Para construir un nuevo país
necesitamos una nueva Constitución
La
Constitución de 1978 se ha revelado incapaz de ofrecer una solución a los
graves problemas que existen en España. Paro, deterioro irrefrenable de
derechos como la educación pública y la sanidad universal, mordaza a las
libertades, corrupción, desconfianza ciudadana en las instituciones, desigualdad de género y terrorismo machista.
Estos son tan solo algunos de los problemas que la ciudadanía sufrimos y
soportamos cada día con más crudeza.
Frente
a esta dura realidad, desde Unidad Popular-Izquierda Unida apostamos por un
nuevo país. Un país libre, igualitario, solidario, laico, pacifista,
republicano, federal, sostenible, participativo, con plena garantía de derechos
sociales y una economía al servicio de la gente, con una justicia independiente
y unas instituciones transparentes y dignas de merecer confianza. Un país donde
las decisiones colectivas se adopten colectivamente, sin ceder al chantaje de
los poderes económicos y financieros. Un país, en suma, en el que se garanticen
los instrumentos para que todas podamos llevar una vida digna. Un país mejor,
por el que todos y todas sintamos ilusión y orgullo. Se lo debemos a nuestras
hijas y a nuestros hijos.
Somos
conscientes de que este nuevo país necesita mucho esfuerzo y de que el camino
no será fácil. Pero somos conscientes de que lo conseguiremos. Y para
alcanzarlo, aunque no sea suficiente, se requiere una nueva Constitución nacida
de un proceso constituyente en el que todas y todos podamos participar. No
basta con reformas más o menos cosméticas y superficiales, que solo servirían
para apuntalar y dar continuidad al régimen actual, ese que tanto dolor está
causando a la gente. Merecemos una nueva Constitución nacida de la ilusión y de
un nuevo pacto colectivo ciudadano.
Desde
Unidad Popular-Izquierda Unida apostamos por ese proceso constituyente que nos
lleve a una nueva Constitución y siente las bases para ese nuevo país que
imaginamos y queremos, por las siguientes cinco
razones:
1. Solo un proceso constituyente
garantiza la participación de la ciudadanía desde el inicio en la creación de
esa nueva Constitución.
La
ciudadanía es dueña de la Constitución, de forma que debe ser esta la que desde
un principio participe activamente en su creación y contenidos. El proceso
constituyente permite y abre cauces para que la ciudadanía manifieste su
voluntad colectiva de construir los elementos y principios de este nuevo país
que anhelamos.
2. Solo un proceso constituyente
evita que puedan realizarse reformas puntuales y concretas al texto de la
Constitución a través de pactos desde los propios partidos que excluyan la
participación ciudadana directa en el proceso, tal y como sucedió en la reforma
exprés del art. 135 en el verano de 2011.
Proponer
reformas importantes de la Constitución por la vía del actual art. 167 -es
decir, sin la participación ciudadana directa en el proceso- es un “engaño
constitucional”. Frente a este riesgo, el proceso constituyente supone dar la
palabra al pueblo para que, mediante un proceso ampliamente participativo y
desarrollado fuera de los estrechos márgenes parlamentarios, decida cómo quiere
que sea su nuevo país.
3. Toda propuesta de reforma de
calado de los puntos de la Constitución actual requiere la apertura de un
proceso constituyente.
Según
el art. 168 de la Constitución, toda reforma de la Constitución que afecte a
alguna de sus instituciones centrales requiere la celebración de elecciones, la
formación de nuevas Cortes (que serían constituyentes) y la ratificación final
de la reforma por la ciudadanía mediante referéndum. Esta es la vía por la que
optamos en Unidad Popular-Izquierda Unida: seguir el cauce que establece el
actual art. 168 de la Constitución para llevar a cabo una revisión total de su
texto a través de un proceso constituyente. Por tanto, todas aquellas reformas
que afecten a la garantía de derechos sociales como el trabajo o la vivienda,
al modelo de Estado, a su organización territorial o a la instauración de la
necesaria laicidad del Estado tendrían que hacerse por este proceso
4. Solo a través de una nueva
Constitución pueden configurarse y garantizarse los principios y valores que
conforman ese nuevo país que deseamos: un Estado republicano, laico, federal,
sostenible, igualitario, participativo, solidario y, ante todo, garante de los
derechos y libertades de las personas.
Se
requiere un nuevo texto constitucional que marque “líneas rojas” en defensa de
los derechos, la igualdad y la democracia radical frente a la acción de poderes
públicos y privados. Como se ha demostrado en estos años de la crisis, la
Constitución de 1978 no cuenta con instrumentos en su interior para detener
este deterioro irrefrenable de la calidad de vida de las personas. De ahí que
sea necesario elaborar un nuevo texto constitucional que responda a las
demandas y necesidades de la ciudadanía.
5. Solo un proceso constituyente
permitirá crear un relato colectivo que supere la Cultura de la Transición y
que genere una cultura ciudadana republicana y comprometida con los derechos y
la defensa de lo público.
Las
reformas puntuales del texto constitucional no pretenden superar el relato
legitimador del régimen actual, la llamada Cultura de la Transición, sino más
bien reafirmarle. En cambio, un proceso constituyente y una nueva Constitución
permitiría (recordando y poniendo en valor la experiencia republicana y el
relato de las víctimas de la dictadura franquista) conformar la necesaria
cultura ciudadana de compromiso con lo público, la democracia y los derechos
humanos.
Hoy, 6 de diciembre de 2015,
comienza el camino hacia un nuevo país.
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