de otras organizaciones y
en torno a un programa político común ha sido una experiencia muy
satisfactoria. Al mismo tiempo, ha sido la candidatura más coherente con el
programa democratizador; ha sido, por ejemplo, la única candidatura en elegir a
todos sus candidatos y candidatas en primarias abiertas. No obstante, debemos
señalar también que la experiencia de la candidatura de Unidad Popular ha sido
desigual a lo largo de todo el Estado, y que no en todos los territorios se ha
logrado sumar a gente que trabajaba fuera de las coordenadas de Izquierda
Unida.
Composición de Parlamento y Gobierno
Como
hemos dicho, no hemos obtenido un porcentaje de votos suficiente para conformar
automáticamente un grupo parlamentario. Sin embargo, esta decisión final
depende de la interpretación que haga la Mesa del Congreso, la cual se
constituirá el próximo 13 de enero. En anteriores legislaturas se han hecho
excepciones que han permitido a candidaturas con menos de un 5% de los votos
tener finalmente un grupo parlamentario propio. Buscando ese objetivo, estamos
explorando todas las posibilidades técnicas y estamos hablando también con
todas las fuerzas políticas. En términos de visibilidad, y de presencia
parlamentaria en general, sería muy deseable contar con un grupo parlamentario
propio. Además, consideramos que en términos de votos absolutos es además lo
más justo.
De
la misma manera, celebramos que tras las elecciones haya mayoría parlamentaria
suficiente para aprobar determinadas leyes que son imprescindibles para las
clases populares, así como para derogar leyes injustas puestas en marcha por el
PP en estos últimos cuatro años. Con voluntad política suficiente, leyes como
la LOMCE, la Ley Mordaza o la última reforma laboral podrían ser derogadas en
unos meses. Y con la misma voluntad podrían ponerse en marcha planes de empleo
público, paralización de los desahucios y un plan de emergencia social
absolutamente imprescindible para las clases populares. Sin embargo, observamos
atónitos cómo en vez de hablar de estas posibilidades tanto PSOE como Podemos
permanecen enfrascados en riñas de poder que están desconectadas de los
intereses de la mayoría social. Pensamos, asimismo, que la convocatoria de unas
elecciones anticipadas sería una gran noticia para el Partido Popular, quien
por cierto observa con inmensa placidez la incapacidad de diálogo a su
izquierda. Por todo ello, creemos necesario un ejercicio de responsabilidad con
los votantes y ciudadanos que más sufren la crisis y apostamos por un diálogo
sincero y transparente sobre las necesidades sociales más acuciantes que
podrían resolverse en poco tiempo. Nuestro programa es la aportación que
hacemos al entendimiento, y sobre esa base cualquier otra fuerza política podrá
encontrarnos en el diálogo.
Nueva etapa para IU
Es
tiempo para repensar la izquierda y tiempo para hacer balance de lo sucedido en
los últimos años. A nuestro juicio, Izquierda Unida ha jugado durante décadas
un papel imprescindible en la defensa de los intereses de las clases populares.
Y aunque ha habido errores y cosas que no se han hecho bien en este tiempo, lo
cierto es que en general IU es un instrumento del que estar orgullosos. Porque
nuestra organización es ante todo la gente que se patea las calles en la
búsqueda de un mundo más justo, y en la lucha concreta contra las injusticias
en el mundo laboral y social.
No
obstante, toca adaptarse a una nueva fase política y económica en nuestro país.
Una nueva fase caracterizada por la crisis orgánica, los parlamentos más
fragmentados de la democracia y un escenario de crisis económica que no ha
acabado sino que, de hecho, puede volver a empeorar. Las condiciones materiales
de vida de la gente siguen deteriorándose, mientras las nubes de una nueva
crisis financiera y económica asoman en el horizonte. Y este año, en el que se
celebrará la XI Asamblea Federal de IU, es una oportunidad para afrontar esos
retos y saber adaptar nuestro instrumento a los cambiantes tiempos que vivimos.
Tenemos
que repensar la izquierda no para buscar un “nicho de mercado” como si en vez
de una organización política fuéramos una empresa y en vez de dirigentes
fuéramos directores ejecutivos. Queremos hacer política, y eso implica
preguntarse por todo lo que ha cambiado en nuestra sociedad en estos años. Pues
ha cambiado la base material de nuestra sociedad, un país roto incluso
generacionalmente, con una autopercibida clase media que al hundirse se deja
atraer por la fantasía de una vuelta al pasado y con una sociedad donde el
imaginario social y político ha cambiado radicalmente. Estos son algunos de los
rasgos del nuevo contexto político en el que nos inscribirnos y para el cual
debemos tener un instrumento adecuado.
No
obstante, tenemos que estar alerta. En primer lugar, alerta frente a las
llamadas al repliegue y a la ceguera política, que son una invitación a la
marginalidad política. Ignorar los cambios en nuestra sociedad y la necesidad
de repensar el momento político es parte del plan de quienes quieren refugiarse
en una suerte de caverna platónica en la que sólo se ven sombras de lo que se
fue y en la que ninguna luz muestra futuro. Pero también alerta frente a
quienes creen que las promesas del cambio pueden materializarse a través de
organizaciones políticas distintas, sean PSOE o Podemos. Ninguno de estas dos
organizaciones son, a nuestro juicio, los instrumentos que necesitan las clases
populares. Nuestra tarea debería ser fortalecer nuestra organización como
instrumento autónomo y radical, que va a la raíz de los problemas, y desde ese
espacio colaborar electoralmente con otras fuerzas en la medida en que esos
acuerdos puedan ser positivos para la transformación social. Y desde luego
nunca desde un ejercicio de subalternidad.
Estamos
ante una situación excepcional, y eso supone ir a una asamblea excepcional. Una
asamblea que sea no el punto final sino el principio de algo más grande. Una
asamblea para estar a la altura del momento político.
El
compromiso de la militancia de Izquierda Unida está con la transformación
social y con un proyecto de ruptura democrática que nos permita construir un
nuevo país desde las coordenadas ideológicas del anticapitalismo, el feminismo
y la ecología política. Por eso consideramos imprescindible seguir apostando
por la unidad popular, recogiendo lo mejor de las experiencias vividas en los
últimos años y proyectando hacia el futuro nuestra capacidad de transformar la
realidad. No podemos olvidar que la unidad popular se construye en la
movilización social y en las calles, y eso es parte esencial de nuestro
proyecto político. Para eso es fundamental que iniciemos acciones y
movilizaciones que permitan que nos encontremos con más gente en la política y
no en los discursos; que nos permitan luchar contra las injusticias desde la
acción y no sólo desde las diferentes instituciones.
En
ese sentido, debemos seguir colaborando y contribuyendo a fortalecer los
espacios de unidad popular que ya existen, al mismo tiempo que debemos
potenciar otros nuevos a fin de que en un horizonte de tiempo lo más cercano
posible la colaboración de las fuerzas de ruptura democrática sea una realidad
efectiva.
Creemos
fundamental que la colaboración entre las fuerzas de ruptura se de desde el
reconocimiento de la diversidad, pues es la única forma posible de aprovechar
las sinergias políticas. En nuestro país, plurinacional y diverso, convivimos
muchas organizaciones de izquierdas que tenemos nuestra propia cultura política
y nuestras propias ambiciones sociales; nada de eso debería ser un
inconveniente para tejer lazos de colaboración electoral y no electoral. Al contrario,
la potencialidad que encierra una colaboración así es algo que no deberíamos
desaprovechar.
Así, creemos que toca dos tareas
simultáneas.
La
primera, fortalecer nuestro proyecto político adaptando nuestra organización a
los tiempos que realmente vivimos. Construyamos una organización más
democrática, ágil, flexible y capaz de incidir con mayor eficacia en los
conflictos sociales y políticos. Fortalezcamos ideológicamente nuestro
instrumento, pues seguimos considerando que la solución a los problemas del
país vienen desde la izquierda y desde una perspectiva de clase. Aprovechemos
la oportunidad de la próxima Asamblea Federal y hagamos un proceso ilusionante
que nos permita sentirnos aún más orgullosos de nuestra organización.
La
segunda, contribuir a construir los espacios de unidad que ya existen,
promoviendo su fortalecimiento. Aprendamos de la extraordinaria campaña
electoral en la que hemos sabido trabajar con otros distintos a nosotras, y
aprendamos de todos los momentos en los últimos años en los que la colaboración
entre diferentes actores, y siempre en torno a un programa común, ha permitido
victorias para las clases populares. El horizonte de todas nuestras acciones
debe ser la colaboración entre las fuerzas de ruptura. Tanto en lo electoral
como en lo no electoral.
Salud
y República.
Alberto Garzón Espinosa
9
de enero de 2016
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